7 | Efímero

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Auden

Descubrí tres cosas de Chloe Park: Uno, es una chica muy alegre cuando entra en confianza con su entorno; Dos, es una compradora compulsiva; Tres, ha leído más libros que yo.

Cuando pasamos por el centro de la ciudad me obligó a detenerme al encontrar a una ancianita vendiendo su vieja colección, lo único que la detuvo de seguir sacando dinero fue que ya no llevaba más. Una vez que hubo pagado tuve que ayudarla a subir todo en el coche; en los asientos de atrás o de lo contrario no podría ni haber visto el retrovisor. Luego de eso comenzamos a hablar y hablar de literatura hasta que llegamos a su casa y, guiados por el no querer dejar tan buena conversación a la mitad, me invitó a pasar y ver su propia colección.

—Los demás los tiene mi hermano —menciona.

«¿¡Hay más!?» es lo que pienso.

—¿Has leído todos? —digo en su lugar, pasando mi mano por ellos. Sobrepasan los cientos y no solo eso sino que, siendo de una chica políglota (cosa que también acaba de decirme), éstos se encuentran en español, chino, coreano e incluso en inglés.

—La mayoría, sí.

Encuentro uno en particular que llama mi entera atención: su propio ejemplar de Orgullo y Prejuicio. Lo saco como si fuera una reliquia. Poco falta para que lo sea porque es incluso más viejo que los que acaba de comprar.

—Me lo regaló mi abuela cuando era niña. Dijo que algún día me encantaría —me platica, al distinguir el título. Lo abro en una página al azar, encontrando un Post It con algo escrito en una perfecta y redonda caligrafía. Hago ademán de leerlo pero lo tapa con su mano —. Sólo lo escribo para mí —se disculpa, con una sonrisa tímida.

—Adivino, ¿es porque no tienes con quien compartirlo? —Conozco eso. No es como que yo también escriba notas pero cada marcador que coloco en las hojas puede sacarme un comentario.

—Tal vez —admite.

Quito su mano con suavidad y leo. Me paso a otro, y a otro, y a otro. Sus comentarios burlescos sobre la menor de las Bennet son parecidos a mis opiniones para con ellas. Y ni hablar de los que se refieren a Darcy. Parece que leo el diario de una colegiala enamorada. Seguramente Car pensó algo parecido hace unos días cuando lo leyó.

—No te rías, por favor —pide, cubriéndose los ojos con sus manos.

—Lo siento. Es que todas las chicas parecen enamorarse de Darcy.

—Porque es perfecto —señala.

—Sí, eso dicen —concuerdo.

Así pasamos más horas de las que me doy cuenta. Leo lo que escribe y comento cada cosa. Ella ríe o se avergüenza cuando responde. Tocamos todos los temas serios o triviales que se nos ocurren gracias a los libros. La conversación fluye como si llevátamos más de unas horas conociéndonos. Eso hasta que recibo una llamada que interrumpe todo. Sin embargo, no puedo pasarla por alto. Porque si él me está llamando, es por algo. Urgente.

—¿Qué quieres, Patrick? —le suelto apenas contesto. La chica se queda callada a mi lado. Sé que puede sentir mi tensión debido a la postura que adapta, rígida y recta, a mi lado.

—¿Dónde estás? —dice él.

—¿Qué te importa?

—Auden... —dice, su voz suena a que intenta mantenerse calmado.

—Con una amiga —acepto decir —, ¿por qué?

—¿Sabes dónde está Carol ahora?

—En casa, ¿tal vez? —digo por obviedad.

Sin vuelta atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora