Son más de las dos de la mañana, Gerard Way fornica con una mujer, las paredes lo susurran; Frank Iero, por otro lado, respira entre pausas, con los ojos dilatados, pero abstinencia, su cuerpo se derrite, el lobby ríe a carcajadas, pues no hay Morrison esta noche. El portero piensa: ¿por qué estar sobrio a las dos de la madrugada? Sobre el mostrador ha colocado una píldora con heroína, un encendedor, una jeringa, una botella de agua... y una cuchara. Estira su mano con lentitud, tomando la cuchara. Su cuerpo tiembla, tiene náuseas de la mierda y se siente cansado, como si no hubiera dormido en días, aunque irónicamente, no lo ha hecho. Comienza a chocar la cuchara con la mesa, haciendo un tintinear pausado.
Tin... Tin... Tin.
La cuchara hace tin, tin, tin con diferentes intervalos ahora, llenando de nervios a quien la manipula, hace tintinear la cuchara cada vez más rápido contra el mostrador, de diferente manera, rápido, rápido.
Tin-tin-tin-tin-tin-tin...
Hasta que termina por encerraría entre sus dedos y tomar con su otra mano la píldora, frenando el ruido. Se sienta de un salto en la silla giratoria, se acerca todo lo que puede al mostrador, sus brazos arrojan se abren espacio como máquinas, abre la píldora, vierte la heroína en la cuchara, coloca gotas de agua, y disuelve. Entonces saca un pedazo de hule de su bolsillo, lo amarra a su brazo izquierdo con toda su fuerza y empieza a quemar, está tan concentrado en aquello que no se percata del pelirrojo que sale del elevador; Gerard ha bajado a prender un cigarrillo, pues sabe que desde pequeño, aquel hotel se pasa las reglas de salubridad por el culo. El pelirrojo está por sacar la caja de cigarrillos de su bolsillo cuando su mirada se detiene en el portero, vuelve a guardar la cajetilla, caminando con paso lento y discreto. Frank está absorto, hipnotizado en el polvo blanco haciendo ebullición. Gerard se recarga en el mostrador, de forma que puede ver a Frank de espaldas, el junkie toma la jeringa, sin ver al pelirrojo todavía, Gerard observa con atención cómo llena la jeringa con la heroína, y siente un estremecimiento bajar por su espalda.
—En el trabajo no— habla sin quererlo, su voz sobresalta a Frank, quien deja caer la jeringa y la cuchara de la impresión.
—Mierda— gruñe el tatuado, levantándose de la silla, voltea a ver al frente, viendo al pelirrojo — ¿Cuál es tu puto problema?
—Ninguno, quería hacerte enojar. — Sonríe Gerard, dejando de ver la cuchara que ha caído al suelo. Frank talla su rostro.
—Vas a tener que pagar por eso— gruñe, agachándose para recoger la cuchara y la dosis, ya no es nada; la dosis llora.
—Lo siento Junkie, el único vicio que pago son las mujeres, no otras cosas.
—Hablas como si nunca hubieras estado en esto— murmura Frank, dejando las cosas en el mostrador.
— ¿Y quién te dijo que sí?— El tatuado arquea ambas cejas, irónico.
—Oh vamos, ni yo sabía sobre la mierda esa para comer sin vomitar.
—Mi hermano era el adicto, no yo, yo sólo vivía con él— Frank frunce las cejas, caminando a donde Gerard y recarga los codos en la madera.
— ¿Era?
—No te incumbe.
—Lo mismo digo yo: No te incumbe, ahora págame mi dosis— Frank le ve con odio, fijando su vacía mirada en aquella esmeralda. Gerard suspira, saca su cartera y la cajetilla de cigarros.
—Toma 3 dólares y te ofrezco un cigarrillo, ¿qué tal?— sonríe.
—Vete a la mierda, dame mínimo 5 dólares.
—Son cigarrillos canadienses, no puedes decir que no— Frank le aguanta la mirada, es malditamente apuesto.
—Dame — masculla, arrebatado los 3 dólares y el cigarrillo.
—Es mejor que tu talco— Frank no contesta, sólo vuelve a soltar un gruñido, usando el encendedor para prender su cigarro, luego extiende el fuego a Gerard.
— ¿No deberías estar con aquella chica que llegó hace rato?— el pelirrojo se encoge de hombros, acercándose al celular de Frank, con el cigarrillo ya prendido en sus labios.
—Está dormida, me la follé por todos lados— bota el humo, prendiendo el celular del portero.
— ¿Las llevas a su casa después?— Gerard asiente, el celular despierta entre sus manos, y no tiene contraseña.
—Ella se irá sola, pero sí, acostumbro a llevarlas— murmura, metiéndose a música.
—Nunca te había visto aquí— susurra Frank, viendo el cigarrillo que se consume entre sus dedos.
—Llegué hace poco, soy como un nómada.
—Pareces uno— el pelirrojo alza la mirada, mostrando el celular.
—Creí que bromeabas con lo de The Doors, pero en serio no tienes más artistas.
—Odio las cosas nuevas, yo no busco, a mí me encuentran— bufa, luego da otra calada a su cigarro.
—No sabía que los testigos de Jehová cargaban drogas con ellos cuando tocaban de puerta en puerta.
—La excepción no rompe la regla. — dice entre dientes, dando una última calada al cigarrillo antes de tirarlo y pisarlo con su zapato.
—En fin, pondré Peace Frog, solo porque tienes cara de una*.— Frank gira los ojos, pero se siente mejor cuando la guitarra de la canción comienza a sonar.
— ¿Y experimentas?
— ¿Hombres y mujeres?— el tatuado asiente. —Ni lo intentes, Junkie, sólo vaginas— Frank ríe.
—Déjame darte un poco de LSD y ambos tendremos vagina. — Gerard deja el celular en donde estaba, tira su cigarro ya consumido en el piso.
—No gracias. Mejor inhala un poco de sal, con la heroína no vas a saber con quién hablas. — Frank recarga las manos en el mostrador.
—No, con el cristal no sabría con quién hablo, la heroína me dura hasta las cinco, imbécil, sé medir tiempos.
—Pero no tu salud ―susurra, luego niega con la cabeza― No es mi problema, Junkie, vuelve a prepararte tu dama blanca si quieres, me largo a dormir— suspira, sin saber por qué ha prestado tanta atención a aquel drogadicto.
—Aprieta a tu vieja— murmura Frank, viendo al pelirrojo caminar al elevador.
—Y tú el hule a tu brazo, mejor usa un cinturón. — ambos sueltan una risita, Frank alza una mano en forma de despedida, Gerard le responde de igual forma, se aguantan la mirada, hasta que el elevador termina por cerrarse.
Después, el drogadicto prepara otra dosis de heroína...
*frog: rana
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hotel bella muerte |frerard
Hayran KurguY Morrison lo mató. Dedicada a una pasada, antigua y bonita amistad. De ella nace la base de esta historia, y siempre le estaré agradecida.