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Max

Hago el nudo de la corbata y me miro al espejo. Mi papá lucía estupendo cada vez que usaba este traje. Yo más bien parezco nadar en él. No entiendo la insistencia de mi madre para ponérmelo. Es Nochebuena, sí, pero solo somos ella y yo. Ambos sabemos que será una noche donde cenemos y vayamos a dormir un rato después.

-¡Max, ya baja! -me grita ella desde el piso de abajo. Doy un suspiro y obedezco.

Vine aquí luego de terminar los exámenes finales. Diana y Chloe también están en la ciudad. Ninguno de los tres quisimos ser impertinentes en nuestros respectivos hogares temporales cuando esta fecha se celebra en familia. Además de que los Kingsley tienen sus propios asuntos familiares y yo los míos. Mi mamá insistió en que viniera con el afán de arreglar las cosas entre nosotros. Vil mentira, ya que llevo días aquí y ni siquiera ha sacado el tema.

Cuando estoy abajo en el comedor, me doy cuenta del porqué.

-¿Tú qué haces aquí? -espeto en dirección al hombre que se encuentra al lado de ella.

-Hola, Max, ¿cómo has estado? -me dice él estirando su mano para saludarme, con una pequeña sonrisa en su rostro que no hace más que irritarme.

El tipo es de mi altura y su tez morena tiene el mismo tono que la mía. Su cabello corto tiene más canas de las normales para un tipo de su edad. Hay arrugas en sus ojos y boca que le hacen juego a las mismas. Ver el traje color marrón que trae puesto me da repulsión porque es demasiado similar al mío. Como si alguien (hola, mamá) nos hubiera coordinado para una linda foto familiar. Mi mamá lleva un vestido a juego. No me hace gracia en absoluto.

Me cruzo de brazos sin moverme ni un paso.

-Max, por favor -suplica ella en tono bajito.

Es una mujer hermosa. Aún en sus más de cuarenta años su cabello largo y negro brilla como el de una quinceañera. Sus ojos son cafés y lucen unas pestañas largas que tocan sus mejillas cada que parpadea. Nunca lleva maquillaje y aun así he sido testigo de los muchos ojos que atrae. Demasiados y mucho mejores que el imbécil que se vino a conseguir de novio.

-¿Para eso me trajiste? ¿Para fingir que somos una familia feliz? -inquiero en su dirección-. Porque déjame decirte que no lo somos, mamá. Así trates de aparentarlo lo mejor que puedas, no lo somos. Si quieren jugar a la casita, háganlo ustedes, yo paso -sentencio, dirigiéndome a la puerta.

-Max...

-Suéltame -le pido, al sentir que me toma del saco.

-Por favor, hijo, solo...

-Ame -la llama él, posando una mano en su cintura-, ¿por qué no nos dejas hablar a solas? De hombre a hombre.

-¿Acaso eso eres? -pregunto con sorna.

Mi mamá y yo nos miramos por unos segundos hasta que acepta la propuesta del otro y se retira.

-Escucha, hijo...

-No me llames así -lo interrumpo de inmediato.

-Max -se corrige-. Sé que no te agrado...

-¿Y te preguntas por qué?

-Pero realmente amo a tu madre -continúa, ignorándome-. Y detesto ver cómo la lastimas con lo que dices.

-¿Y con eso te lavas las manos? ¿Me echas toda la culpa a mí y tú eres el bueno del cuento? -Él niega con la cabeza.

-No, no es eso lo que quiero decir. Comprendo que quieres cuidarla, te preocupas por ella. Eso habla bien de ti, eres un excelente hijo.

-No quieras lanzarme un maldito sermón, ve al grano -espeto.

Sin vuelta atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora