El laberinto

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Narras tú

El día de la última prueba había llegado por fin y con él una oscura y fría noche.

Caminaba por los pasillos de las mamorras, rumbo a la nueva prueba cuando alguien me llamó.
-¡Potter!- dijo el profesor Strauss -¿A qué tanta prisa?-
-He de reunirme con mis compañeros profesor- respondí -por si no lo sabe, la tercera prueba está a punto de comenzar-
-Cierto- habló el hombre -un gran logro la segunda prueba en lago negro. Usaste branquialgas ¿No es así?-
-Si, señor- respondí.
-Muy ingenioso. Es un hierba poco común- dijo entrando en su alacena rebuscando algo -no se encuentra en cualquier jardín. A igual que esto-

El profesor había tomado un pequeño frasco de una de las estanterías y me miraba con muchísima seriedad.
-¿Sabes lo qué es?- preguntó.
-Por supuesto señor- dije con seguridad -Veritaserum también conocido como suero de la verdad. Unas tres gotas harían escupir todos sus oscuros secretos incluso a Voldemort. Tengo entendido que está prohibido usarlo aquí, al menos en alumnos-
-Tengo que darle 10 puntos a Gryffindor por tu conocimiento sobre pociones- habló sorprendido -a pesar del uso en ilegal en alumnos, mi mano podría deslizarse sobre tu zumo de calabaza matutino como tú o otro de tus amigos volváis a robarme-
-¿Disculpe profesor?- respondí incrédula -no hemos robado nada-
-No intentes mentirme- se molestó -se que estáis volviendo a hacer poción multijugos y averiguaré por qué-
-Hemos dejado ese vicio hace mucho profesor- dije para luego suspirar -se lo juro, no hemos entrado en su alacena para nada-
-Si sois culpables- dijo poniendo su afilado dedo índice frente a mi nariz -os juro que no volveréis a aprobar pociones en vuestra vida-
-De acuerdo profesor- dije para retirarme -disfrute de la prueba-

Abandoné el castillo y me dirigí al lugar de la prueba a paso veloz. Las gradas, iluminadas con antorchas, brillaban bajo el manto estrellado repletas de gente que gritaba emocionada.

Cuando me encontraba dispuesta a salir, una voz masculina sonó en mi espalda.
-Otro año que no me escribes- dijo el hombre -voy a empezar a pensar que tienes asuntos más importantes que yo-
-¡Papá!- grité al voltearme y corrí a su lado para estrujarle -creía que no vendrías-
-Me escapé del ministerio- rió -¿Nerviosa?-
-Mucho- suspiré -¿Y el abuelo?-
-No ha podido venir- respondió pasando sus dedos en mi cabello para colocarlo en su sitio -pero tiene plena confianza en ti-
-¡Es la hora Potter!- gritó Perro Loco -¿Lista?-
-Ahora si- dije para agarrar la mano de mi padre  que me apretaba con fuerza.

Tomé aire un par de veces y salimos al campo.

Los cánticos de ambas escuelas resonaban en el ambiente mientras los cuatro campeones nos encontrábamos frente a un enorme laberinto acompañados de algunos familiares.
Al ver al padre de Mike, mi padre le estrechó la mano con una sonrisa.
-Siento mucho lo de la publicidad de tu hija Albus- habló el hombre.
-No importa- sonrió mi padre -ya sabes como son los adolescentes-
-¿Nerviosa?- dijo Mike poniéndose a mi lado.
-Mucho- suspiré -pero tengo que pensar que es lo único que nos falta-
-Exacto- sonrió -que conste que... yo no quiero ganar este torneo-
-¿Por qué?- dije sorprendida -creí que te morías de ganas-
-¿Y dejar que sigan metiéndose contigo?- rió -ni en broma, prefiero que ganemos juntos como un equipo-

La profesora McGonagall se puso en su atril y usando el hechizo Sonorus hizo callar al resto.

Se aclaró la voz y comenzó a hablar.
-Esta mañana- habló la anciana -el profesor Jones puso la copa en el centro del laberinto, solo él sabe exactamente donde está. Dado que el señor Evans y la señorita Potter empatan en primera posición, serán los primeros en entrar al laberinto seguidos del señor Krumm y la señorita Weasley. El primero en tocar la copa será el campeón del torneo. Nuestro personal patrullará el perímetro, y en caso de que alguno quisiera retirarse de la prueba, solo tendrá que lanzar chispas rojas con su varita. Contendientes, venir aquí ¡Rápido!-

Los cuatro competidores fuimos junto a la directora rápidamente.

Formamos un círculo para que nadie escuchase lo que nos decía.
Pasó su brazos rodeándonos y habló por última vez.
-En el laberinto no hallareis dragones, ni criaturas abisales- dijo -aún así os enfrentareis a algo mucho más desafiante. Las personas cambian en el laberinto, encontrar la copa si podéis pero estad alerta, os podéis perder a vosotros mismos en el intento. ¡Campeones, a vuestros puestos!-

Al separarnos, cada uno se colocó en su posición junto a nuestros profesores.

Mi vista se dirigió a las gradas donde mis amigos cruzaban los dedos en señal de suerte y por última vez en mi padre, en el cual el miedo brillaba en su máximo esplendor mientras en las gradas los gritos de ánimo se hacían presentes.
-Cuando entres el el laberinto- susurró Perro Loco -ve siempre hacia la izquierda-
-De acuerdo profesor- respondí.
-Mucha suerte Potter- dijo dando unos suaves golpes en mi hombro mientras la directora lo miraba de forma sospechosa.

Como había dicho McGonagall y tras el cañonazo de Filch, Michael y yo fuimos los primeros en entrar en aquel oscuro y frío lugar.

Cuando el espeso arbusto bloqueó mi camino de vuelta, pude notar como los gritos de mis compañeros dejaban de sonar en el acto, al igual de como el aire de aquel siniestro laberinto era mucho más denso de lo normal. Trague saliva con fuerza y comencé a deambular en la dirección que me había indicado el profesor.

La niebla que se extendía por los pasillos, dificultaba mucho la visión, por lo que en ocasiones me vi forzada a utilizar Lumos. No podía escuchar nada, ni siquiera el sonido de mis propios pasos exceptuando cuando se cerraban los pasillos de forma inesperada y el chasquido de algunas ramas. Aquello era tan sumamente aterrador que ni el viento circundaba en los alrededores. A medida que iba adentrándome más y más en la gélida zona, podía notar como la ansiedad intentaba hacerse con el control de mi cuerpo, pero debía mantener la cabeza fría y despejada mientras me mantenía alerta de los posibles peligros que pudiese encontrarme, a pesar de las referencias de McGonagall.

De pronto escuché un grito, el grito de mi prima Dominique. Sin pensármelo dos veces, corrí al lugar de donde provenía el sonido y la vi inconsciente en el suelo, mientras un montón de ramas intentaban ocultarla bajo los árboles.

La magia de la deducción (Parte 4) (Sherlock Holmes y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora