48. Tiempo de ir a la cama

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 Esta es una de las historias de fantasmas, más conmovedoras que existen. Y lo terrible, y lo mórbido que tiene, es que no le sucedió a una mujer o a un hombre, sino a un niño hace ya muchos años. Su familia venía de la clase media baja, habían conseguido mudarse a una casa de dos pisos, que tenia 3 cuartos. Uno de estos cuartos estaba siendo utilizado para colocar todas las cosas, todas las pertenencias que tenían. Los dos niños dormían juntos en una litera. Pero uno era 5 años mayor que el otro, estaba entrando en la pubertad y con ello nuevas exigencias, quería su privacidad, quería su espacio, quería su cuarto. Al hermanito menor no le importaba dormir con el grande en la litera, al fin y al cabo se sentía acompañado por la noche, pero tuvieron que tomar el cuarto donde guardaban todas las cosas para vaciarlo y adaptarle una habitación. 


Al hermano grande le compraron su propia cama y al chico, como premio de consolación le dejaron tener la litera para el solo y podía dormir en la cama de arriba, cosa que a un niño le emociona mucho, le gusta poder verlo todo desde arriba en su propia colcha. Pegaron la litera a una pared, improvisaron un cuarto humilde pero bonito y quedó para el hermanito menor. Poco sabía este niño pequeño, que lo que sería aquella noche, vendría a ser la primera de una seria de eventos horribles en su vida. 

Había llegado de la escuela, había desempeñado su día normal, ya eran las diez de la noche y se tenían que ir a dormir. El niño contempló su cuarto por primera vez en la oscuridad, era estrecho y un poco elongado. Su mamá le dió el beso de las buenas noches, él se acomodó y quedó en la oscuridad cuando la mano de la mujer, bajó el switch de la luz. Este chico no sabe a qué hora se despierta, debía ser tarde en la madrugada, pero el abre los ojos y no tarda mucho en saber que lo arrancó del sueño. 
Había algo con él en ese cuarto, podía sentirlo, en la cama de abajo. La noche tiene muchos ruidos extraños, las maderas que crujen, las paredes que suenan, pero este ruido no era de la noche, este ruido era legítimo porque algo lo estaba ocasionando. Era el ruido de sábanas moviéndose. Sábanas moviéndose en la cama de abajo. 

El corazón del chico empezó a latir, cada vez más fuerte y empezó a pensar, ‘’ ¿Será que mi hermano se habrá venido a dormir aquí?’’. Él no se atrevía a asomar la cabeza para ver para abajo. Algo muy profundo dentro de sí, le decía que no lo hiciera, tenía miedo, era un niño. Pero no podía ser su hermano, él lo sabía en el fondo. ‘’¿Será el gato?’’, la puerta estaba cerrada, ‘’¿Mis padres lo habrán dejado pasar durante la noche?’’. Pero el sonido de las sábanas moviéndose se hacía cada vez más fuerte, hasta el punto que el niño reconoció un sonido, el sonido de alguien quitándose las sábanas de encima y sentándose sobre la colcha. Él rápidamente lo asoció con que lo fuera que sea que estaba abajo, sabía muy bien que él estaba despierto, y estaba preparado para confrontarlo, cara a cara. El niño se tapó los ojos y empezó a gritar, a gritar con todas sus fuerzas, escuchó tenuemente el switch de luz que venía del cuarto de los padres, la iluminación debajo de la rendija de la puerta, los pasos, las pisadas de sus papás. Sintió un alivio muy grande pero a la vez horror al saber, que aquella cosa que estaba abajo, no se había ido sino hasta el último segundo en que el papá abrió la puerta. La mamá lo consoló, le dio besos, pero el niño, por miedo, por sentido del ridículo, quizá incluso tal vez por niño, no les dijo que estaba pasando. No les dijo nada, así que los padres asumieron rápidamente que era solo una pesadilla, y muy para alivio de él, la mamá se quedo a dormir en la cama de abajo. Paso el resto de la noche tranquilo. 

El día siguiente era un sábado, habían venido los amigos de su hermano mayor, y junto con los amigos de su hermano, uno que otro niño para jugar. Estaban en el jardín jugando a la pelota, conversando, corriendo, haciendo las cosas de niños, pero el chico no estaba tranquilo, levantó la mirada hacia la ventana de su nuevo cuarto, no se podía ver mucho por el reflejo del sol sobre el vidrio, pero él sabía muy dentro de sí, que lo estaban observando, que algo estaba dentro de su cuarto, y que ese algo seguía atentamente todos sus pasos. Esto lo perturbó mucho, pero tienen que entender una cosa, ¿ustedes pueden comprender, como se sintió él, cuando llegó la noche y con la noche llegó la hora de dormir?. Estaba parado en el pasillo, mirando la puerta de su propio cuarto, con las manos juntas entre sí y con los ojos más circunstanciales viendo la puerta. 
Con una valentía terrible, el chico fue a su habitación y dejó abierta su puerta, lo más abierta posible. En una escena hermosa pero triste, el pequeño trepó la litera, y se arropó. No dijo nada cuando su papá llegó unos cuarenta minutos después, creyendo que el niño estaba dormido y cerró la puerta, dejándolo en plena oscuridad. Obviamente no pudo dormir, y se quedó hora tras hora rumiando, hasta que entonces comenzó nuevamente. Su corazón dio un vuelco, tenía la esperanza de que no pasara esa noche. Esta vez no fueron solo sonidos de sábanas debajo, de una cama, que él había visto vacía antes de irse a dormir. Esta vez, lo que fuera que estaba abajo, estaba revolcándose, como si fuera un niño teniendo una rabieta. Daba vueltas violentamente y movía la litera de lado a lado. El niño estaba llorando, agarrado con fuerza de su cama, y quizá por no gastar perdigones o por pena, no llamó a sus padres. Lo toleró toda la noche. Hasta que amaneció y finalmente el fenómeno se detuvo. 

Aunque esto no se compara con lo que ocurrió días después. Pocos días después, la presencia de su cama no se contentó con simplemente moverse de manera violenta, porque el niño acostado sintió que una especie de mano o algo, muy parecido, estaba intentando agarrarlo por debajo de la colcha. Algo estaba tratando de sobrepasar la colcha y había formado un bulto en su cama, y después comenzó a dar golpes, desde abajo. El niño se sentó, respirando con fuerza, con el rostro lleno de lágrimas, sintiendo como aquella cosa daba puñetazos desde abajo, y en un ataque de rabia y de valor, él le dio un golpe a su propia cama. Grave error, eso sino hizo empeorar bastante el problema. Fue en el momento en que el niño escuchó que el espectro colocaba los pies en el suelo, que empezó a gritar, sabía muy bien que el espectro quería verlo cara a cara. 

Nuevamente llegaron los padres, y asumieron que era otra pesadilla. Por lo que otra vez, el no les dijo que estaba pasando. El niño toleró esto noche tras noche hasta que llegó el fin de semana, y en un acto hermoso, de inteligencia, el niño decide resolver sus problemas solo, como un hombre. Se coloca así como un pequeño vaquero viendo la litera, con miedo, explorándola, casi de manera científica y entonces el resuelve. Arranca la almohada de la cama de abajo, arranca las sábanas, quita la colcha, coloca sus cajas de juguetes encima y demases. La intención era clara, no le iba a dar al espectro un lugar donde dormir esta noche, así fue que improvisó su solución. Escondió la colcha, las sábanas y la almohada en el closet. Que lástima que no estaba nadie ahí para decirle a ese pobre niño, que ese fue el error más grande que pudo haber cometido. 

Llego la noche, el estaba impaciente, despierto, pero nada sucedía. A pesar de que no veía ningún reloj, el ya tenía calculado, biológicamente, el tiempo, pero el espectro no aparecía, asi que se quedo dormido. Pero muy tarde en la madrugada, se despertó. No se despertó por algún ruido ni golpe, el cuarto estaba completamente en silencio. En silencio, pero no vaciío. El espectro estaba ahí. El niño arrugó el rostro y empezó a llorar, a temblar, y se mordió los labios hasta hacerse daño, intentando no sollozar. Porque el espectro estaba ahí, en su propia cama, detrás de él, abrazándolo. El niño supo instintivamente, que lo mejor era hacerse el dormido, él mismo no tenía idea si el espectro estaba durmiendo, o esperando a que se moviera, pero nuevamente tuvo que hacer un esfuerzo increíble para soportarlo. El tiempo se hacía una eternidad. Pero hora tras hora, se le ocurrió una idea. ‘’Que tal si salto, y me caigo de la litera, no me importa romperme una pierna’’, ‘’Que tal si salto, abro la puerta y salgo corriendo como pueda’’. Pero tenía miedo de hacerlo, que tal, ¿si esa cosa era mucho más rápido que él?. Que tal si esa cosa, se tiraba también de la cama y lo agarraba antes de que el saliera del cuarto?. 

El niño trató de levantar una de sus manos, y la colocó encima de una de las manos del espectro. Tenía una mano enorme y demacrada. Era como tocar las manos de una persona muy anciana, y estaba frío. Intentó apartarla, deslizar el cuerpo fuera de su colcha. Acercándose cada vez más al vacío de su litera, cuando de repente sintió un tirón. El niño se echó a llorar, mientras que la mano de esa cosa se movía como una serpiente y lo apretaba contra sí, y sentía una cabeza enorme y fría en medio de su cuello, levantándose lentamente para colocarse en el campo de visión del chico. El niño cerró los ojos, pero entonces comprendió que afuera estaba amaneciendo, y aquella cosa empezó a jalarlo, cada vez más, y entre más lo jalaba, el niño más sentía su espalda y la parte posterior de sus piernas, más fría. Lo entendió, el espectro salía de la pared. Conforme estaba amaneciendo, estaba tratando de llevárselo a través de la pared. Quién sabrá a qué dimensión o qué mundo. Hasta que el niño se agarró con todas sus fuerzas de una parte de la litera y se abrazó a ella. Era una pelea continua. El espectro tratando de llevárselo consigo y el niño abrazado a la litera. EL niño entendió perfectamente que tenía que aguantar hasta que el sol saliera. Sentía los pies helados, hasta el punto que él como niño, creyó que los iba a perder. Y sabía porque estaban helados, porque tenía la mitad del cuerpo en la otra dimensión. Se agarró incansablemente, hasta que finalmente triunfó. 

Cayó sobre su propia colcha. Había sobrevivido a la noche. Pero lo más extraordinario no es esto, lo más extraordinario, es que durante el día, él mismo tomó una resolución. Se hizo el enfermo, no fue al colegio, dedicó toda la mañana a empujar la litera fuera de esa pared. Hasta colocarla en el centro de la habitación. Cada noche él sabía que el espectro estaba ahí, mirándolo con rabia pero ya no lo podía alcanzar más. 

Paso un año, y este espectacular niño cambió de cuarto, los papás decidieron que no necesitaban un cuarto tan grande, y tomaron el cuarto del niño. La pareja nunca reportó que había un espectro, o nunca se lo confesó a los niños después de dormir varias noches ahí. Pero misteriosamente después de una semana, los papás decidieron mudarse de esa casa.

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