Caigo, caigo, caigo al vacío. Braceo y pataleo, pero no hay nada a lo que agarrarse.
Finalmente toco fondo y, cuanto mi cuerpo hace contacto con el suelo, se levanta una enorme nube de polvo que me deja ciega. El polvo invade mis pulmones y toso intentando expulsarlo.
La nube se desintegra y, veo ante mí, piezas de algún objeto, esparcidas por el suelo.
Me agachó y rápidamente las tomo entre mis manos. Con total certeza sé que debo unirlas, de modo que las pongo frente a mí y, con sumo cuidado, las hago encajar.
Tengo un corazón simétrico entre mis manos, brillante y precioso. Lo introduzco en mi pecho y encaja a la perfección. Los engranajes vuelven a girar, la máquina funciona de nuevo.
Y entonces, abro los ojos.
Estoy en mi cama. La noche está en calma y el cielo despejado, plagado de estrellas luminosas. Solo se oye su respiración acompasada y suave.
Agarró las mantas con todas mis fuerzas, y grito tan fuerte como puedo, durante tanto tiempo que me desgarro la garganta, quedando muda por varios días.
Ahora está llorando.
*****
Emergieron del centro de la tierra, fuertes y robustas, para entrelazarse con mis pies y unirlos al suelo. Haciéndome imposible moverme del sitio.
Escuché un chasquido en mi interior, y un dolor tan profundo como el mismísimo Universo. Y supe con total seguridad que algo muy importante se había quebrado en mi interior, para siempre.
Todo se ralentizó a mi alrededor, y dejó de tener importancia.
Pude volar por encima de mi cuerpo y verme a mí misma, con la mirada fija en la bañera. Y a Leura, completamente muda y con los ojos cristalizados, una lágrima se deslizó silenciosa por su mejilla.
A mí ya no me quedaban lágrimas para llorar, ni voz para gritar. Solo quería quedarme allí el resto de mi vida.
Es curioso lo que la muerte se lleva de una persona. La piel de Riley se veía más pálida de lo normal, y el color carmesí resaltaba horriblemente con esa blancura. El rubor en sus mejillas y el brillo en sus ojos también se habían esfumado. Y Riley, ella se había ido. Ahora solo quedaba el cuerpo en el que una vez habitó; un caparazón vacío.
Parecía indefensa en el agua, una pobre chiquilla atrapada en el inferno. Solo era una niña, solo éramos niñas. Volví a verla, a escuchar sus risas mientras jugábamos al escondite. El dolor era tan grande que no podía retenerlo en mi cuerpo.
Me volví al escuchar voces a mi espalda y, alguien tiró de mi brazo con fuerza, haciéndome retroceder. Podían llevarse mi cuerpo, pero mi mente se quedaría siempre en ese lugar, unida a las raíces. La imagen de Riley se grabó a fuego en mi retina, y cada vez que parpadeaba aparecía ante mí.
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Al otro lado de la puerta ©
Ficção CientíficaSi has pasado toda tu vida entre rejas puede que no seas consciente de ello. *** Con qué facilidad se puede quebrar un pensamiento; toda una vida. Erika gira en torno a su mundo, rodeada de sus seres queridos, inmersa en los libros y la rutina. Un d...