CAPÍTULO VIII

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VIII

 

—No analizaste esto, ¿verdad? Después de todo, el Sistema previó que sería un criminal, quizás dentro de unos días o unas horas. Y él sabía muy bien lo peligroso que podía ser.

—Listo, ahora es tu turno—. Agregó Doc mientras me llevaba, en cillas de ruedas, frente a esa entidad. Mi cuerpo no se movía del todo, pero podía hablar y mover mi brazo derecho. No era el paraíso, pero era algo.

Efectivamente, Doc había seguido el plan tal y como se lo había pedido. En aquel momento, la cosa esa quedó paralizada.

—¡Por qué! ¡Tú debes de estar muerto! Esto no es real, no puede serlo; mi análisis era perfecto. ¿Cómo puede ser posible?

—Todos mis temores se hicieron reales cuando descubrí que no era quien había creído. Las opciones aparecieron y un nuevo camino se abrió. Pero mis sospechas se incrementaron cuando dijiste que me había inclinado por el 4%. Acertaste muy bien,  tanto que me pareció sospechoso. Si había comenzado a dudar, y tú habías implantado aquel mensaje en mi conciencia, supuestamente para ayudarme y liberarnos a nosotros dos de nuestras cadenas. ¿Por qué no sospechar entonces de lo que pretendías? ¿Por qué entonces todas mis dudas no serían también un implante tuyo y en realidad quien me manipulaba eras tú? Después de todo, ¿es acaso posible que un programa se suicide o auto-elimine? Lo supe entonces. Yo también había sido un títere, y mi peor enemigo eras tú. No podías permitir que esto quedara en una probabilidad tan vaga, no podías permitirme que eligiera libremente; debías de asegúrate que todo sucediera como lo planeaste, debías asegurarte de que tomara la segunda opción, la más improbable y alterara los análisis del Sistema. ¡Bingo! El círculo se cerraba: tú eras quien en realidad quería captúrame y usarme con fines oscuros.

—Todavía hay tiempo. No lo olvides—. Advirtió él.

Entonces se lanzó al suelo a coger el portátil.

No podía ser planeado ningún otro final más épico, por más que re-viviera miles de veces esta misma historia.

También había visto esto entre las opciones. Lo que él nunca pudo calcular es que yo confiaría más en un ser humano que en una máquina, por más que perteneciera a mí. Los humanos son impredecibles, por eso confié en Doc; eso es lo hermoso de la naturaleza humana, su capacidad de libre albedrío. Fue simple: Le pedí a Doc que volviera a copiar mi memoria en otra entidad,  en su biodroide. Luego permití que todo siguiera el ritmo planeado.

Yo morí; pero en realidad, un segundo yo se encontraba instalado en el biodroide esperando el momento adecuado para actuar. Morí, pero resucité.

Sabía a dónde irías, a quemar al Sistema en Paraíso. Las redes trasmitieron las noticias: un caos en Filish Mort. Todo fue como lo predijo el Sistema, sería un criminal. Y exactamente sucedió, pero lo que no pudo concebir fue que no sería realmente yo quien manejara mi propio cuerpo; pero esta última sospecha ya la había comenzado a crear en mi mente. Entonces no pude esperar más, tuve que presentarme ante ti; al final, creo que seré un héroe desconocido para esta ciudad.

—¡Yo también tengo un portátil!—Le grité a esa mierda.

Y sucedió lo que se esperaba, no pudo coger el hadware. Mucho antes de que tocara el suelo, ya le había quemado el sistema.

Solo cuarenta segundos y un pequeño error, hubiese hecho que el mundo tal y como lo deseaba, libre de intervención, hubiese terminado para siempre bajo un manto dictatorial. Este no es el mejor mundo, pero aún el individuo puede cambiarlo.

Al final, cada quien logró lo que había prometido. Él moriría, y yo obtendría una nueva vida.

***

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