Once Upon A Benlos

20. La Historia De Un Ladrón

¿Alguno de ustedes se a preguntado cómo es que Jay sobrevivió 2 años solo en los bosque de Auradon? Si la respuesta es si, no se preocupen más ya que se los contaré.

Todo comienza cuando Mal, Evie y Jay se adentran al museo en su primer día en Auradon, su misión era fácil; encontrá y robar la varita del Hada Madrina, nada que estos tres villanos no pudieran hacer, o por lo menos eso era lo que creían.

No había existido mucho problema, para entrar, Mal había utilizado uno de los hechizos del libro de Maléfica, lo mismo hizo para dormir al único guardia del museo, los tres se burlaron de lo ingenuos que eran en Auradon, realmente tenían que serlo si es que creían que solo un guardia era suficiente para custodiar los objetos mágicos que se exhibían en el museo de historia natural. El único problema fue que se perdieran un poco al buscar la varita, pero no los culpen, solo en Auradon se les ocurre tener más de 40 exhibiciónes en un solo museo, una más grande que la anterior, para ninguno de los 3 jóvenes villanos fue una sorpresa que se encontraran perdidos en un lugar tan colosal. Después se toparon con las estatuas de sus padres y por alguna extraña razón insistió en quedarse sola, más de lo necesario, frente a la estatua de su madre, pero como ni Evie a Jay les importaba decidieron seguir buscando ellos dos mientras Mal hacía lo que se supusiese que estaba haciendo. Caminaron y recorrieron otro par de exhibiciónes, entre ellas una exclusivamente dedicada a todas y cada una de las coronas utilizadas por cada uno de los gobernantes, príncipes y princesas de todos los reinos de Auradon, después de eso era más que obvio que al quedarse Evie abmirador la exhibición de las coronas, el único que siguió buscando la varita fue Jay, el cual camino a través de un largo pasillo y al final se encontró con una especie de campo de fuerza mágico, en el centro de este se encontraba lo que tanto había anhelado, esa era su oportunidad de probarle a su padre que podía ser más que un simple ladrón que llenaba los escaparates destrozados de su tienda, con eso todo el mundo sabria quien era Jay y que no debían meterse con el.

- ¡Escuchen! ¡Si ya terminaron de jugar par bobas será mejor que vengan a ver esto! ¡La entre!-

Ambas chicas salieron de sus pensamientos y corrieron lo más rápido que pudieron en la dirección de las palabras de Jay, la primera en llegar fue Evie y segundos después Mal.

- Es aún más hermosa de lo que imaginé, pero esperen, ¿Que es eso?-

- ¿De que hablas?, Es perfectamente poderosa- el deseo de poder era más que evidente en el rostro de Mal.

- De eso- Evie señaló lo que parecía como si el mango de al varita estuviera roto, como si alguna pieza faltase.

- Esto...esto no puede estar pasando, ¿Por qué el Hada Madrina guardaría una varita rota?-

- ¿Realmente está rota?-

- ¡Claro que los está!, En el mango falta la piedra que le da poder a toda la maldita varita, sin esa joya esto no es más que un inservible pesado de madera- Mal no pudo terminar de quejarse ya que una gran alarma comenzó a sonar en todo el museo, era imposible no escucharla y era más que obvio que el culpable había sido Jay al intentar tomar la varita, está tan distraído abmirando el poder que creía que la varita poseía que no escucho lo que Mal y Evie decían, además de que tampoco pensó en que el campo de fuerza podía contener una alarma. Como no contaban con alguien que pudiera tener la alarma, lo mejor que pudieron hacer fue escapar, correr y esperar ser más rápidos que la guardia real que en cualquier momento llegaría al museo.
Pero como sabemos eso no pasó, Jay pudo escapar por una ventana en el mismo momento en que la guardia real entraba al museo, el escapó, pero Mal y Evie fueron atrapadas, Evie fue exiliada de Auradon y Mal quedó bajo el cuidado del Hada Madrina, mientras tanto Jay solo corría y corría a través del bosque, no sabía que hacer o a donde ir, solo sabía que no podría volver a la isla sin aquella preciada varita, si lo hacía Maléfica seguramente lo mataría y su padre no haría nada para evitarlo, ya que si volvía sin la varita no sólo sería la vergüenza de la isla, sería la peor equivocación y error de su padre. Así que solo pudo hacer lo que sabía hacer mejor, correr y escapar sin mirar atrás, como si acavace de robar algo de gran valor y tuviera que llegar rápido a la tienda de su padre.