Agoney tenía 13 años. Era un crío en todos los aspectos ya que sus padres lo habían tratado como tal durante toda su vida y no tenía esa pequeña independencia que se les daba a los pre-adolescentes, vivía en una burbuja de seguridad que le habían construido sus padres. El chico tenía el pelo oscuro, unos ojos marrones intensos y una sonrisa casi perfecta. Era el más alto de todos sus compañeros, pero no era alto en sí. Tenía unas manos grandes, y gracias a esto, podía tocar el piano y la trompeta.
Empezó desde muy pequeño a tocar la trompeta, luego avanzó con el piano. Le obligaban a aprender a leer partituras. Hizo varias actuaciones en Adeje, donde vivía. Llevaba 5 años. Así que más adelante, empezó a utilizar la voz. La trabajó, día a día. En casa no paraba de practicar y ensayar, al punto que dejó a un lado los estudios. Tenía notas muy malas, casi no subían del 6 algunas. Sus padres se dieron cuenta de esto y decidieron tomar la mayor decisión de la vida del pequeño hasta ahora. Lo quitaron de las clases de música pero obviamente, Agoney no era tan tonto. Al siguiente parcial, subió las notas como si lo hiciese cuando él quería. Entre 8 y 9, volvió con una felicidad a sus clases. Tenía claro que, Agoney vivía por y para la música. Era la único que le hacía eso, ir por la calle feliz. A los 14 años, era la voz más potente de toda la clase. Era el único chico que podía hacer los agudos, y era raro ya que en esta época todos los chicos estaban mudando la voz. Pero Agoney, era distinto a todos, parecía que era de otro planeta.
Lo llevaron a una actuación fuera de Canarias, una experiencia nueva para él sin duda. Llegaron a Barcelona, nunca había salido de Canarias y menos de su burbuja. Se sentía inseguro por primera vez y se agobiaba el verse solo. Un hotel lleno de adolescentes, entre 14 y 13 años. Corriendo por los pasillos y bajando por las escaleras casi rodando. Habían maestros persiguiendolos. Les podía tocar en habitaciones con otros grupos distintos. Con una maleta en mano, su trompeta en la otra y con aire de inseguridad Agoney abrió la puerta. A primera vista no se veía nada, una maleta roja en el suelo cerrada. “¿HOLA?” dijo Agoney, en un tono suave. Un chico enano apareció por la puerta del baño. Era un chico rubio, bajito y con una sonrisa amplia.
- Hola, ¿Quién eres?. -dice el chico, simpático
- Agoney, tú.. compañero. Supongo. - se toca la nuca, rascándose con suavidad.
- Ah, bueno. En todo caso, me llamo Raoul. - le extiende el brazo, en una cierta distancia entre los dos adolescentes.
- ¿Raúl?
- No, osea sí. Pero es con una “o” en medio de la “a” y la “u”.
Agoney se le quedó mirando, extrañado.
- Mejor no preguntes.
el chico se marchó hacia la cama, donde se tiró de un salto. Agoney dejó la maleta, cerca de su cama y soltó la trompeta encima de ella con suavidad. Se sentó y suspiró intensamente, con miedo. El pequeño Raoul se da cuenta, y rompe el silencio que se había quedado entre los dos.
- Eres.. ¿Andaluz?
Agoney empezó a reírse, pero cortó al instante al ver la cara del otro chico sin ninguna gracia.
- ¿De qué coño te ríes, Agoney? - le tira el cojín desde donde estaba.
- Soy de Tenerife. - esboza una sonrisa, algo irónica.
- Ostias, ¿tan lejos llegan hasta aquí? - ríe.
- ¿Tú eres tonto o qué, niño?.
Agoney se molestó, y se dirigió al baño mientras el otro no paraba de reírse. Cerró la puerta con un golpe y se sentó en la tapa del váter. Se inclinó hacía delante y cerró con suavidad los ojos mientras se ahogaba en un suspiro. Realmente, empezó a sentirse bastante atacado.
Empezó a sentirse así, porque no le habían enseñado a defenderse antes. Porque vivía lleno de seguridad y nunca le habían hecho daño, el más mínimo.
Al rato, Se levantó y se lavó la cara. A lo que se abre la puerta de atrás, un pequeño cuerpo casi del tamaño del hombro de Agoney, se acerca a donde está él. Una voz casi chillona, con un polo de marca y unos vaqueros blancos cortos. Parecía el típico niño mimado de mamá y papá que se reía de todo aquel que parecía débil, pero Agoney realmente lo era y se estaba dando cuenta ahora:
- ¿Estás llorando? - dice algo arrepentido.
- No, sólo me lavaba la cara.. estúpido.
Agoney suelta la última palabra en un susurro para que no la escuchara Raoul, pero lo escuchó.
- ¿Estúpido? Já. Si no estás contento con el compañero de piso que te ha tocado, “agoney” - deletrea su nombre como si fuese algo raro, poniendo los dedos entre comillas.- puedes pedir el cambio.
Agoney lo miró con ganas de matarlo, le estaba cogiendo todo el odio del mundo en menos de 5 minutos.
- Me estás poniendo mi nombre entre comillas cuando el tuyo lleva una “o” innecesaria, paleto.
Le soltó rápido de lo enfadado que estaba. Raoul no dijo nada, agitó la cabeza con ira. Apretando los labios con fuerza y se fue del baño.
No se dirigieron la palabra en los 2 días Siguientes, pero sí convivieron los dos juntos sin ningún problema. Solo se decían “buenas noches” y “buenos días” por simple educación mutua. Pero, el dia antes de la actuación, después de tantos ensayos con los coros y después de hacer el ensayo general en el teatro. El autobús les habían dejado fuera. Casualmente, solo a ellos dos:
- Joder Agoney..
Empezó a Agobiarse y a no parar de moverse.
- Agoney, ¿que hacemos ahora?
Agoney tenía cara de asco y de haberse quedado con él a solas. Pero lo aceptó y asumió enseguida
- No sé, ¿llamamos a nuestro taxi privado? -bromeó.-
- Ni puta gracia, Agoney.
- Pues ya puedes empezar a caminar, amigo.
Agoney lo dejó atrás, caminando con la trompeta en la mano y cargando a duras penas con su cuerpo. Raoul lo alcanzó enseguida, pero no hubo ninguna conversación. Agoney lo miraba a veces de reojo. El frío de la calle, y el poco abrigo que tenía el pequeño rubio. Temblaba y lo notaba Agoney. Después de varios minutos, se quitó su chaqueta y se la dió a Raoul. Aunque no muy convencido y con mucho asco, le estiró la mano para dársela:
- Gracias Agoney, de verdad. - le sonrió en forma de agradecimiento.
- No me las des y empieza a ser más amable conmigo, idiota. - lo soltó de un modo muy a bromas de colegas.
Empezaron a caminar de nuevo.
- Realmente eres un Agonías eh. - rió Raoul, dándole un codazo al otro.
Se quedaron un rato en silencio, aunque Agoney no pudo evitar sonreír tras ese comentario del rubio. “Agonías” le sonaba una y otra vez en la mente. Y lo más raro era que no se enfadase como lo hacía siempre por los comentarios tan regulares que hacía Raoul sobre el. Pero no lo hizo.
Agoney empezó a Temblar de frío, pero no quería que Raoul notase eso y se hizo el machito. Después de varios minutos, el pequeño rubio chasquea su lengua y pasa su brazo por la espalda de Agoney. Dándole un poco de calor y lo que hizo disminuir la velocidad del paso a la que iba Agoney.
- No seas gilipollas Agoney. Tenemos frío y de alguna forma tenemos que entrar en calor.
Soltó el rubio tan tranquilo. Agoney no dijo nada de ese comentario. Minutos después, llegaron al Hotel. 2 profesores estaban en la entrada, esperándolos seguramente. Subieron a la habitación los dos y se pusieron cómodos. Raoul aún llevaba la chaqueta de Agoney.
- Está guay vivir aventuras, aunque sea con un Agonías. -ríen los dos.- Pero gracias por darme tu chaqueta cuando tenías frío también, ningún otro amigo mío hubiese hecho eso.
Agoney lo observaba ya acostado en su cama, repasando las partituras en pijama. Raoul estaba vestido, en su cama. Le tiró la chaqueta en la cara mientras Agoney tocaba. Ya sabía lo mucho que le molestaba que le interrumpiera mientras ensayaba. Ya lo conocía algo más.
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Minute By Minute - Ragoney
FanficY cuándo menos lo esperas, las oportunidades vienen, el amor se hace y la música se compone. Cuándo menos lo esperas, ahí está alguien que se ha enamorado de ti tanto como tú de él. Era ese Rubio, que prometía estar ahí y ese Canario, que le encanta...