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Hermione estaba sentada en el armario de escobas de la cocina en el Cuartel, bebiendo una taza de té, preguntándose en qué demonios se había metido.

Había aceptado acogerlos. Los dos Malfoy sobrevivientes. Representantes de todo lo que estaba mal en el mundo, según ella. Dos mortífagos que no habían llegado a la Orden porque tuvieron un cambio de actitud, o revelación moral, solo porque los del otro bando decidieron que los querían muertos. Simple.

Tan inusual encontró la extraña promesa de Malfoy de ser bueno, que no la creyó ni por un segundo. En verdad ella hablaba en serio cuando lo dijo: él no sabía cómo hacer eso. Él nunca había aprendido a ser amable, y estaba demasiado corrompido como para aprender a serlo. Malfoy estaba envenenado hasta su núcleo y ahora era mucho peor que cuando estaba en el colegio. Al menos en Hogwarts ella podría creer que él estaba repitiendo lo que le habían dicho como un perico, soltando sus palabras libremente porque amaba llamar la atención. Ahora parecía que él creía toda la basura inculcada mientras estaba al servicio de Voldemort. Él ya no era un perico, era un halcón, y extrañaba el poder que tuvo cuando ser un Malfoy significaba algo. Hermione sabía que Malfoy aún no había asumido la realidad de la situación, como lo demostraba pretendiendo que la muerte de su madre jamás había ocurrido, ocultando todo con sus insultos hirientes y burlas. Será todo un caos cuando él lo acepte, pensó. Algo está mal con tu cerebro si dices que vas a volver con el mismo maníaco que te quiere a ti y a tu familia muerta.

Y Hermione sabía todo sobre tener algo mal en tu cerebro.

Suspiró y le dio un sorbo a su té aún hirviendo, haciendo una mueca cuando se quemó la lengua. Sentada en el armario de escobas y susurrándose a sí misma no la haría lucir completamente loca, ella sabía, pero también sabía que no era posible malograr su imagen más de lo que ya estaba. Ella oía los rumores. Sabía que todos pensaban que estaba loca. No le importaba.

De todas formas, no estaban del todo equivocados.

Hermione tenía momentos de lucidez, como ahora, pensando en un closet del tamaño de un elfo doméstico. Se las podía arreglar allí, sin nadie alrededor, sin expectativas. Los pensamientos llegaban a ella claros y coherentes. Incluso podía pretender que su cerebro funcionaba como debía ser.

Pero cuando daba un paso fuera, donde las personas se quedaban mirándola, juzgándola, haciéndole preguntas, era como si su mente se hundía en la estática. Sus pensamientos no eran claros, no hablaba, no escuchaba más de lo que le decían. El mundo exterior era tan grande, muy bullicioso. Su cerebro no podía con ello. Tenía suerte de que sabía sanar como lo hacía antes, porque podía establecerse a sí misma en automático y dejar que sus movimientos hagan lo demás. Lavar, secar, repetir. Si requería de mayor pensamiento independiente, ella sería completamente inútil.

Hermione sorbió un poco más de té, agradecida de que ya había enfriado lo suficiente para no quemar su lengua, aunque el daño ya estaba hecho.

Ella sabía lo que parecía. La Orden asumiría que ella había decidido hacer lo impensable y aceptar a los Malfoy en su casa por Harry y Ron, porque ellos se lo habían pedido. Ellos no solo eran sus mejores amigos, pero la Orden sabía que ellos la habían rescatado luego del incidente, como así lo habían denominado. Le enojaba que una simple palabra pudiera describir un evento tan terrorífico, pero no era una pelea que quería iniciar. Llámenlo una masacre. Llámenlo un Holocausto. No lo minimicen. Harry y Ron fueron quienes la rescataron, los primeros rostros que vio luego de haber perdido la cabeza, un estremecedor grito de confusión. Le tomó meses aprender a hablar de nuevo, incluso después de eso, sólo eran unas cuantas palabras aquí y allá. Empezó con un "gracias" y expandió su vocabulario poco a poco, cuando la estática le dio el espacio que necesitaba para formar oraciones. Harry y Ron eran quienes la escuchaban hablar más, porque ella estaría por siempre agradecida con ellos por rescatarla. En caso contrario, se quedaba callada.

ESTÁTICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora