Prólogo

3.2K 137 13
                                    

Estamos de paso.

Los amigos, los amores, la familia, los momentos y hasta incluso la vida misma está de paso.

Somos pasajeros, ahora estamos, pero tal vez mañana no. Hoy eres feliz, pero en un abrir y cerrar de ojos todo podría cambiar. La vida es incierta, nada en este mundo es un cien por ciento seguro.

Y ojalá lo supiéramos, ojalá pudiéramos saber el día en el que todo terminará. Así podríamos abrazar fuerte, besar y amar mucho más. Así disfrutaríamos de lo simple y no complicaríamos tanto las cosas. Porque es así, el ser humano es complicado y ni hablar de ambicioso. Siempre buscamos cosas que no tenemos y cuando las encontramos parece no ser suficiente, aun queremos más. Esperamos ansiosos momentos que todavía no llegaron y nos olvidamos de valorar el presente.

Entendí que el "estamos de paso" o el "nada es para siempre" es más real de lo que uno cree. Más bien, la vida misma me hizo entenderlo. Por muchos años me aferré a una persona con la ilusa idea de que estaríamos juntos por siempre y que todo sería perfecto. Me hizo crear cuentos en mi cabeza, que hasta el día de hoy me pregunto ¿Cómo es que me creí toda esa farsa?

Tenía 24 años, y con esa edad ya había hecho mucho más de lo que había planificado en mi adolescencia. Había escrito tres libros, vivía en un lujoso departamento y estaba casada. Sí, ya sé, dicen que no se usa más casarse, pero mi vida siempre fue de novela y para coronarlo necesitaba toda esa parte, ya saben; vestido blanco, mucha comida, buena música y el amor de mi vida bailando conmigo hasta el amanecer.

Era feliz, realmente feliz. Sentía que quería todo con esa persona, todo y tal vez más. Tenía un millón de sueños, metas y objetivos por cumplir.

¿Y saben qué es lo más interesante? Que cada vez que me imaginaba cumpliéndolos, él aparecía junto a mí.

A cuatro años de estar con él, se cumplió uno de mis mayores deseos en esta vida; me enteré que iba a ser madre. Lo quería más que nadie y se lo pedí tanto al universo que no tuvo más remedio que dármelo. Me sentía tan bien, tan feliz, que jamás se me pasó por la cabeza la idea de que todo se podría terminar. Y fue también, por esa razón, que cuando terminó todo el cuento que estaba viviendo, caí en un pozo profundo del cual pensé que no podría salir nunca.

No les miento, bastó un solo segundo para que la vida se encargara de demostrarme que no podía tenerlo todo.

MiradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora