14 mi wild love

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Ojos molestos, y una mirada indiferente por parte del sobrio. El lobby en silencio, mirando con ojos chismosos a los dos hombres que habitan en el lugar.

―Exageras― menciona Way. Frank con resaca, y el abogado, recién salido de un cuarto.

―Que tengas sexo no me importa, sólo deja de follarme o pedirme que te folle cada vez que me ves drogado― gruñe el castaño, sentándose en la silla girable, jugando con sus manos.

―No estoy hablando de eso, y sabes que adoras estar conmigo―

―Aparte de creerte mi madre también eres un puto vanidoso.― Gerard quita la sonrisa, suspirando.

―Frank, deja de echarme bronca a cada segundo, ni siquiera te he propuesto lo que quiero.― el tatuado gira los ojos, dejando de ver su morral, en donde puede que aún quede una dosis de meta.

― ¿Qué propones?, ¿sexo?, esta vez dame, no me siento bien― susurra, sin dejar de ver el morral, Gerard gruñe, pasando ambas manos por su rostro.

―Quiero que vayas a un centro de rehabilitación.― Iero alza la mirada, frunciendo las cejas.

―Oh por favor.― se levanta, toma el morral, lo suelta, lo toma, lo vuelve a soltar. ―No voy a ir a un centro de rehabilitación.

―No te lo digo por molestar, Frank, tienes un problema, y creo que un centro...

― ¡Un centro no me va a ayudar con nada! ¿Crees que no lo han intentado? Ya te lo he dicho, Way, déjame en paz― se decide por sacar un cigarrillo, busca el encendedor.

―No quieres esto, nadie lo quiere.

―Cállate.― Gerard camina dentro del mostrador, yendo primero a apagar la música del celular de Frank, el drogadicto le empuja con fuerza ―No toques eso― lo empuja de nuevo, el pelirrojo le ve con extrañeza.

―Frank...

―Lárgate de aquí, estoy trabajando, te importa una mierda mi vida, a todo el mundo, déjame en paz.

―Sabes que no es así, lo que quiero es que te mejores, me importas.

―No quiero importarte, quiero que te vayas, lo nuestro es sexo casual, déjalo así.

―Hace unos días me dijiste que querías que volviéramos a lo de antes: hablar toda la noche y bailar...― susurra, Frank le evita la mirada ―Hoy me dices que sólo es sexo casual... Frank, déjame ayudarte.

―No quiero tu puta ayuda.

― ¿Por qué?― el castaño no contesta, lo intenta, pero no encuentra palabras. ―Vamos, dime por qué no quieres mi ayuda.

―Es que...― Iero levanta la mirada, toma el rostro de Gerard y lo besa, con total necesidad. Las lágrimas que ha estado reteniendo salen, Gerard le responde el beso sin vacilar. ―No me quiero enamorar ― gruñe, sin despegar sus labios del hombre ―Si me importas demasiado y te fallo, no me lo voy a perdonar.

―No me vas a decepcionar.

―No, no, no― el menor esconde su rostro en el cuello de Gerard. ―Me conozco, maldita sea.

―Entonces deja que te ayude una institución.

―Métete la rehabilitación por el culo.

―No seas así.― Frank gruñe, separándose del agarre.

―Ahí vas de nuevo, terminaremos discutiendo, te irás a follar y yo me inyectaré el puto cristal que tengo en la mochila, es un jodido ciclo, Gerard. Déjame en paz, no voy a ir a un puto centro de rehabilitación y tú no vas a obligarme, no lo voy a hacer, y aunque te quiero, no lo haré por ti, porque, ¡mierda!, es mi puta vida― el pelirrojo le ve desde su lugar, sin decir nada, se limita a soltar un leve suspiro, caminando con tranquilidad a la silla y volviendo a acomodarla, luego toma el morral de Frank, saca la jeringa y la metanfetamina, los coloca en el mostrador y luego ve su reloj. ― ¿Qué estás haciendo?

―Dos cuarenta― suspira, sacando la cuchara y el encendedor. ― ¿Esto lleva agua?

―Gerard, deja...

― ¡Te hice una puta pregunta, Frank!

―Sí― Way bufa, buscando en la mochila, saca una botella de agua, Frank cruza los brazos. ¿Acaso va a...?

― ¿Luego lo quemo, así nada más?― la pregunta hace suspirar a Frank, quien se acerca, pero el pelirrojo le frena. ―No.

―Sí, lo quemas, tiene que verse como naranja o rojo y luego tomas un algodón para meterlo a la aguja, ¿te vas a drogar?

― ¿Vas a ir a un centro de rehabilitación por mí?

―Seguro te ves gracioso danzando con el azul.― Ríe, viendo a Gerard absorber el líquido con la jeringa, la deja sobre la mesa, mira a Frank, luego se quita su cinturón, sin dejar de ver al castaño. En hotel está igual de callado que siempre.

―Hazme un favor y extiende el brazo.

― ¿Qué?― Frank le ve con extrañeza, frunciendo las cejas, Gerard maldice por lo bajo y le toma el brazo derecho, comenzando a abrocharle el cinturón.

― ¡Aprieta el puño, vamos!― Frank lo ve más confundido, pero obedece. Gerard termina de ajustar el cinturón, luego toma la jeringa y la coloca en la mano izquierda de Frank. ―Sáltate el discutir, me largo a coger.

―P-pero es meta― el pelirrojo se vuelve a verlo, pues ya se ha alejado un par de pasos.

― ¿Eso te importa?

―Son las tres de la mañana.

―Cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once... ¡Uy, tienes razón! Esas cosas pasan.

― ¡No me voy a inyectar esto!― Gerard sigue caminando, voltea a ver al drogadicto cuando está frente al elevador.

―Entonces tíralo, no vas a hacer algo por salir adelante, ni siquiera por mí, entonces ahórrate el pelear conmigo, voy allá arriba, a abrir de piernas a la chica rubia que subí, ahora tú sigue matándote, no me importa.

―Quédate conmigo― masculla de repente el menor, mientras el elevador se abre, Gerard suelta una fingida carcajada, entrando en el ascensor.

―Quieres todo, Junkie.― dice, para que luego el elevador cierre sus puertas.

Frank se queda callado y estático un par de segundos, con la dosis en la mano, su cabeza le grita que debe subir al elevador y disculparse con Gerard, pero él sabe que su cobardía es mucho mayor, así que se sienta en su silla, al mismo tiempo su cabeza le dice que no podrá salir del viaje antes de que termine su turno, pero el dolor de que Gerard le haya hasta preparado la dosis le destruye, y lo hace tan rápido...

Que cuando acuerda ya está volando a Andrómeda...

hotel bella muerte |frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora