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Ron gruñó al momento que la chimenea de Hermione se iluminó de nuevo con una llamada por la red flu. Era la séptima vez en la última hora que el extraño cuarteto había sido sacado de su melancolía a aceptar las alegres felicitaciones del mundo mágico. La noticia de la caída de Voldemort se había extendido como Fiendfire.

—Harry, tal vez es mejor que vuelva la sede —dijo derrotado—.Todos en el mundo mágico quieren hablar contigo, y hay una posibilidad de que alguien tenga información sobre Herms allá.

Harry suspiró jugueteando con su taza de té frío. —Probablemente tienes razón. Draco, Lucius, seguiremos en contacto... Y les haremos saber al segundo que escuchemos algo, ¿de acuerdo? Y lo mismo para ustedes.

Ambos Malfoy asintieron. Draco decidió que le gustaba el hecho de que Harry había comenzado a llamarlo por su nombre. Le recordaba menos a Hermione de esa manera. Pensando en ella hizo que su corazón sintiera una punzada, y era una tarea para él poder respirar con calma. Durante la mayor parte del día, había estado luchando para mantener su mente en blanco. Él había hecho un récord de tres segundos antes de que la alfombra empapada de sangre flotara delante de su campo de visión. Tenía la esperanza de llegar a cuatro, aunque sólo sea por el bien de su salud mental.

Lo peor de todo, ni siquiera sabía a quién culpar de todo esto. ¿Harry y Ron por ocultarle a ella información? ¿A su padre por haber aceptado no decirle? ¿A sí mismo por tratar de detenerla, en primer lugar, o por no tratar de detenerla lo suficiente rápido? ¿A Ojoloco Moody por ocultar sus varitas? ¿A su tía Bella por ser una sádica y violenta psicópata? ¿Al Señor Oscuro por el simple hecho de existir?

¿Hermione? No, no podía culparla. Ella reaccionó exactamente de la manera que debería haber esperado. En todo caso, era muy coherente. Probablemente podría haber adivinado su reacción incluso en Hogwarts, teniendo sólo un conocimiento superficial de su personalidad en ése entonces. Ayudar a los demás era una parte integral de su naturaleza. Después de una impresionante recuperación y una batalla final... y bueno... nunca hubo dudas de que ella iría a ayudar, tanto como odiaba admitirlo. Incluso si eso significaba dejándolo atrás. Además, parecía que se había logrado mantener a salvo antes de su encuentro con Bellatrix, y ciertamente había salvado más vidas de las que Draco podía contar. Ella hizo exactamente lo que se propuso hacer, justo hasta que fue herida.

Draco tomó un sorbo de té frío sólo para mantenerse ocupado. Si todavía tenía algún sabor, no podía decirlo. Todo sabía a aserrín.

Esa alfombra ensangrentada flotaba en su cabeza otra vez. Maldición.

Nunca pensó que sería un problema para Hermione tener tanta gente que se preocupara por ella, pero ahora se encontraba deseando que su círculo de amigos fuera significativamente menor. Cualquier persona podría haberla rescatado. Había cientos de personas del bando de la luz que luchaban durante la batalla final, casi todos los cuales conocían a Hermione o sabían de ella. Mientras estaba infinitamente agradecido con quien la había arrebatado de Bellatrix, lo estaba matando que ella aún estuviese perdida. Con tanta pérdida de sangre, sus rescatistas tendrían que ser muy versados en las técnicas de curación para mantenerla con vida. Ese conocimiento estaba matando su cerebro. Él la necesitaba para estar bien. La necesitaba devuelta. Cualquier otra cosa lo destruiría.

La alfombra ensangrentada se deslizó en su mente, burlándose de su impotencia. Draco gimió y tomó un sorbo de su té de nuevo, haciendo una mueca cuando el líquido frío se deslizó por su garganta. Miró a su padre que estaba sentado inmóvil, con la mirada perdida en la nada. Al darse cuenta de la mirada de su hijo, Lucius miró y captó la mirada de Draco.

ESTÁTICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora