Último deseo (Crepusculo)

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Capítulo 6:

"La curiosidad mató al gato"

Al día siguiente, sentía suavemente los rayos del sol acariciar mis mejillas, escuchar leves movimientos cada inaudibles. Suspiré con sueño aun pero de igual manera me froté los ojos, observando como la luz del día ingresaba levemente por las ventanas, los árboles tenían un color vivo, pero las nubes presentes estaban, un ambiente perfecto. Cuando me decidí levantarme suspiré un poco, el sueño persistía en mi, pero no quería seguir durmiendo quería descubrir el mundo mágico que ocultaba este bosque, el dormir lo tendría después en dos meses y sería eterno. Al levantarme de la cama decidí sacarme unos instantes el respirador, al ver que no me era difícil estar sin ellos aproveché y me bañé libre, mas luego me vestí con una mangas largas sin cuello, holgadas y un short corto, mis piernas aun simulaban ser pechugonas por lo que no tendría que preocuparme. Mas luego me puse una bufanda lavanda, para cubrir mi cuello, sentí frío de repente.

Al sentir que se aceleraba mi pulso decidí ponerme el respirador, agarrar mi mochila e intentar peinarme pero al tenerlo corto, fácilmente se perdía entre peinado y desordenado el cabello, no me interesaba verme descabellada.

Apenas di unos pasos para ir a la escalera Edward llegó. Que rápidos, no les falla nada.

—Buenos días, ¿quieres que te ayude?–pregunta.

Miro las escaleras y luego a él. Bien puedo probar un punto de ser independiente pero sufrir las consecuencias, o bien aceptar su ayuda. Prefiero la última, aun no quiero alterar el hermoso día..

—Sino es molestia, encantada –le regalo una sonrisa cálida.

Asiente, me agarra del antebrazo y nos disponemos a bajar. Al terminar ese trayecto inhalo y suspiro, a pesar de recibir aire, igual aquello es un tormento. Malditas escaleras del demonio.

—¿Nunca pensaron en tener un ascensor? Te aseguro que son más prácticas que esas cosas del demonio –comento con una mueca.

Ocasionando que él se muestre divertido.

—Eres bastante divertida, si quieres hablar con Carlisle está en su despacho esperándote para una revisión, pero quiere que desayunes primero –comenta.

Justo antes que se lo pregunte, me gusta, así almaceno saliva y voz para futuras conversaciones.
Aunque no tengo hambre, veré si puedo negarme a la exquisita comida de Esme.

—Eh... Luego desayunaré, no tengo hambre –me intento dirigir al despacho.

—Joven Bruley, ¿a donde cree que va sin desayunar?–dice una vez cálida y femenina.

Me tenso, y me sale una sonrisa nerviosa.

—¡Buen día, Esme! Yo... P-pues iba a hablar con Car-Carlisle, déjame ir, ¿si? –suplico con un puchero infantil.

Veo como su expresión firme, se va suavizando y sonríe.

—Hay postre.. –dice Esme.

Y contra todo pronóstico mi estomago gruñe hambriento, me sonrojo, escucho una risa de Edward. Esta familia sin saber mucho de mi, me sabe conquistar no da gusto.

—Tks... –me trago la vergüenza–, ¿De que postre hablas querida Esme?–pregunto curiosa y apenada.

Ella ríe levemente y me pide que la siga,  pero antes de hacerlo miro a Edward.

—No se que poder tienes, pero cuando lo descubra, te devolveré este momento –digo infantil.

Ríe divertido.