Capítulo 7

7 4 0
                                    

Esa misma noche me di cuenta de que había estado viviendo dentro de un huevo; oculta en la oscuridad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa misma noche me di cuenta de que había estado viviendo dentro de un huevo; oculta en la oscuridad.

Y empezaba a romper las paredes de mi blanda prisión, dejando entrar rayos dorados de sol, permitiéndome observar el exterior. Haciéndome ver desde mi escondite que el mundo era más que un huevo. Y ahora lo sabía, aunque no podía llegar a él.

*****

Aniria era mucho más amplio que Adna, y aunque la luz era muy clara, el ambiente era desagradable, tétrico incluso.

Supongo que es una sensación parecida a estar en casa de un extraño, con gente desconocida. Ese no era mi hogar, y no se acostumbraba a mis necesidades ni rutina.

Por el megáfono, la voz metálica de una mujer anunció la hora de despertarse e ir a desayunar.

Leura se desperezó a mi lado.

Me dolía verla así. Tan madura y tan niña al mismo tiempo, porque se había hecho mayor muy rápido, sin darle tiempo a asentar la infancia correctamente.

Me miró y sonrió. Abrió el armario y sacó unos pantalones y una camiseta de tirantes. Me lanzó otro conjunto prácticamente igual. Y es que aún no me habían facilitado más ropa.

Cogió un neceser pequeño que tenía debajo de la cama y sacó un peine y una goma de pelo con la que se hizo una rápida trenza. Me tendió el peine.

—Supongo que el arreglarse correctamente se ha terminado para siempre —repuso algo apenada. Y es que Leura siempre fue muy coqueta. De todos modos su belleza seguía resaltando por encima de esa ropa sosa—. Me hubiera gustado verte en tu ceremonia, seguro que estabas preciosa.

Salimos de la habitación, y me fijé en que todas las puertas del segundo piso estaba abiertas de par en par y, que en ambos lados del octógono había reunidas decenas de personas.

—Aquí estamos las chicas —aclaró Leura—, y allí los chicos. Ya ves, de pronto no son criaturas fantásticas —añadió con aflicción.

—También lo sé.

—¿Y cómo sabes tantas cosas si no tienes LFM? —inquirió ladeando la cabeza.

—La chica nueva en Adna me lo contó.

Nos reunimos con Riley, subimos las escaleras hasta el tercer piso y entramos en el comedor, que era amplio. Las paredes eran blancas, y la pintura empezaba a desconcharse. Había tres decenas de mesas repartidas, y en cada una jarras con zumo o leche y bandejas con galletas y fruta.

Chicas y chicos tomamos asiento. Me latía muy fuerte el corazón, porque era como ver dragones desfilar frente a mí. Porque nunca había visto otro ser vivo que no fuera del sexo femenino.

Ellos tenían el pelo corto, y los hombros más anchos. Eran de media más altos, y su voz más grave. Y me hicieron sentir incómoda y fuera de lugar.

Al otro lado de la puerta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora