22 | Tiempo

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Max

Semifinales contra Davis.

El entrenador me ordenó explícitamente quedarme en la banca durante todo el partido. Sin embargo, al parecer las Gacelas prefieren pagarle unos días de descanso en las montañas antes de tenerlo cerca en un partido contra las Panteras. Con él lejos, quizá puedo convencer a Patrick de dejarme jugar. Teniendo esto en mente, pasé casi toda la mañana en fisioterapia, asegurándome de que mi rodilla no me fallará. Además de que llegué media hora antes para entrenar mis tiros un poco.

—No —sentencia Jordan, cruzándose de brazos.

—¿¡Qué?! ¿¡Por qué no?! —exclamo.

—Uno, el entrenador me mataría —responde—. Dos, la última vez que jugaste contra Davis te patearon el trasero.

—Solo fue un esguince.

—Claro, no es para tanto —se burla con sarcasmo—. Entras un tiempo y solo eso. —La discusión parece terminada dado a que se dirige a su casillero y comienza a cambiarse. No tengo otra opción más que hacer lo mismo.

Dos horas después, estamos perdiendo. Falta un tiempo y es mi turno. Jack Mendes va a la banca mientras yo me integro al círculo donde los otros cuatro discuten las jugadas. Hablamos un tiempo de las defensivas y luego el reloj empieza a correr.

—Y comienza —narra Tommy por el micrófono—. Cuarto cuarto, últimos diez minutos de este partido. El marcador se mantiene a favor de los visitantes con diez puntos de ventaja. —Las ovaciones de los chicos de Davis se escuchan—. Oh, no canten victoria aún, chicos. Las Gacelas acaban de hacer un cambio de jugador. Apuesto mis bonitas posaderas a que el número tres, su antiguo compañero Carson, querrá mandarles unos cuantos saludos. —Las ovaciones se vuelven abucheos.

—¡Falta! —gritan por parte de Le Rose. Si Tommy quiere provocar a nuestros rivales, lo está logrando.

—Así es, queridos espectadores —confirma él, cuando el árbitro la marca—. Falta del número 92, Sam Scott. Tenemos saque de banda del 17, Lucas Adams.

Así transcurre casi todo el periodo entero. El reloj se detiene dos veces más debido a faltas por parte de las Panteras; otro par por canastas de Jordan y otro más por las que Auden y yo marcamos. Lou intenta quitarme el balón en un momento pero soy más rápido que él esta vez. Ni siquiera llega a tocarme sino que cae directo al suelo. Por un instante creo que no volverá a levantarse. Sin embargo, el muy cabeza dura lo hace y asegura poder seguir jugando.

Cuando menos nos damos cuenta, el reloj marca cuatro segundos restantes y seguimos dos puntos debajo.

—Adiós, campeonato —menciona Lucas Adams, mientras tomamos agua.

—No —contesta Patrick de inmediato—. Tenemos posesión del balón, podemos hacerlo.

—Solo si no nos lo quitan —menciona Ben Kane.

—Eso tratarán de hacer —concuerdo yo—, ofensiva extendida¹.

—Entonces no hay que dejarlos —decide Patrick—. Ben —se dirige a él—, ¿qué dices? —El chico nos mira de uno en uno, terminando con el capitán.

—Jugada de última posesión² —dice, asintiendo—. Pero necesitaremos hacer cambios.

—Tú mandas —acepta el otro. La jugada nos es ordenada.

Debo admitir que admiro la forma en que se mantiene frente a nosotros. Le cede el mando a Ben con una facilidad que no cualquiera podría tener, confía en él ciegamente; y una vez que él nos ha dicho la jugada, no protesta a pesar de que lo más difícil termina recayendo en él.

Sin vuelta atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora