Capítulo 5

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Son varios los momentos que marcan a una persona

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Son varios los momentos que marcan a una persona. Pueden presentarse como una amigable sonrisa, o el perfume de una persona querida. Tal vez el día en el que conociste a tu mejor amigo, que en mi caso fue Dail.

No nos damos cuenta de la importancia de esos momentos hasta que han pasado, y realmente los echamos de menos.

Luego están los malos. Esos momentos que dejan su marca lacerando tu cuerpo sin piedad. Los golpes que te moldean como si fueras una pieza de barro.

Evoco los míos propios y un cuervo carmesí anuncia la muerte graznando. Y me veo a mí misma, frente al espejo, el día de mi ceremonia, con los labios pintados de un tono cereza fuerte y el cabello recogido en una complicada trenza. Esa imagen sigue hoy en día en perfecto estado en mi mente. Y no me reconozco, me veo rota y triste.

«Tú siempre has sido una persona alegre, ¿dónde te escondes sonrisa mía?».

El vestido y las joyas me hacen parecer mayor, los atuendos se asemejaban a los de una boda de gente rica. Y no era que no me viera hermosa, como siempre había deseado o había leído en mis libros. Simplemente, esa no era yo.

Siempre imaginé el día de mi ceremonia como algo mágico y único, el comienzo de una nueva etapa dorada. Al irse Leura comencé a temerla y a pensar que la puerta era la entrada del Averno. Y ahora que realmente era mi ceremonia no sentía nada, o al menos, nada fuerte. Solo quería que todo pasara rápido.

—Estás muy guapa. —Maddison forzó una sonrisa y me miró a través del espejo.

—Gracias.

—Escucha Erika Sé cómo te sientes, y sé lo que piensas.

«¿Ah sí?», me dije con cierta ironía.

—Tú eres fuerte. Más de lo que piensas. Eres diferente Erika, no eres un puto borrego.

Maddison jamás había jurado en mi presencia. ¿Yo diferente? ¿A qué se refería?

—Escúchame atentamente. —Miró alrededor para confirmar que nadie escuchaba y aplicó los labios en mi oído—. Yo también sé muchas cosas. No estás sola en esta locura cariño.

—¿Qué?

—Dail es una buena persona. Te recomiendo que permanezcas a su lado

La puerta se abrió y Maddison se incorporó sobresaltada.

—Erika mi amor, mira que preciosidad. ¿No es guapísima? ¿Qué piensas tú Maddison? —inquirió la Dama de Blancas radiante—, vamos, ya está todo listo.

Me rodeó con el brazo y me acompañó hasta el salón, donde semanas antes Leura había celebrado su ceremonia.

Nada más atravesar el umbral las chicas se me tiraron encima. Naya estaba hecha un mar de lágrimas, y se abrazó con fuerza a mis piernas.

Al otro lado de la puerta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora