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La esposa de Jacinto, si estuviese viva, le hubiese regañado por no haberlo hecho antes, pero Jacinto sentía que debía trabajar hasta que él se sintiese capaz. Y ahora con 71 años a cuestas, ya era tiempo para el retiro.

Se emocionó cuando la empresa le dio una medalla por sus años de servicio. Se sorprendió cuando su única hija vino a verle desde el otro lado del mundo. Se divirtió en la cena que sus compañeros de toda la vida le dieron. Pero la cena terminó, su hija regresó y la medalla cuelga en una pared.

Jacinto despertó. Eran las 10 de la mañana de un lunes en verano. Desayunó un café con pan tostado del día anterior. Lavó la taza que utilizó. La secó. La guardó. Volvió a su viejo sillón y tomó asiento. Comenzó a mover los dedos de un pie, luego del otro.

-¿Y ahora qué? -se preguntó.

Cuentos Cortos de MediatardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora