1. M.Y.G-A

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SeokJin

Reviso mis notas, una por una. Tacho algunas cosas y agrego otras. Tomo una que otra foto instantánea y la coloco en mis apuntes.

Dirijo la mirada hacia la razón de mis notas, la chica nueva como la han bautizado mis demás pacientes. Miro detenidamente a la muchacha, sin hablar, sin moverme. Permanezco atento a cada uno de sus movimientos. Observo desde mi asiento como se levanta de su puesto para acercarse a las repisas donde reposan sus juguetes, como lleva su dedo índice a sus labios ocultos por el cuello de su sweater, pensativa, y como sus ojos parecen brillar cuando encuentra el juguete que estaba buscando. En eso, intento analizar en la lejanía la posible historia detrás de lo que intenta mostrar, lo que intenta decir sin palabras. Y es que, desde el primer día, tuve que aprender a cómo descifrar las señas que hacía la chica para poder comunicarse. Pues, desde ya hace dos semanas de intentos para hacer que la menor hable, no he podido lograrlo. Solo silencio.

Desde la primera vez que la vi, enfrente de la puerta de mi residencia terapéutica -como me gusta llamarlo- extendiéndome una nota cuando le pregunté su nombre, no he dejado de interrogarme sobre ella. He tenido pacientes complicados, muchos. Pero ninguno me ha despertado tanta curiosidad como aquella delgada chica. Porque, ¿quién en su sano juicio se internaría a sí mismo en un hospital psiquiátrico?

Sin embargo, no es una paciente físicamente complicada, no es una paciente con el cual se requiera usar la fuerza. Al contrario, es demasiado simple y tranquila. Aparentemente sin preocupaciones, sin modos violentos o problemas de comportamiento. Solo es una chica que piensa mucho y habla poco. Y eso, fuera de ser provechoso para su cuidado, nunca fue positivo en cuanto a su estudio interno. Intentaba comprender a mi autodenominada paciente y todo lo que traía consigo, pero, sin historiales técnicos o fichas previas la tarea se hizo más difícil.

En un principio, me desesperaba fácilmente y pasaba noches enteras intentando hallar una solución o alguna idea para tratarla. No veía avances de ningún tipo en ella. No hablaba conmigo, no me permitía llegar. El no tener información me hacía trabajar a ciegas. Lo único con lo que contaba, era con esa nota que se me fue ofrecida al primer encuentro. Nota que mostraba "busco a suga..." escrito en bolígrafo. Y cada vez que le preguntaba por su nombre, lo escribía una y otra vez.

Me tomé el tiempo de analizar la situación desde otro punto de vista. Cuando constaté su problema del habla, empecé a buscar las razones y causas, pero me di cuenta que ese era mi error, que el camino correcto no era forzar una respuesta, era jugar con ellas.

Así que cree una divertida técnica para poder llegar más fácilmente a la chica: la caja de arena. En esta técnica el paciente elige las figuras y elementos que utilizará para "jugar" con una caja de arena, procurando no guiar demasiado al sujeto para que todo lo que haga sea espontáneo. Yo superviso, pero sin interpretar ni dirigir, solo respondiendo a las interacciones que inicie el sujeto, en este caso, sus señas. Se respeta el tiempo y el estilo del paciente, creando un espacio "sagrado", procurando dar instrucciones solo iniciales y muy abiertas. De esta manera el paciente puede representar sueños, pensamientos y sentimientos, de manera tridimensional.

Sonrío. Sin duda ha sido lo correcto. En los días que estuve estudiándola, he descubierto que la muchacha parece abrirse si jugabas con ella. Como si de una niña se tratase. Por lo que no pude haber ideado mejor terapia que esa.

Mis pensamientos son interrumpidos cuando siento a la chica levantarse nuevamente, yendo hacia mi dirección. Toma mi mano y en silencio me lleva hasta donde se encontraba sentada. Ladea su cabeza, en señal de que vea la caja de arena. Me ajusto los lentes y examino su creación. Un charco de agua hecho de papel azul y encima de él, una fuente. A los costados arbustos y árboles. Un edificio se alzaba majestuoso entre la flora y un columpio junto a un deslizadero otorgaban el toque final: un parque. En la esquina, apartados, una figura de un hombre cercando a la figurita de una niña. El hombre apuntaba hacia la pequeña figurita de rodillas. Y pude obtener una pista por fin sobre su pasado.

