CAPITULO 12

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-¿Puedo tomar tu malteada? -Legna hablo con duda.

Le empuje la malteada y conteste con un simple "adelante".

No era como si fuera a poder tomarme la malteada, aunque al parecer Legna no captó eso en el momento en que la pidió.

Legna estaba comiendo tanto como le era posible.

Yo no sabía cuánto tiempo más resistiría su estómago.

Pasados unos minutos, cuando acabó con la malteada, suspiro y se quedó en silencio.

-Estoy satisfecha. -Dijo finalmente.

-No era para menos. -Le respondí con risa.

Ella solo se limitó a sonreír. Cómo siempre.

-Voy a pagar.

Asentí con la cabeza y Legna se fue a la caja y yo pensaba tardarme un par de segundos para seguirla.

Mientras tanto, mire detenidamente el local.

No había nada fuera de lo común, pero justo en ese instante, la campanilla de la puerta indico la llegada de alguien.

Un aroma en particular inundó mis fosas nasales, comenzando una danza en mi cabeza en busca de la persona a la que creía saber dueño del aroma.

Aaron.

Lo vi entrar y caminar hasta una mesa alejada.

Un chico se acercó a él para pedir su orden, no escuché nada, estaba ensimismada en tratar de reconocer sus gestos.

Su estado era deplorable, indiscutiblemente, pero a pesar de eso su lindura era innata.

Su cabello estaba más desordenado y largo de lo común, sus ojos estaban rojos y tenía unas ojeras increíbles.

Por una milésima de segundo pude jurar que esa persona sentada al fondo era alguien más, alguien desconocido y no mi Aaron.

Pero era él.

Sentí un beso en la mejilla y eso me asusto.

Voltee la cabeza rápidamente y vi a Legna.

-Vamos. -Dijo ignorando mi espanto.

-Espera -Dije -Ahí está Aaron... -Ella volteo su cabeza en todas direcciones. -¡Se discreta, por favor! -Le dije con enfado.

-Disculpa. -Me sonrió.

La campanilla de nuevo volvió a sonar y esta vez por la puerta entro Alex.

Me sorprendió verlo por segunda vez en la misma mañana, se acercó impasible hasta donde Aaron se hallaba.

Aaron suspiro al verlo.

Eso no era normal.

Aaron solo hace eso al sentirse culpable.

-Legna -Voltee a verla -Necesito que por favor te quedes aquí.

-¿A dónde vas?

-Necesito escuchar. -Le contesté en lo que agitaba mi cabeza en la dirección donde estaba Aaron y Alex.

-Bien, ve, con cuidado. -Me advirtió.

Lancé mis pies al suelo y caminé hasta Aaron.

-Aquí tiene su café. -Dijo el chico que tomo su orden, dejando una humeante tasa en frente de Aaron. -¿Se les ofrece algo más? -Pregunto el chico de manera hosca y mirando de mala gana a Alex.

-No, gracias. -Alex lo miro burlonamente.

Cuando el chico de fue Alex repuso -Me tiré a su novia.

-¿Cuál de todas? ¿La del año pasado?

-Sí, ella, la amiga de "Nips" -Menciono con burla el apodo mirando a Aaron, el cual solo se limitó a poner los ojos en blanco.

Vaya... Había olvidado las andadas de esos dos.

De pronto Alex se puso serio, raramente en él.

-Es hoy, ¿No?

Aaron alzó la vista, que hasta ese momento había estado capturada en la taza de café, como si está fuera la cosa más interesante del mundo.

Suspiro de nuevo.

¡Maldita sea! ¡Dos veces en un mismo día!

-Sí...

-¡Carajo, Aaron! Sabes que soy tu mejor amigo, ¿No?

-Te tiraste a una de mis exnovias. -Le respondió Aaron con seriedad.

Alex lo miro sin inmutarse.

-Ella no merece morir por tu culpa.

¡¿QUÉ?!

Aaron soltó un bufido y negó con la cabeza.

-No fue culpa mía, tú lo sabes.

-Realmente Aaron, ya no sé qué creer... Ella va a morir sea culpa tuya o no, y de cualquier puta manera, tú cargaras con eso. -Finalizó Alex para después levantarse de su lugar y comenzar a caminar para la puerta.

Tan solo había dado tres o cuatro pasos cuando giró sobre sus talones y regreso hasta Aaron.

-Ya que ella no podrá perdonarte... Ahora hazlo tú. Encuentra el perdón que necesitas.

Alex continuo con su camino.

Yo sentía que mi cuerpo en cualquier momento se desplomaria.

Pero, contrario a eso, fue Aaron el que se rompió, se soltó a llorar sobre la mesa, sin darle la importancia a nada, ni nadie.

Quería consolarlo, pero no podía y no solo porque mi cuerpo me lo impidiera, sino que había algo más.

Tal vez era la verdad.

Me giré y caminé hasta Legna, la cual me miraba sin mostrar sentimiento alguno.

-Vamonos, Legna. Vamos al hospital, debo morir.

A La Sombra Del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora