05 my eyes have seen you

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La mirada avellana fija en el ser rojo de sexuales intenciones. Respiraciones entrecortadas. Gerard luce fabuloso coqueteando, el ventanal del hotel es una fantástica pantalla. Way viste un saco blanco con una playera negra, trae el cabello peinado hacia atrás y un par de pantalones ajustados, dejándole ver a Frank el contorno de la entrepierna: es hermoso. Los ojos de Iero ven atentos, le pide con la mirada que se conozcan adentro, que enseñe más, que enseñe más...

—Psst, Frank ¡Frank!— el tatuado voltea rápido a su derecha, viendo a Allen con el ceño fruncido. — ¿Qué pasó? Llegué media hora tarde y sigues aquí, ni la música has quitado— Frank ve de reojo a Gerard, notando que el pelirrojo se despide de la morena, recargando el cuerpo en su Audi.

—Ah... ¿Qué hora es?— Allen gira los ojos, acercándose al celular de Frank para quitar la música.

—Nueve y media, sales a las nueve, ¿de nuevo cruzaste tiempos?— gruñe, tomando la bolsa de plástico que carga Frank y metiendo todas las drogas que hay en la mesa. —Oye, te falta la jeringa y la cuchara. — Frank frunce el ceño, acercándose a su compañero.

—No es cierto.

—Creo que alguien tiene que darle una explicación a Jack— canturrea Allen Nover.

—Cállate.

—Viejo, recién ayer le dijiste que no usarías heroína aquí. Seguro vino a verte cuando estabas en el viaje. — explica el muchacho, tendiendo la bolsa ya con las drogas dentro.

—La tía Lucy va a matarme.

—Tu celular— murmura Allen, antes de que Frank se vaya.

—Gracias.

—Nos vemos en la noche... creo— Iero le sonríe, apresurándose a salir del hotel. Está por girar a la izquierda para ir al despacho de Jack cuando alguien chifla. Frank voltea. Es Gerard.

—No tengo tiempo, Fosforito.

—Tengo algo tuyo— Frank voltea, Gerard alza una jeringa y una cuchara sobre su rostro.

—Dame eso— gruñe el portero, arrebatando la bolsa, su cerebro suspira de alivio.

—Eran las siete, estabas dormido sobre el mostrador, Grace y yo íbamos a desayunar, así que asumí que tu jefe pasaría tarde o temprano por ahí y quité esto.

—Gracias. — susurra Frank, guardando con torpeza la jeringa y la cuchara. Gerard saca un hule morado que tiene amarrado a un lado de su cinturón.

—También te quité esto.

—Gracias.― luego silencio.

— ¿No tenías prisa?— Frank se sobresalta, metiendo el hule a su pantalón.

—Oh, eso, yo...— cruza mirada con el ente rojo: ahí verde, oliva, amarillo, marrón, profundos, como viendo a través del cristal. —Yo pensé que mi jefe había tomado estas cosas. — vuelve a la realidad abruptamente.

—Claro. Bueno, me retiro, Junkie. — Frank asiente inconscientemente, viéndolo dar la vuelta al vehículo para subirse.

En su cabeza imagina que Gerard se vuelve antes de que entre al auto y le pregunta si ya desayunó, él responde que no y entonces lo invita a desayunar. Pero claro, lo real no es eso: Gerard sube a su auto, da reversa y se despide con un gesto de mano de Frank. El drogadicto suspira, caminando a la parada del autobús...

My eyes have seen you [...] Stand in your door, when we meet inside. Show me some more [...]

— ¿Qué dices, Gee, nos conocemos adentro?— se susurra el castaño, viendo con aburrimiento por el gran ventanal de la recepción. —Te dejaré usar la posición que quieras, hasta podrás metérmela, claro, después de que yo lo haga, claro, claro.

Cuarto día sin tener señales de Gerard Way en el hotel. Doce con quince minutos antes meridiano.Todo parece haber sido un buen sueño después de su monótona vida en del hotel, aunque con tanto consumo de alucinógeno, no le sorprendería saber que Gerard jamás existió. Y tiene sentido: un muchacho de su edad, guapo, arrogante, de voz melosa y que, curiosamente, empatizó con el portero del hotel. El drogadicto suelta un suspiro después de que la canción de The Doors acaba; está fumando. Tiene que administrar bien sus dosis ahora, porque mierda, no le pagan hasta el fin de semana, es martes y ya no tiene dinero para comprar más.

Se recarga en el mostrador, quita el cigarrillo de sus labios y se limita a ver consumir el tubo de tabaco. Sus oídos perciben una música electrónica, ya no hace nada por ver al estacionamiento, en estos cuatro días han pasado ya dos autos así. Pero hoy es estándar y rojo. Frank se incorpora de golpe, se arregla la ropa, se detiene cuando escucha a las paredes burlarse de él e imita a una estatua.

Es como una mansión embrujada— esa voz gangosa logra casi hacerlo sonreír, Frank se recarga en el mostrador, viendo a Gerard cruzar el umbral: viste una chaqueta de cuero, es guapísimo. La chica que le acompaña es rubia, tiene ojos marrones, y unos shorts tamaño tanga.

—Una habitación, Junkie. — Gerard suelta a la muchacha, a la que trae por la cintura, y se recarga en el mostrador, dedicando una exquisita sonrisa a Frank. El drogadicto saca el humo por la nariz, se gira por una llave, luego al ente rojo.

—Así que... ¿Sólo chicas?

—Olvídalo, Junkie— sonríe Gerard, tomando la llave que le extiende el portero.

—Estás guapísimo. — gruñe el castaño, viéndole con aquella fría mirada. El contrario quita la sonrisa, viendo fijamente a Frank: tiene los ojos muertos, con matices verdes, amarillos, cristalinos, y lloran sin lágrimas.

—Nos vemos luego.

—Como digas.

—Ve a buscar el cuarto, preciosa, dejé algunas cosas en el auto— susurra, pegando sus labios al oigo de la muchacha y depositando un pequeño beso.

—Claro. — la muchacha parece no haber escuchado nada, ya que ni siquiera ha quitado esa mueca de niña "inocente". Gerard la deja ir, viéndola subir al elevador. Entonces voltea a ver a Frank, quien sigue con la vista fija en el estante de llaves, consumiendo su cigarrillo.

— ¿Y a ti?, ¿te gustan las chicas?— Frank se gira a verlo.

—A veces— Gerard se acerca a él, quitándole el cigarrillo con suavidad.

— ¿Y los chicos?— pregunta, dando una calada.

—A veces, pero más veces.

—No estás drogado.

—Ya no tengo mucho dinero.

— ¿Has comido algo?

—No, señor— Gerard gira lo ojos, palmando la mejilla de Frank.

—Come algo, te veo luego.

—A'ja. — el pelirrojo se separa, camina al elevador, Frank quita el cigarrillo de sus labios. —Tú también eres muy guapo, Frank— se susurra —Oh, ¿eso crees, Gee? Gee... Nunca me habían llamado así— murmura, viendo lo último del cigarro consumirse solo —Me gusta, Frankie, tanto como tú, mmh, Gerard, dejemos de charlar y vamos atrás— sonríe —Oh sí, Frankie, vamos a sentirnos el uno al otro.― Un pesado suspiro escapa de su labios, arroja la colilla al suelo, luego talla su rostro—Oh vamos, Frank, estás creando toda una escena con ese fosforito... ya estás mal.

Su mirada se detiene en la dosis de cristal que ha traído, en un error, claro, porque se supone que consumir metanfetamina es algo que no debe hacer en el hotel Bella Muerte, pero es que la meta tarda 8 horas en bajar, y la heroína.- la cual ha dejado sobre la cama- tarda la mitad de tiempo.

Entonces viene Gerard a su cabeza, ese bonito perfil y aroma, es una mierda recordarlo, además, ¿qué es un poco de desconcierto en el trabajo? Recién es la una. Así que no se lo piensa, se quita el cinturón y lo coloca en el mostrador, relamiendo sus labios. Toma la cuchara, luego aquella sustancia transparente.

―Él tiene la culpa.

hotel bella muerte |frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora