Capítulo 12 - El trovador

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Diario personal de Alesius

Mi nombre es Alesius. Soy miembro de la tribu sheikah desde que nací y de eso hace ya diecisiete años.

Los sheikah somos un pueblo inquieto, dedicado a muchos oficios. Los hay que cultivan campos y huertos, los hortelanos sheikah son famosos por obtener frutos y hortalizas con enormes propiedades vitales. Luego están los que se dedican a rendir culto al Hombre de Un solo Ojo y sus enseñanzas. La tradición les obliga a entrenarse duramente en las distintas artes marciales, sobre todo cultivan el poder de la sombra y la ocultación. Es curioso que a pesar de que los sheikah tengamos el don de "la visión verdadera" tengamos que lanzar nuestra mirada desde las sombras... pero no voy a entrar a discutir eso ahora. Sólo quiero expresar que no soy nada de eso.

Desde pequeño poseo una gran vocación artística, y esta es una disciplina mucho menos popular entre mi tribu. Mi padre enfureció el día que abandoné la aldea para hacerme músico y poeta, él habría aceptado que fuese cualquier cosa: arqueólogo, historiador o incluso me ofreció la idea de que abriese un pequeño comercio, pero un poeta... soy una deshonra para él. Durante muchos días vagué por el vasto mundo para olvidar mis orígenes, incluso para olvidarme de mí mismo y es así como comencé a conocer historias secretas y desconocidas del reino de Hyrule. Muchos meses he viajado sin rumbo aparente preguntando, aprendiendo, escuchando... hasta que la conocí. Ella es el motivo por el que encontré un verdadero sentido a mi arte y mi música, y ahora también es el motivo por el que he empezado a escribir este diario.

Aunque jamás lo confesarían, muy pocos tienen a la princesa Zelda de Hyrule en estima. Algunos dicen que es caprichosa, otros que no posee ninguna habilidad aparente. Los más osados dicen que es muy egoísta y despistada. Pero casi todos coinciden en lo mismo: será incapaz de salvarnos de nada, si es que hay algo de lo que nos tenga que salvar. Yo no pienso así.

El día que la conocí, me hallaba en la Posta del Lago de Farone, muy al sur del reino. Había viajado hasta allí porque un pescador de Onaona me contó que una de las tres fuentes sagradas se oculta en esos bosques, así que decidí ir a investigar un poco, a la caza de historias interesantes. Al parecer no fui el único que se sintió atraído por la historia de la Fuente del Valor, ya que la princesa Zelda estaba también en la Posta del Lago por el mismo motivo.

Nunca antes había visto a un miembro de la Familia Real. No negaré que nada más conocerla me pareció muy hermosa, porque es algo que salta a la vista. Posee una larga melena dorada y una sonrisa que sería la envidia de cualquier hyliana. ¡Ah! Pero lo más impactante son sus ojos, podría escribir mil poemas tratando de explicar cómo es su mirada, de qué intensidad es el verde de su iris y aun así no conseguiría acercarme a la realidad lo más mínimo. No pretendo exagerar, aunque algún lector que alcanzase a poner las manos en este diario crea que invento cosas y bien es cierto que soy un sheikah enamorado, pues ella tiene trastocados mis sentidos. Pero no es su belleza exterior lo que me hechizó. Es otra cosa que nadie más puede ver.

En la Posta, aparte de la princesa y su séquito, también se alojaba una humilde familia hyliana. Era un matrimonio con dos hijos: una niña de unos doce años y un pequeño de cuatro. El niño en cuestión no paraba de llorar y andar de un lado para otro y nuestra princesa, creyendo que nadie más la observaba, se acercó al pequeño para preguntar qué era lo que le pasaba. El niño dijo "mi perrito Magnus se ha escapado, papá dice que está en el bosque. Es buen perro, tiene una mancha marrón en el ojo". "Vaya, es muy triste pero es tarde para buscarlo y no es bueno ir ahora al bosque, ¿por qué no vas con tu familia y mañana vamos juntos en su busca?" sugirió nuestra princesa. "No puedo, es mi mejor amigo", respondió el niño.

Entonces nuestra princesa prometió al niño que saldría en busca de Magnus y no volvería hasta dar con él. No pude evitar sonreír para sí mismo, pues el niño entre suspiros frenó el llanto y se marchó convencido junto a su familia. Pensé que la princesa había dicho una mentira piadosa y que mandaría a alguno de sus ayudantes a buscar al pobre animal, pero para mi sorpresa, agarró su capa y se internó sola en el bosque.

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