- ¿Kanato? Abre, por favor – había dicho Reiji al tocar la puerta otra vez.
Todos estábamos frente a la puerta de la habitación del susodicho, esperando una respuesta. Hacía ya veinte minutos se había encerrado ahí después de un ataque de ira que sufrió al perder al peluche de oso, del cual solo se pudo salvar el parche que cubría su ojo izquierdo.
- ¡Déjenme en paz! – gritó desde adentro, con voz ronca y entrecortada.
Las dos muchachas que aparentaban diecisiete como yo estaban a nuestro lado, mirándose de reojo cada dos o tres minutos. La albina había dicho llamarse Avril, pero aún desconocíamos el nombre de la castaña. Reiji tocó la puerta por una última vez, esperando una respuesta positiva por parte del chico, que llegó en forma de lamento ahogado antes de que la puerta se abriera apenas un poco. El brazo de Kanato atrapó mi muñeca y me arrojó dentro del cuarto con fuerza. Apenas caí al suelo, la puerta se cerró otra vez, causándole un grito ahogado a los presentes.
- Yui-san – oí decir, en un gemido, al dueño de la habitación.
Kanato estaba sentado contra la pared, pegando sus rodillas a su pecho con fuerza. Era muy extraño no verlo con Teddy en brazos, pero supuse que era hora de acostumbrarse al hecho de que el osito de peluche ya no estaba más en su dominio. Bajó la mirada, apoyando su frente en el hueco de sus rodillas, intentando a toda costa ocultar su rostro húmedo. Una silenciosa lágrima se derramó por su mejilla antes de que pudiera completar su objetivo.
- Estoy segura de que podremos arreglar a Teddy – dije, llena de esperanza, al acercarme un poco a él.
- Mientes – susurró –, Mientes como Teddy.
Hubo un corto silencio en nuestra conversación.
- Teddy me prometió estar a mi lado siempre – prosiguió –. Me dijo que se quedaría conmigo. ¡Pero se fue! ¡Me mintió, me mintió!
Comenzó a llorar como niño pequeño otra vez. No dudé en abrazarlo, aunque el error ya estaba hecho: me empujó con fuerza hasta el otro lado de la habitación. Recuerdo con una claridad horripilante el que mi espalda golpeó las puertas dobles, rompiéndolas por completo, y caer por el segundo piso hasta el primero. Caer, caer y seguir cayendo; aunque podría sobrevivir sin mucho esfuerzo, dolía a horrores. Creí sentir el suelo por un segundo, uno tan pequeño que pareció un espejismo fugaz, pero lo siguiente que recuerdo fue estar siendo sujetada por alguien.
- Raito – susurré apenas abrí los ojos.
Sus ojos verdes buscaron los míos con desesperación hasta que se encontraron finalmente. Suspiró, cerrando los ojos, y me dejó en el suelo con toda la delicadeza del mundo. Los escombros nos rodeaban; los pedazos de madera parecían querer herirnos a toda costa con sus afilados bordes. No me tomó mucho para notar, con un jadeo, que ya habían herido al pelirrojo. Un pedazo de madera estaba incrustado en su hombro, atravesándolo casi por completo y dejando que mucha sangre se deslizara por sus ropas hasta el suelo. Gruñó al llevar una mano a la estaca, que arrancó con un movimiento de muñeca rápido, fuerte y firme. La dejó caer al suelo, salpicando un poco de sangre suya en mi mejilla desnuda.
- ¿¡Yui!? – Subaru bajó de un salto del balcón destrozado, cayendo de cuclillas –, ¿Raito?
El tercero de los Sakamaki acomodó su sombrero y me sonrió dulcemente.
- Estamos bien.
- ¿Bien? – Repetí, frunciendo el ceño –, ¡No estás bien, idiota! ¡Estás herido!
Subaru llegó a nuestro lado después de esquivar los escombros con gran agilidad. Me miró por unos segundos, frunciendo el ceño.
- Tú también – me dijo.
No supe qué quería decir hasta que un sabor metálico llenó mis labios. Era dulce, muy dulce, y caliente además. Se deslizó por mis labios, por mi mandíbula, y cayó al suelo; era sangre. Estaba sangrando.
- El impacto con la puerta debió haber hecho que algunos vasos sanguíneos dentro de su cuerpo colapsen – opinó el menor, limpiando la sangre de mis labios con su dedo pulgar –. Ve a tu habitación y descansa un poco.
Asentí torpemente y me giré hacia donde Raito se quitaba la chaqueta. Su camisa blanca que llevaba por debajo de esta estaba impregnada de sangre color carmesí, pegándola a su cuerpo. Estaba visiblemente trabajado, dándole un aire más maduro y lleno de seguridad. Era guapo, muy guapo.
- Será mejor que me vaya a cambiar – dijo, riendo, y se llevó un dedo impregnado de sangre a los labios –. Cuídate, Bitch-chan.
Y desapareció, sin dejar rastro, solo dejando la imagen de su tallado cuerpo en mi mente. La muchacha de nombre desconocido bajó de un salto igual que Subaru, alzando una ceja y haciendo que sus grandes ojos observaran la habitación de hito a hito.
- Luciana – dijo Shu, mirándola desde arriba –, te mostraré tu habitación. Tú igual, Avril.
- Espera – dijo quien parecía ser Luciana.
- No, no me espero. Vamos.
Mientras ella subía, Kanato bajó. Aún tenía lágrimas en los bordes de sus ojos lilas, que amenazaban con derramarse con tan solo un sollozo. Caminó hasta donde Subaru y yo nos encontrábamos, abrazándose a sí mismo y jugando con una llama en sus dedos.
- L-Lo siento, Yui-chan – susurró, bajando la mirada –, Pero sabes que no me puedes tocar así como así, tonta.
Reí un poco.
- Me iré a mi habitación – dije, limpiando un poco la sangre que abarcaba mis labios.
- Te acompaño – escuché decir a Reiji, que se acomodaba los lentes.
Asentí y subí por las destrozadas escaleras, intentando no poner un paso en falso; de milagro, lo logré. Reiji iba al frente, sin darse vuelta, mientras yo caminaba obedientemente tras él cual perrito faldero que sigue a su amo. Abrió la puerta, dejándome entrar primero, y apenas entré me senté sobre la cama. Él, por su parte, buscó un pañuelo de mi tocador y lo tomó entre sus dedos sin guantes.
- ¿Qué pasó ahí adentro? – me preguntó al inclinarse hacia mí y limpiar mis labios con el pañuelo.
- Kanato-kun se enojó porque lo abracé.
- Ya. ¿Pero qué más?
No supe si decirle sobre que Teddy le había dicho algo. Siempre creímos que Kanato le hablaba a Teddy sin esperar respuesta, como cuando le hablas a tu perro o gato sólo para divertirte un rato. Pero, ¿Qué le haya respondido? Miré a Reiji por unos segundos, sin saber que decir.
- ¿Qué era Teddy para Kanato? – pregunté, seria y con un nudo en la garganta.
Su cuerpo se tensó y quitó el pañuelo de mis labios.
- Nada – aseguró, pero pude escuchar en su tono de voz una mentira.
- No, no era nada. Por poco e incendia la casa. ¿Qué era Te--?
- Ya hablaremos de eso otro día, Yui. Buenas noches.
Y se fue.
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Soñando con un Final Feliz [Diabolik Lovers Fanfiction]
Fanfiction"Te odio." "Y yo a ti, amor mío. " Komori Yui está en la línea de fuego de su transformación para ser una vampiresa, y al no tener una humana para saciar su hambre, los hermanos reciben dos nuevos sacrificios: las mellizas opuestas. Ambas, jóvenes y...