Prólogo

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- Yui, demonios, despierta de una buena vez.

Escuché la gruesa voz de Reiji en mi habitación como cada mañana. Las mantas de hilos negros cubrían mi cuerpo tan dulcemente que me daba pereza salir del capullo en el cual me había encerrado, pero por el tono que usaba el segundo hijo de los Sakamaki, supe que estaba empezando a perder la paciencia. Me di vuelta, mirando hacia el otro lado de la habitación; ahí, parado frente a mi cama, estaba él.

-     Buenos días, Reiji – dije en un ronco susurro, sin moverme –, ¿Qué haces en mi habitación?

Gruñó y murmuró algo tan bajo que ni siquiera yo pude oír. Después, se cruzó de brazos y negó una sola vez con la cabeza, mirándome con sus ojos rojizos llenos de impaciencia. Me senté sobre la cama, sujetando mi cabello en una coleta que se desparramó hasta tocar mi nuca.

- Vine porque debes alimentarte.

- Sabes que me da nervios – susurre –. Déjame.

- ¿Acaso nunca piensas en tu salud? – me espetó.

Su tono se volvió frío y cortante, cosa usual cuando me llamaba la atención. Me levanté de la cama, acomodando el pijama que había usado la primera noche que pasé en la mansión Sakamaki. Mis piernas me temblaron, y colapsé en el suelo con un golpe sordo, gimiendo suavemente por el dolor que influyó en mi cuerpo. Reiji, al verme en el suelo, fue a mi lado a toda velocidad y me ayudó a parar, sentándome en la cama con sumo cuidado. Sus ojos me inspeccionaron el rostro, y mientras fruncía el ceño se irguió.

- Estás muy grave. Si no te alimentas…

- Bien, bien, lo haré. – susurré, algo nerviosa. Suspiró, victorioso, y se aflojó la corbata.

Se sentó en mi cama al desabrocharse el primer botón de su camisa gris, y se quitó los lentes de montura negra segundos después. Me incliné sobre él, presionando mis manos sobre su pecho, que subía y bajaba al ritmo de su respiración. Si su corazón hubiera estado latiendo, ¿cómo estaría? ¿Acelerado, o a un ritmo normal? ¿Se abría sonrojado? Jamás lo supe; pero en ese momento sólo importaba que los pequeños y blancos colmillos que aparecían en mi dentadura ya casi salieran de entre las comisuras de mis labios, poniéndose en contacto con la piel desnuda de cuello de Reiji.

Habían pasado tres semanas desde el incidente con Cordelia y Ritcher. Mis recuerdos están muy borrosos; lo único que recuerdo claramente es el apuñalarme y despertar bajo la mirada atenta de Ayato… Y tener esa excesiva sed que no se acababa con tomar dos litros de agua. Hasta ahora recuerdo las frías palabras de Subaru, que salieron de entre sus labios en un susurro: ‘Yui, ya no eres humana. Ahora eres una Sakamaki más.’ Y sí, la sangre humana que alguna vez corría por mis venas se detuvo. No sentía mi corazón latir, y el dormir se volvió algo que no disfrutaba hacer en realidad.

Mis labios rozaron el cuello de Reiji al estar completamente segura de que había encontrado el punto perfecto para tomar la sangre del chico. Él se mantuvo quieto, sin siquiera respirar, cuando pude perforar su cuello con tan solo un poco de esfuerzo. La sangre brotó de su herida hasta mis labios lentamente, primero unas gotas y después salió más y más. Estaba tibia tirando para fría, con un sabor metálico y dulce digno de él. Desde mi transformación, él había sido el encargado de alimentarme por ser el mayor disponible. Debió ser Shu, pero él se la pasaba durmiendo, sin hacer ejercicio, así que su sangre no estaba completamente calificada para una recién-transformada.

Pasaron casi dos minutos. No sé cómo, no sé por qué, pero Reiji terminó tumbado hacia atrás en la cama mientras yo bebía de su cuello ávidamente. No me di cuenta hasta que una voz bastante familiar llenó de la habitación.

- Veo que te estás aprovechando de tus privilegios, ¿eh Bitch-chan?

Mis ojos se abrieron como platos y saqué mis colmillos de la tersa piel de Reiji. Ahí fue cuando me di cuenta de mi posición, y en cuestión de segundos estuve al otro lado de la habitación, cerca de mi balcón. Sentado sobre mi tocador, Raito rió y acomodó su sombrero negro con aire travieso para después ver como Reiji se erguía sobre la cama y se pasaba los dedos por la herida aún abierta.

- Raito, ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – pregunte, lamiendo mis labios manchados de sangre.

- Lo suficiente - respondió, divertido, al bajarse de mi tocador – Reiji, no pensé que serias capaz de algo así.

Mientras se colocaba los lentes, los ojos rojizos de Reiji me buscaron. Se apartaron de mí segundos después, y el segundo hijo de los Sakamaki volvió a colocarse la corbata y los botones que le faltaban. Miró por una última vez a Raito con mirada de hielo, para después salir a largos pasos por la puerta blanca de mi habitación.

- Creo que también me retiro – oí decir a Raito con voz cantarina –, Pero antes…

De repente él estaba detrás de mí con una mano en mi cadera, haciendo que mi cuerpo se erice en respuesta. Después, rozo sus labios sobre mi oreja y susurró, su aliento cálido al tacto de mi piel sensible:

- No creas que te permitiré hacer ese tipo de cosas con alguien que no sea yo, Bitch-chan.

Y, antes de que yo pudiera responderle, se había ido, dejándome con un placentero picor en el lugar que habían rozado sus labios.

Soñando con un Final Feliz [Diabolik Lovers Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora