CAPÍTULO II

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II

Lo noté desde hace algunos días, pero recién hoy lo confirmé totalmente: Me están vigilan, lo están haciendo de nuevo. Alguien me está investigando otra vez.

No sé quién o quiénes serán, pero tengo mis propias sospechas. De igual forma, estoy totalmente seguro de que andan detrás de mí. Pensé que mi pasado ya era historia culminada, pero creo que he estado confundido durante este tiempo. ¡Rayos!

Hace diez años me auto-condené al exilio de por vida en el mundo real. Por aquel tiempo descubrí que el Sistema de Seguridad de Oriente me investigaba, y si no hubiese hecho lo que hice en aquel entonces, hoy ya no existiría.

Hace una década atrás me involucré con la mafia y comencé a trabajar para ellos como hacker; por aquel entonces extraje información y softwares gubernamentales. Luego la SSO[1] me descubrió. No podía hacer nada más, debía evadir al gobierno y a la misma organización para la cual, hasta ese momento, había laborado.

Sabía que si el gobierno me atrapaba me aplicarían el Programa de Reinserción Social, en pocas palabras: me lavarían el cerebro.

Todo mundo tenía conocimiento de lo que le hacía el gobierno a los criminales, aunque el Estado se auto-publicitaba como seres misericordiosos con los que faltábamos a la ley; pero era un secreto a voces lo que sucedía con la memoria original del criminal, o mejor dicho, de la víctima.

Por buenas fuentes se conocía que lo que en realidad hacían era eliminar e instalarte una nueva memoria: la de una obediente oveja, ellos le llamaban: “el buen ciudadano”.

Existía gran cantidad de testimonios; es más, conocí uno de primera mano: Hace un tiempo tuve un compañero de esos, luego regresó irreconocible. Su ser no volvió a ser el mismo nunca más. Era como si en realidad, lo que antes fue, hubiese muerto; era diferente a pesar de que físicamente era el mismo, pero “diferente” no en el sentido de ser otra persona consiente de que “no es”, en realidad, era ignorante de su “muerte”. Muchos nos alejamos de él y se terminó  aislando; creo que luego se suicidó.

La verdad es que al gobierno no le interesa el obtener información sobre el mundo del crimen, ni que le ofrezcas tus servicios informáticos, solo quieren evitar futuros enemigos u opositores. Aún me sorprende que existan personas que defiendan sus políticas.

Por otro lado, en aquel tiempo— cuando me descubrieron—, estaba seguro que la mafia buscaría también la forma de borrarme del mapa. Ellos temían que si el SSO me capturaba pudiesen extraer toda la información de las entrañas de mi conciencia: nombres, datos, números, trabajos, contactos con otras corporaciones o con el gobierno mismo, y puestos privilegiados; todo lo relacionado a la organización del crimen.

No tuve más alternativa. Cierto día me hice un trasplante de memoria y la instalé en un cuerpo nuevo. Desde entonces he vivido tranquilo y sin ningún altercado, hasta este momento.

Después de que acabé con mi vida anterior comencé a trabajar como repartidor de raciones alimenticias del gobierno, y así lo he estado haciendo durante todos estos años.Ya comenzaba a acostúmbrame a esta nueva vida de monotonía, pero me equivoqué.

Cierta noche, tras regresar del trabajo, me topé con dos sujetos con ternos oscuros; no sé qué estaban haciendo con exactitud, pero me dieron sospechas. Cuando se percataron de mi presencia, simplemente disimularon la situación. Uno de ellos habló por un celular; imposible saber con quién. Creo que habían intentado ingresar a mi habitación, aquel suceso sería el primero de una enorme lista de sucesos. Al parecer, habían estado toqueteando la puerta, no sé por qué exactamente; supongo que pretendieron irrumpir en mi cuarto cuando yo los interrumpí.

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