08 break on through

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Labios danzantes, movimientos férreos; no sabe una mierda cómo ha llegado a tal poción, atina que el estante de las llaves se le clava en la espalda y que aquel porro de kenke que fumó antes de que Gerard bajara a acompañarlo le hace sentir mucho mejor en estos instantes. Su mano aferra al pelirrojo por la nuca, mientras la otra le apega por la espalda, mientras sus labios besan, tragan, al hombre de ojos esmeraldas.

Made the scene. Week to week. Day to day. Hour to hour. The gate is straight. Deep and wide...

El pelirrojo duda sobre la acción, pero sus labios tragan mientras las paredes pulsan con fuerza, empujan hacia adentro, encerrando a los besantes, aturdiendo más a Gerard, haciéndolo cuestionarse aún más: llegó al hotel con una chica, a eso de las diez, tuvieron sexo y a las dos, Gerard dejó dormida a la mujer y bajó con Frank; lo encontró fumando un porro de marihuana, con una sonrisa, pues Frank le había comentado cuánta era la necesidad de que le pagaran de nuevo, y su pago había sido el día anterior, así que ya tenía dosis nuevas. No hablaron, Gerard se sentó arriba del mostrador, lo vio varios minutos, entonces Frank alzó la mirada, diciéndole:

―Llevas acompañándome en las noches durante tres semanas, ya hasta me da pendiente que me veas drogado.

―Me estoy acostumbrando― dos sonrisas. Frank se alejó de Gerard, se recargó en el estante de las llaves, dando una última calada a su porro, ahí la jeringa usada gritó para que Gerard la viera.

― ¿Hace cuánto?

―Media noche― el pelirrojo se bajó del estante, y se acercó a verle a los ojos, ahí notó la dilatación de las pupilas, su hermoso color, y luego Frank le apegó para tragarlo.

Las manos del tatuado se deslizan entre las piernas de Gerard, el pelirrojo gruñe, tomando el agarre y separando su rostro del drogadicto.

―No te atrevas― gruñe, girando al tatuado y apegándole contra el mostrador, Frank ríe, el pelirrojo se escabulle entre sus piernas, besándole de nuevo.

―Déjame mostrarte― el tiempo avanza con las notas del teclado, la ropa se desaliña, Frank pide entre las piernas de Gerard. ¿Rápido? ¿Demasiado pronto? A la mierda, es más rápida una dosis de anfeta.

Gerard lo besa, girándolo en el suelo de nuevo, no alcanza a comprender la razón de por qué ha llegado tan lejos con ese drogadicto, no trata con hombres, mucho menos con drogadictos. Pero... pero todas esas carcajadas y escenas extrañas que ha visto en el hotel, la sonrisa de Frank, esa mirada dopada. Tal vez tres semanas no sean mucho, pero son veintiún días, y noventa horas, todas desperdiciadas con Frank, hablando y charlando sobre cosas sin sentido, o a veces, con demasiado sentido.

No sabe en qué punto, pero de nuevo está entre las piernas del drogadicto, le ha desabrochado casi todos los botones del uniforme a Frank y él ya tiene su camisa completamente abierta, ambos sufren de una enorme erección, y el drogadicto, aún le ve con las pupilas completamente dilatadas.

―No debería hacer esto.

―Sí deberías― gruñe el menor, tomando a Gerard del cabello y apegándole para besarle. Vuelve a dar vuelta en el mostrador, sintiendo la dosis de heroína subirle por las venas, un cosquilleo y una sensación completa de relajación, usa su rodilla para pasarla en medio de las piernas de Gerard, y se detiene; las paredes ahogan una exclamación de asombro, Morrison hasta deja de cantar.

― ¿Qué?― gruñe el mayor, Frank se agacha recargando sus manos en el suelo, e inclinándose en el cuerpo del pelirrojo.

―No, ¿Sí? Mierda... Sí―se levanta de golpe, dejando a Gerard con el ceño completamente fruncido. Hasta que alcanza a oír el sonido de un auto apagándose.

hotel bella muerte |frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora