17 light my fire

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Derecha, izquierda, arriba, abajo, un círculo y en zig-zag, es la cara de la psicóloga; Frank talla su rostro, se siente enfermo, suda como un cerdo, todo su cuerpo arde, pero tiene un frío polar.

―Bien Frank, ¿cómo amaneciste hoy?

―A usted la van a violar en el infierno― gruñe, la psicóloga Joones suspira, bajando la mirada para anotar algo en su libreta ―Me siento de la mierda, ¿dónde carajos está Gerard?

―Ya hablamos de eso, Frank, no puedes ver a Gerard cuando se te pegue la gana, las visitas son los fines de semana y apenas es martes.

―Mira perra, llevo encerrado aquí un mes, no he consumido absolutamente nada de heroína, ni siquiera un puto cigarro, ya veo cosas, ¿cómo mierda puedo progresar en esto si me están matando?, te tengo una propuesta, te mamaré la vagina el tiempo que quieras si me dejas ir, jamás volverás a verme; tú lo sabes, yo lo sé, detestas este trabajo― la psicóloga le ve con indiferencia, baja la vista para anotar en su libreta.

―El malestar puedes tratarlo en la enfermería, al principio es difícil, pero en otro par de semanas comenzarás a sentir el cambio, nosotros no te estamos matando, la droga que consumías lo hacía― le apunta con la pluma ―Es difícil, créeme que lo entiendo.

― ¿Usted ha probado la meta?― la mujer suspira, negando ―Entonces no entiende una mierda.

―Bueno, ¿Gerard qué te cuenta?, cuando viene, quiero decir― el drogadicto se encoge de hombros.

―Todo y nada: que el diseño de las paredes le saca de quicio, que le gusta el color que estoy retomando, me enseñó los artículos de la Constitución que hablan del trabajador la última vez, era profesor de derecho, entonces se pone loquito cuando empieza a hablar de ley.

―No, no, no, hablo de que estás aquí, ¿no menciona nada al respecto?

―No hablamos de estupideces.

― ¿Qué te hace pensar que es una estupidez que te rehabilites?― Frank sonríe de lado.

―No creo que pueda mejorar, estoy aquí por compromiso, no por gusto.

― ¿No quieres mejorar?

―Quiero tener sexo con Gerard en este escritorio y meterme una dosis de heroína, también quisiera bailar, si es posible...

*

Gerard suspira, colocando el último vaso limpio sobre el fregadero, se seca las manos, se gira a ver la mesa del comedor. A pesar de que ha estado limpiando la casa de Frank, sólo ha limpiado cada parte del primer piso, no ha subido, ni bromeando. El miedo nace de lo que pueda encontrar, pues tomando en cuenta que Frank es un drogadicto completamente atrofiado, su cuarto es un lugar en donde no se atreve a estar, sin importar si ha estado ahí antes o no, pues el lugar le aterra, y la otra puerta cerrada también. El pelirrojo piensa en todo aquello mientras camina por la sala, viendo las manchas en el suelo. Lleva dos semanas ahí, sin contar que visita a Frank los fines de semana, no ha hablado con nadie, ni siquiera ha buscado mujeres, porque no le interesan en este momento. Y a Lucy, quien ha venido dos veces, la manda a la mierda.

La intriga le acosa, es un balance entre miedo y curiosidad, y así como piensa en subir ahora, lo ha pensado desde hace días. La diferencia, es que hoy se levanta del sofá, ve a su alrededor, y camina directo al piso de arriba. Sus zapatos resuenan con eco en la casa, mientras sube, su corazón empieza a latir con fuerza, se detiene ante la primera puerta, en donde por primera vez pensó que estaba Frank, luego, sacando el juego de llaves que el mismo Junkie le ha dado, prueba con las llaves hasta poder abrir la puerta.

El cuarto es diferente, no es un desastre, sino todo lo contrario: hay una cama tendida, el suelo recogido, los muebles en su lugar, una mesita de noche que presume una foto de una bella mujer y un niño de mejillas regordetas, ambos sonrientes. La puerta rechina cuando Gerard termina de abrirla, los muebles están empolvados como si nadie hubiera entrado ahí en años, aunque posiblemente sea verdad. El pelirrojo se acerca a la foto, usa su chaqueta para limpiar el polvo que la cubre, y luego la ve, sintiendo una ola de emociones: en la foto, la que seguramente era la madre de Frank, sonríe, abrazando contra su cuerpo a un pequeño Frank, de unos doce años; Gerard siente un escalofrío bajar por su espalda al ver al niño feliz y lleno de vida en la foto, los ojos de Frank se ven felices, infantiles, no es ni la décima parte de lo que Gerard conoce. Con las manos temblorosas, el hombre deja la foto en su lugar y camina fuera del cuarto, cierra con llave, y con prisa, como si de estar más tiempo fuera a quemarse la piel, incluso tiene que tomar aire antes de caminar al cuarto de Frank.

Este lugar es lo contrario, apesta, todo está desordenado y los muebles rotos, el hombre camina por el lugar, esquivando toda la basura del suelo y vómito seco, llega hasta el buró de Frank y lo abre: ahí encuentra poca ropa, discos y bolsas vacías en lo que parecía haber cocaína. Sigue rebuscando, solo encuentra basura, ropa, todo amontonado, hasta que llega a un disco de cubierta negra, donde al frente dice: "Para mi futuro qué", Gerard muerde sus labios, pero se decide por abrirlo. Lo que encuentra es un disco con el nombre de una sola canción: Light my Fire, de The Doors. Gerard frunce el ceño, quitando el disco de la carátula, debajo hay escrita una frase:

"Sabes que podría ser infiel, sabes que podría ser mentiroso, inténtalo ahora, solo podemos perder, nuestro amor se convierte en una pira funeraria."

Gerard maldice, vuelve a colocar el disco en su lugar, lo guarda en el cajón y sale del cuarto. Frank es tóxico, se ha convertido en una verdadera droga mortal. El cuarto de Iero también lo cierra con llave, el pelirrojo se siente impotente, sin saber la verdadera razón. Lo único que tiene consiente es que Frank lo drogó, con su presencia. El pelirrojo se queda ahí, parado en medio del pasillo, pensando en que Frank es un cadáver a punto de caer al pozo, y Gerard quiere salvarlo, sin saber cómo.

hotel bella muerte |frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora