Capítulo 8 - Frustración

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Link llegó al límite de sus fuerzas al castillo de Hyrule. Había cumplido con la misión que la princesa Zelda le había ordenado, y todo en el plazo de un día. El poblado orni no estaba cerca, había sido un auténtico desafío ir y venir en un plazo de veinticuatro horas, pero no había otra manera, no podía dejar a la princesa sin escolta ni un solo día. Se preguntó cuál sería la forma de proceder si la próxima vez ella lo enviaba a un lugar más lejano... según le había dicho Urbosa él tenía que estar siempre disponible si la princesa quería salir del castillo.

Durante su corta visita al poblado orni, tuvo una especie de encontronazo con Revali. Cuando era niño, era un gran admirador de Revali. Su padre lo llevaba a todos los campeonatos de tiro con arco y él adoraba ver a Revali vencer una y otra vez. En una ocasión el gran arquero orni le regaló una flecha y él aún la conservaba como un tesoro. Sin embargo, el Revali que le recibió estaba lejos de parecerse al héroe de su infancia. En esta ocasión, el elegido orni hizo sentir a Link que era torpe y poco preparado, como si hubiese sacado la Espada por casualidad y no fuese merecedor de proteger a la princesa Zelda. Lo peor de todo es que ella también parecía pensarlo, así que todas sus inseguridades convertían su día a día en una lucha continua por demostrar que se estaba esforzando para hacerlo lo mejor posible.

Link no pasó por sus aposentos al llegar a la ciudadela. Ya había amanecido casi por completo, así que fue a montar guardia a la puerta de la princesa, como cada día. Estaba agotado, pero tenía que estar allí aunque fuese por mero orgullo. Seguramente ella lo despacharía como siempre. Era una joven fría y distante y estaba muy claro que su presencia de incomodaba. Él no terminaba de entender qué estaba ocurriendo y en alguna ocasión pensó en dirigirse a ella para decirle que sólo quería ayudar y que lo haría lo mejor posible... pero no encontraba el valor suficiente para decir nada, menos aún con lo fuera de lugar que se sentía a veces.

Esa mañana, la princesa salió temprano, pues él apenas llevaba unos minutos haciendo guardia. No vestía como habitualmente, llevaba pantalones y una casaca azul, del mismo color que la que él y el resto de elegidos llevaban. Con ese aspecto parecía mucho más joven, era como estar ante una joven hyliana común y corriente.

—Link, hoy necesito partir a la Ciudad Goron. Así que necesitaré que vengas —dijo ella.

—Sí, alteza.

—Espero que le entregases el pergamino a Revali... —insinuó, dubitativa.

—Sí, tal como ordenasteis.

—¿Y dijo algo? ¿Traes algún mensaje de su parte?

—No, no dijo nada.

—Bien, Revali es muy competente, no esperaba menos de él. Anoche ordené que preparasen nuestros caballos y provisiones. El camino a la Montaña de la Muerte es bastante largo.

Partieron sin mucha demora, pues como la princesa había dicho, todo estaba dispuesto para el viaje. Dieron algunos rodeos, Link conocía caminos mucho más directos a Ciudad Goron, pero la princesa prefería trazar su propia ruta. Tenía un objeto extraño, una especie de piedra plana y rectangular donde iba haciendo todo tipo de anotaciones. Él nunca había visto un invento tan avanzado, en aquella piedra podían almacenarse mapas, datos y hasta tenía una sorprendente función que permitía capturar imágenes.

Apenas hablaron. No es que él fuera un gran conversador, pero ella evitaba explícitamente iniciar ninguna charla, y si lo hizo fue para generarle más dudas, para poner en duda sus conocimientos sobre la Espada Maestra y las profecías sobre el Cataclismo. Al parecer, él no se ajustaba para nada a las expectativas de la princesa. Por el contrario, él estaba bastante fascinado con ella.

La princesa Zelda dominaba casi a la perfección varios idiomas. Se habían topado con más de un viajero y ella no dudó en dar indicaciones o recibirlas en la lengua que fuese, desde los ásperos dialectos de las mesetas del norte a la lengua tribal de los sureños. Además, conocía perfectamente la geografía del reino, conocía dónde se situaba cada pueblo, cada aldea. Estudiaba y documentaba hierbas y animales que encontraban por el camino, guardando información en su piedra misteriosa y por lo poco que ella le había contado, tenía grandes conocimientos sobre la tecnología ancestral. Él habría sido incapaz de entender nada de eso, a su lado era un completo zoquete.

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