Abusada cuando pequeña. 

¿Violencia intra-familiar?

Sin embargo, eso no es lo que más me llama la atención. Mis ojos se abren desmesuradamente al notar otra cosa más, lo que se escribía en el centro de la caja. Dos nombres delineados por pequeñas piedras y caracolas. Logro reconocer el primero, es el mismo de la nota. Alzo mi ceño fruncido hacia la menor y después de unos segundos, este extiende su brazo y apunta con su dedo hacia la caja. Miro en esa dirección y diviso algo que no había notado antes: un tiranosaurio rex, detrás de su figurita. Más tarde, señala a su propia figurita y cambia la dirección hasta el segundo nombre en el centro de la caja.

-Nana- leo- ¿ese es tu nombre? -ella asiente con la cabeza y vuele a señalar con el dedo apuntando nuevamente al dinosaurio para luego dirigir su dedo hasta el primer nombre en el centro de la caja- ¿suga...?

-

Después de mis sorprendentes, pero aún inconclusos avances con Nana- me siento mejor teniendo un nombre al cual referirme- procedo a ir a mi oficina para redactar todo en su archivo. En esas veo a Yoongi tomando un encendedor de su bolsillo después de mirar a ambos lados, como fijándose si hay algún doctor o enfermera cerca. Lo enciende. La llama lo mantiene ido por unos segundos antes de colocar su mano sobre esta. Lentamente baja su mano hasta casi tocarla. Como si el ardor que debería sentir no estuviera, como si no siéntese nada. Doy media vuelta para dirigirme a él. Sigue jugando con la llama, paseando su mano sobre ella y cuando estaba a punto de atravesarla por completo, logro arrebatar el encendedor de su mano.

-Pensé que te los había decomisado todos, ¿cómo es que consigues más de estos? - miro de reojo las iniciales M.Y.G-A escritas en marcador negro y procedo a guardar el encendedor en mi bata.

-No te importa- Yoongi se encoge de hombros y mete sus manos en sus bolsillos al tiempo que tomo asiento a su lado.

-Ya hablamos de esto. Si tanto quieres salir de aquí, debes dejar estas cosas- rueda los ojos en respuesta, pero deja caer sus hombros en derrota. Sabe que tengo razón. Y claro que no iba a admitirlo. Así que, esquivando cualquier intento de conversación, se levanta y lo dejo marcharse por esta vez. Este ha sido un día lleno de sorpresas e información que asimilar y estoy algo exhausto por lo que, imitándolo, retomo mi camino a mí oficina.

Dispuesto a descansar un poco, retiro la bata de mis hombros y al momento de dejarla a su suerte sobre la mesa, el golpe de algo contra la superficie de la misma llama mi atención. Retiro del bolsillo el encendedor de Yoongi y lo observo con cuidado. Con este han sido cuatro encendedores decomisados, y espero que no tenga más escondidos.

En la mesa, abro el cajón donde están los demás encendedores para colocar el nuevo, y al instante noto algo. Aunque estoy al tanto de la costumbre - o más bien manía- de YoonGi de marcar sus pertenencias con sus iniciales, cada encendedor tiene escritas esas mismas iniciales con una letra adicional. 4 letras: A-S-U-G. Enseguida mis pensamientos se trasladan a mi encuentro con Nana.

-No puede ser.

Tomo los cuatro en orden y los coloco sobre la mesa.

M.Y.G-S

M.Y.G-U

M.Y.G-G

M.Y.G-A

Me tambaleo un poco, sorprendido. Esas iniciales adicionales habían pasado desapercibidas. Sin embargo, ahora puedo conectar todo. Ese mismo nombre formado al unirlas, es el que estaba escrito en la nota y en la caja de arena.

-YoonGi...

Precious mind - |YoonGi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora