Cap. 23, KurooTsukki.

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Era una bonita mañana.
Los árboles de cerezo destellaban bajo la luz solar al tiempo que se deshojaba al compás del viento.
Los cardinales y palomas viajaban por los cielos, y se podían ver a uno o dos picoteando el piso de las calles.
Algunas ardillas merodeaban por el verde y esponjoso césped del parque municipal, compartiendo bellotas entre sí.
Había mariposas también, bueno, en realidad hasta el momento solo había visualizado una.
Pero, había algo que captaba su mirada almendrada, lo que hacía que el ambiente fuera maravilloso y único: Kuroo Testuro.
Y dirán, "¿Kuroo?, es solo el cápitan de Nekoma"; pero, para Tsukishima eso era poco.
Para Kei el era su todo.
Su otra mitad, su alma gemela.
Su primer amor.

Pero, va, que Tsukki jamás lo diría en voz alta; pero lo amaba y lo demostraba de vez en cuando.
Una de esas veces, fue en el cumpleaños del mayor, donde el rubio llegó con una tartaleta de fresa y chocolate. Y ese no era el único detalle, no.
Tsukishima había escrito en aquel pastel "Kuroo-san, te amo".
Ah, lindo, ¿no?
Pero Tsuki no solo se lució con eso; ¡Qué va!
Ese mismo día, cuando sus invitados se fueron, el de lentes le pidió pasar la noche juntos. Y aunque el mayor no daba crédito a lo que escuchaba, accedió.
Tsukishima se encerró en el baño diciendo que se pondría la pijama. Esa sería su tercera pijamada en su quinto mes de noviazgo; pero, Tetsuro se llevó una gran sorpresa cuando la puerta se abrió, dejando ver a un rubio alto en lencería.
Unas medias negras, un playdoll negro de encaje y unas bragas de encaje a juego. A parte de eso.. Llevaba labial.
Jo-der.
¡Eso era lo que más le ponía a Kuroo!
Y esa noche, entre suspiros y arrebatos del mayor y el menor; esa noche en la que unieron sus cuerpos y se convirtieron en uno..
Donde de besos tímidos y movimientos torpes nacieron besos apasionados y movimientos articulados a la perfección..
Tsukishima Kei le entregó la virginidad a Kuroo Tetsuro.
Qué linda anécdota, ¿no lo crees?
Otra de las veces en las que Tsukishima demostró su cariño fue cuando le escribió una carta antes de su exámen a la universidad.
"

Kuroo-san.
No te has ido y ya te extraño.
Es una lástima que no estarás para celebrar nuestro octavo mes juntos, que triste.
Pero, ház algo por mí allí en la capital.
Mira el cielo por las noches, observa la luna y siente el aire.
En el cielo estarán las estrellas que yo puse para ti.
En la luna verás mi nombre grabado a fuego, junto al tuyo.
Y en el aire, estaré yo, cerca de tu piel.
Ah, no olvides reportarte puntualmente, no me querrás preocupar.
Come bien y descansa. Gambate, Kuroo-san, mi bello novio."

No sé cuantas veces el corazón de Kuroo dió vuelcos por leer aquella carta en Tokyo.
Pero, les aseguro, que Kuroo jamás había estado tan feliz de salir con alguien.
En este momento sonríe, al darse cuenta que le fotografía su rubio favorito con su cámara profesional.
Juro que se besan tan tiernamente, que sus ojos derrocharían miel si lo vieran. Y si lo imaginan, tal vez lo hagan.
Se tomaron las manos y caminaron junto al estanque de los patos, donde los alimentaron juntos.

El viento soplaba tranquilo.
Las hojas de los arbustos y los dientes de león volaban al compás de este.
Los pajaron reinaban el cielo, en parvadas viajando lejos.
Y lo más bello de aquella vista, era la pareja que se recargaba en en puente alimentando a los patos con pan.

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