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Despierta de un salto, al sentir el agua helada castigando todo su cuerpo. Escucha risotadas mientras él apenas y puede respirar. Hijos de puta.

—¿Sigues siendo feliz?

—Más que tú.

Sonríe, pero le dura poco, porque siente la punta de una bota clavársele en el plexo solar, dejándole sin respiración. Mierda, mil veces.

Siente cómo una inyección atraviesa los músculos de su brazo, otra vez; seguro para que no se transformara.

¿Tanto miedo le tenían?

Era un maldito ególatra, siempre lo fue, y por ser un estúpido y por sudar imbecilidad, había conquistado el amor. Y ahora estaba así, ahí, de rodillas, sintiendo sus huesos doler, a punto de volver a desmayarse, porque su cerebro ya no era capaz de tolerar el dolor, despierto.

Taemin.

Pensó en él, en ese nombre que estaba prohibiéndose pensar, porque no quería hablar, y si le torturaban y le cortajeaban en pedacitos, pues hablar de él sería lo último que haría. Sin embargo, estando en el umbral de la inconsciencia, pudo verlo, sonriendo así, tan bonito, de esa única forma, como cuando le escuchaba decir alguna idiotez sin sentido.

Que lo mataran, no importaba, pero no obtendrían nada del ser más idiota y tozudo que pudiera haber existido en esa maldita manada, y entre los seres vivos de la tierra.


*** 2 años antes ***


Baja la mirada, incapaz de sostenerla ante la mirada llena de sabiduría y reproche de su padre; el líder de la manada que ya tenía habitando la tierra un centenar de años.

—Sabes que te amo, demasiado Minho.

Asiente y no se atreve aún a mirar la cara de su padre. Siempre le fue tan difícil corresponder a ese amor fraternal, siempre fue frío ante el cariño corporal, sobre todo cuando le veía ser igual con todos, como si él fuera uno más.

Y lo era, estaba convencido, le habían hecho entender aquello, sobre todo cuando le recordaban a su madre.

—Como a todos —balbucea bajito para no ser escuchado.

—¿Cómo dices?

—Yo igual. Dije: yo igual.

—Si quieres ser el líder de ésta manada debes aprender cada tradición, cada costumbre de tu manada, y no sólo de ella, sino que de todas las especies que habitan el mundo; si quieres mantener una buena relación con todos ellos.

Mira la luz del sol que ingresa por la ventana y que hace brillar demasiado ese cuero de lobo que está en la pared, con pelos brillantes y negros, tanto como los suyos, bueno quizá un poco menos, pero era increíble como el 'no color' podía hipnotizarlo, ayudándole a comprender lo que el viejo decía.

—Pasé por algo similar a lo tuyo, pequeño —el pequeño que medía más de metro ochenta y que era temido por sus crueles batallas contra vampiros rebeldes y hombres lobo que siempre buscaban guerras entre las manadas del mundo que vivían bajo un tratado de paz tan longevo que podía jurar que ya nadie sabía lo que era una verdadera guerra, pensaba algo hastiado de ese maldito sistema que les obligaba a vivir en una supuesta paz, cuando por debajo todos tenían sus ejércitos listos para atacar—, pero me di cuenta, al viajar por el mundo, que la tradición debe respetarse, que si seremos la cabeza de una manada tan importante, como la nuestra, debemos buscar vivir en tiempos de paz, proteger a los débiles y cuidar con nuestra vida el equilibrio.

Por Amor - 2minDonde viven las historias. Descúbrelo ahora