Capítulo nueve

824 68 3
                                    

Volví a ver a Lío al día siguiente. Tal vez de la misma manera en la que llegó a mi vida; inesperadamente.

Desperté a la madrugada gracias a los llamados del pequeño Blue, quien estaba al pie de mi cama pidiendo una ración de su alimento. Levanté mi cabeza, lo miré entredormida y volví a recostarme. No era algo inusual, Blue solía despertarme en ese momento de la madrugada solo para comer. Los maullidos continuaron y cada vez con más intensidad, así que debí levantarme. El felino caminó conmigo hasta la cocina. Serví un poco de su alimento en su comedero y dejé que el pequeño comiera tranquilo. Volví a mi habitación a recostarme en un intento de conciliar el sueño, pero no lo pude lograrlo, di vueltas en mi cama lo que restó de la noche. Cuando el reloj marcó las seis y la claridad el día comenzó a hacerse visible, decidí levantarme de la cama.

Busqué una vestimenta cómoda para hacer ejercicio y salí a caminar por la ciudad. Apenas crucé por la puerta de mi hogar, una brisa fría me abrazó. Un cielo nublado se desplegó sobre mí, se vestía de tonos grises suavizados con la luz del sol. Las nubes parecían pinceladas difusas sobre un gran lienzo y creaban un paisaje que emanaba tranquila. Todo lo que mi mente necesitaba en ese momento.

Decidí ir nuevamente a la zona costera de la ciudad, un lugar que se había convertido en mi favorito. Como era un día nublado, el mar adoptó una personalidad distinta, en la que la calma y la melancolía se entrelazaban. Las aguas reflejaban los tonos grises del cielo, creando un paisaje sereno. Las olas rompían suavemente en la orilla, susurrando historias y secretos ocultos. El horizonte se difuminaba entre la neblina, dejando a la imaginación de cada uno su inmensidad. El lugar trasmitía la misma tranquilidad que trasmitían los ojos de Lío, era una persona en el lugar correcto, pero que llegó a mi vida en el momento equivocado. Cerré mis ojos intentando vaciar mi mente. Vaciándola de recuerdos, de pensamientos, de Ethan.

Sentí la presencia de una persona sentarse junto a mí y automáticamente una sonrisa se formó en mi rostro. Al abrir mis ojos me encontré con los ojos de Lío mirándome.

Una sonrisa se escapó de sus labios.

— ¿Vienes seguido por aquí? —comentó entre risas. Tomó mi mano dulcemente y la acarició—. No te vayas esta vez.

Un cosquilleo se hizo presente en mi estómago.

—¿Te caíste de la cama? — pregunté irónicamente mediante señas.

Él negó riendo.

—Me gusta este lugar.

—Es paz en su máxima expresión— respondí signando.

—Tal vez la paz no está en el mar, sino en quien piensas cuando lo observas—dijo con la mirada hacia el frente.

Una media sonrisa apareció en su rostro y sus ojos se iluminaron al mirarme. Sentía que me abrazaba con su mirada.

Sin embargo, el sonido de su móvil se escuchó y pareció acabar con toda la tranquilidad que había en el lugar, hasta incluso, la que el chico tenía dentro de él. Con solo mirar el nombre de la persona que lo llamaba, todos sus sentidos se alteraron.

Lío atendió y pude ver como su rostro cambió inmediatamente. Yo lo miré confundida.

—En cinco minutos estaré allí, mamá—dijo con la voz entrecortada.

Sus ojos no traían buenas noticias. El azul que estos poseían se oscureció repentinamente.

—¿Qué ocurrió? —pregunté con señas.

—Mía se descompensó otra vez—respondió en un hilo de voz.

El mundo de Lío parecía destruirse frente a sus ojos. Rápidamente y sin decir más palabras, me tomó de la mano y juntos corrimos hacia el coche que se encontraba aparcado a unos metros del lugar. Estaba nervioso, sus manos temblaban tanto que a duras penas podía agarrar el volante con fuerza. Podía ver las lágrimas rodar por sus mejillas mientras conducía. Dejé caer mi mano sobre su regazo intentando darle la tranquilidad que él provocaba en mí. Sin embargo, eso pareció no ayudarle y las lágrimas continuaron cayendo, una tras otra y cada vez con más intensidad.

MiradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora