—Os quedaréis aquí hasta que dé con vuestros familiares.
—Espera, ¿nos dejas y te vas? —dijo Anne nerviosa.
—Volveré con comida cada semana. Es muy importante que no salgáis. Estáis seguros aquí, y encontraré a vuestros familiares para que podáis volver con ellos.
—Yo sé dónde está mi familia. —Anne puso los brazos en jarras y miró a Albert desafiante—. No necesito que las busques por mí. Dame un teléfono para poder llamar a mi padre.
—Lo siento, pero estas son mis normas.
—Déjame llamar a mi padre, llevo siete años sin verle. S'il vous plait, por favor. —Juntó ambas manos suplicando.
—Primero tengo que hablar yo con él, ¿cómo se llama? —Sacó una pequeña libreta y un lapicero.
—Bernard Blanc —respondió Eliot—, y nuestra madre Carine Daniau. De Paris.
—Vale, y vosotros sois los mellizos Blanc; Annette y Eliot. Diecisiete años, ¿me equivoco?
—No, todo correcto.
—¿Recordáis dónde os cogieron?
—Entramos en una tienda de chucherías. —Anne se aclaró la garganta y miró a sus pies—. La mujer de la caja nos dijo que las más dulces estaban en la despensa, la seguimos y nos durmieron con algún producto. Cloroformo tal vez. Cuando desperté mi hermano no estaba, y yo estaba en una casa. Sola. Fui la primera en Adna.
—¿Y tú chaval?
Dail tenía las manos metidas en los bolsillos, y nervioso trazaba surcos en el suelo con la punta del zapato.
—Mi madre se llama Yaiza Taima, y mi padre Jonay Hernández. Son canarios, de Tenerife. También tengo una hermana pequeña; Iraya. No sé si servirá de algo.
—Dailos Hernández, dieciséis años, ¿verdad?
—Sí. —Hizo una pausa—. Y me atraparon cuando saqué de paseo al perro. Tenía ocho años.
—¿Y tú niña? —Albert levantó los ojos de la libreta.
—Yo no me acuerdo de nada —respondí.
—Maddison me ha dicho que te llamas Erika Suarez. Quince años. Llegaste a los ocho años. Pero no sé nada más, ¿no recuerdas nada?
Negué con la cabeza.
—Eso será un problema —Agarró el lapicero con los dientes y lo mordisqueó unos segundos—. Buscaré denuncias de desaparición a tu nombre, aunque eso será complicado. Pero no te preocupes; encontraré a tus padres.
Se dio la vuelta y subió al barco.
—Cuidaros muchos chicos —declaró antes de arrancar el motor y alejarse.
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Al otro lado de la puerta ©
Science FictionSi has pasado toda tu vida entre rejas puede que no seas consciente de ello. *** Con qué facilidad se puede quebrar un pensamiento; toda una vida. Erika gira en torno a su mundo, rodeada de sus seres queridos, inmersa en los libros y la rutina. Un d...