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Cuando Draco despertó, su primer pensamiento fue Granger. Se estremeció y se maldijo por pensar en ella tan rápido. Sí, estaba agradecido de que no los haya acusado por lo que él hizo, pero él no lo haría, no podía empezar pensando en ella con otra cosa que no fuera desprecio. Ella era aún una sangre sucia. Él seguía siendo el mismo. Ningún acto de amabilidad cambiaría eso. Él no empezaría a preocuparse por ella.

Granger.

Se levantó de su cama muy enojado y se echó agua a la cara. Sus ojos grises le devolvieron la mirada desde el espejo, retándolo a reconocer lo que quería hacer.

Sólo quería asegurarse de que ella estaba bien.

Sólo quería chequear.

Granger.

Draco acechaba por el pasillo que daba hacia el dormitorio de Granger, se agitaba con cada paso. Esto es estúpido. No es mi deber preocuparme por ella.

La puerta ya estaba abierta, así que echó un vistazo.

Granger no estaba, sólo una cama recién hecha.

Dejó escapar un profundo suspiro.

Hermione estaba en la cocina, preparando el desayuno. Su padre estaba sentado a la mesa, leyendo otro libro. Ella lo miró cuando entró a la cocina. Pudo ver los moretones alrededor de los cortes ya cerrados, el enrojecimiento en su cuello, lo hizo encogerse por dentro. El encantamiento desilusionador se había desvanecido.

Sus ojos se encontraron, y por un breve segundo, Draco sentía el perdón sobre sus facciones. Se quedó viéndola, inseguro, sintiéndose como un manojo de nervios. Él la había atacado. ¿Por qué ella estaba haciendo esto? ¿Por qué le daba una oportunidad? Ella lo confundía.

Hermione rompió el contacto, miró hacia abajo y continuó cocinando, así que Draco se sentó y esperó en un silencio incómodo.

Cuando ella le sirvió el desayuno a su padre, Draco vio que Lucius le sonrió a Hermione. No era una sonrisa maliciosa, y tampoco una mueca. Sólo una expresión de gratitud.

Por un momento Draco sintió celos por el coraje de su padre.

El desayuno fue colocado delante de él y comieron en silencio.

—Voy a necesitar revisar su pierna hoy —habló inesperadamente, su tenedor estaba a mitad de camino hacia su boca. Para ser exactos, ella no estaba viendo a Lucius, pero él de todas formas asintió, y dio vuelta a otra página de su libro.

Ella terminó su comida y limpió la mesa.

—Gracias —dijo Draco al mismo tiempo que ella cogía su plato. No estaba seguro sobre qué le estaba dando las gracias. Sólo quería que ella supiera. Que él estaba agradecido. Por todo.

Ella se quedó sorprendida por un momento, y luego le sonrió. Giró y empezó a lavar los platos.

Ella sonrió. Hacia mí.

Él se sintió abochornado e incómodo, así que echó a correr a su habitación, determinado a sumergirse en un libro ése día. Cualquier cosa con tal de no pensar en cómo lucían los labios de Granger cuando se curvaban hacia arriba. Casi como la vieja Granger, la que siempre sonreía. Se preguntó si alguna vez ella volvería a reír.

Draco renegó. No podía pensar más en ella.

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ESTÁTICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora