Capítulo 9 - Tormenta en la arena

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Zelda estaba furiosa. Tenía un carácter fuerte, pero casi nunca dejaba que sus emociones la dominasen de esa manera. Apretó el paso de su caballo abriendo algo de distancia con Link, que cabalgaba ceñudo a su espalda. Se sulfuraba una y otra vez pensando que él le iba a desgastar el cogote de tanto vigilarlo.

Su intento fallido de fuga fue el más breve de todos los que había iniciado desde que ella pudiera recordar. Siempre que había intentado escaparse a solas del castillo, sus escoltas o vigilantes la terminaban encontrando, pero no con la eficiencia que había demostrado tener Link. Lo tenía todo planeado: cómo evitar coincidir con los sheikah en el laboratorio del castillo, cómo sacar el caballo de las cuadras sin que el guardia se diese cuenta y cómo cruzar el portón del castillo pasando desapercibida, como una hyliana corriente que va y viene. Su escapada había sido tan magistral que pensó que tardarían al menos dos días en dar con ella. Sin embargo, Link apareció ante ella antes de que se pusiera el sol, ¿cómo diablos lo hacía? Sintió tanta rabia al verle llegar que no pudo sino estallar en su contra. Estalló porque no había manera de librarse de su presencia y porque todo en él la enfurecía: su silencio, su resignación... Cualquier otro habría renunciado ya, pero él se obstinaba en seguir cumpliendo órdenes con tanta diligencia que parecía que nada le importase. No obstante, aquella noche en la que se volvía a ver obligada a aguantar su compañía, él parecía estar irritado, dentro de su habitual gesto taciturno e indescifrable.

—No vamos a parar —dijo ella. —Si lo que quieres es descansar deberías haberte quedado en el castillo, ya te he dicho que hoy no necesito que me sigas. Así que si quieres dar la vuelta aún estás a tiempo.

Él no dijo nada. Pero espoleó el caballo, adelantándola. Link tensó el arco y se acercó con precaución al inicio de las paredes verticales de piedra. Comprobó que la entrada al paso del cañón Gerudo era segura, y después se volvió a situar a su espalda.

—Eres un paranoico. Habré cabalgado millones de veces por aquí y nunca ha pasado nada. Tanto exceso de protección es innecesario, deberías saberlo.

Link resopló. Al fin, un sonido, una muestra de que había algo vivo a sus espaldas. Cuando alcanzaron el borde meridional del cañón, pararon para dejar los caballos amarrados a un cobertizo. El desierto no era un buen lugar para los pobres animales, era mejor dejarles descansando y con provisiones suficientes para que no pasaran hambre ni sed. Hacía mucho frío, pues al final del cañón comenzaba la travesía del desierto de Gerudo y al caer la noche las temperaturas eran gélidas y extremas. Con los fardos a cuestas y envueltos en sus respectivas capas, echaron a andar por el desierto. Link desenvainó la espada y en esta ocasión fue Zelda la que resopló. No había necesidad de tener tanta cautela, ya que el Bazar Sekken estaba a unos pocos minutos de su posición, incluso podían verse sus luces a lo lejos. Zelda apretó el paso y él la imitó. Era insoportable.

—¿Quién va a estas horas? —preguntó una guardia gerudo, que vigilaba la entrada al oasis que constituía el Bazar Sekken.

—Dos viajeros que buscan descanso. Venimos del castillo de Hyrule. —dijo ella, que se vio un poco deslumbrada por la lámpara que la guardia apuntaba hacia sus caras para identificarles.

—Es tarde para andar por ahí... pero pasad. La próxima vez sería conveniente que buscaseis refugio antes.

—Lo lamento, se nos ha hecho tarde, ha sido un largo viaje —se disculpó Zelda.

La guardia les abrió paso y ellos se adentraron en el oasis. Allí la temperatura era algo más agradable, pero no dejaba de hacer mucho frío. En aquel oasis natural sólo había unas cuantas palmeras alrededor de la reserva de agua del centro y el asentamiento que había crecido allí con tiendas de alimentos, de armas e incluso una pequeña posada, para abastecer a los viajeros que iban y venían de paso a la Ciudadela Gerudo. La princesa Zelda se adentró en la posada para preguntar por alojamiento, mientras Link la esperaba afuera.

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