Capítulo siete

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El tiempo no se detuvo desde que Ethan decidió finalmente irse de mi vida para poder hacer la suya a su gusto. Dos meses pasaron y fue como si se lo hubiese tragado la tierra, no había sabido nada de él desde entonces. Tampoco volví a cruzar frente al edificio, luché mucho contra mis impulsos para evitarlo y por el momento estaba funcionando. Ethan seguía doliendo, pero solo por las noches, en los momentos donde estaba sola, donde el silencio reinaba y la mente no callaba. En esos momentos, Ethan volvía a hacerse presente en mi vida. Podía tenerlo lejos, pero me torturaba como si estuviese cerca. Cuando las estrellas y la luna aparecían, cuando la noche me envolvía en su frescura y misterio, era cuando más me torturaba a mí misma. Mi corazón no dejaba de repetirme una y otra vez; ¿Qué es lo que habíamos hecho mal? Nadie, ni por más malvado que sea, se merecía ir a dormir con el corazón destrozado.

Los días siguieron pasando, pero por mi suerte, no fueron tan malos. Blue, Lío y Grace se encargaron de arrancarme una sonrisa todos los días.

Por el día comencé a olvidar a Ethan, engañaba a mi mente con la presencia de Lío, quien se encargó de visitarme todos los días y quien parecía haber llegado para no irse jamás. Se estaba convirtiendo en un gran amigo y compañero, el cual estaba haciendo un gran trabajo para poder ocupar una parte de mi corazón. Él me estaba conociendo, tal vez mucho más de lo que yo conocía de él. Le interesaba saber de mí y tenía algo en su voz y en su mirada que me hacía sentir segura, entonces le contaba. No mucho, lo suficiente.

Tenía muy presente que todavía no nos conocíamos realmente. Él sabía que yo solía omitir ciertos acontecimientos y yo sabía que detrás de sus ojos había algo muy profundo. No me sorprendía, todo el mundo lo hacía. En cada persona hay un secreto tan íntimo el cual no puede ser descubierto por nadie. Es como un tesoro, el cual puede ser bueno o malo, pero que, a pesar de todo, lo ocultamos del mundo.

A veces ocurre que no somos tan fuertes para ocultar el secreto de todos los que nos rodean. Llega alguien, una persona que se introduce a nuestras vidas y nos llena de confianza, la suficiente para delatarnos a nosotros mismos. Es ahí cuando nos fallamos. Eso ocurrió aquel sábado por la tarde. Él recibió una llamada que no solo alteró todos sus sentidos, sino que también hizo que uno de sus secretos saliera a la luz.

El día estaba siendo espléndido, la luz del sol entraba por los ventanales de cristal dándole a la casa un ambiente cálido. Mientras el pequeño Blue correteaba por toda la casa tras una bola de mimbre, Grace preparaba café y con Lío mirábamos una película romántica en el televisor. El chico solía tener afición por las series policiales o películas de terror, pero después de insistir un poco, lo convencí a cambiar por una vez. Él se encontraba en un rincón del sillón, sentado relajadamente y con la mirada fija a la televisión. Yo estaba en el otro rincón, envuelta en mantas de terciopelo y muchos almohadones a mi alrededor.

—Ese chico claramente no es para ella—comentó sin apartar la mirada del televisor—. El mundo entero le da señales para que se aleje de él, ¿por qué insiste tanto?

Yo sonreí, me divertía notar que estaba atrapado en la película. Agarré el anotador y un bolígrafo que había dejado sobre la mesa ratonera y escribí;

"Ella lo ama y el amor es ciego"

—También sordo, ¿notaste que no deja de hablar de sí mismo? —me miró divertido—. Es agobiante.

Negué sonriendo. Me divertía pasar tiempo con él, la vida tenía un poco de color cada vez que me visitaba.

Grace nos interrumpió dejando dos tazas de café caliente sobre la pequeña mesa. Al pasar frente a mí, me miró con picardía y sus ojos apuntaron hacia él. Yo no comprendía lo que trataba de decirme, pero antes de desaparecer por la puerta hizo un par de señas que intentaban indicarme que me acercara un poco más al chico. Yo la miré seria y negué con mi cabeza.

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