10 hungry ghost

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El día siguiente es peor. Gerard apagó el estéreo por la noche, y después de vomitar, Frank se quedó dormido; todo transcurre tranquilo hasta la madrugada, cuando más o menos a las cinco de la mañana, Frank empieza a moverse demasiado, el pelirrojo abre los ojos con lentitud, pero se incorpora de golpe al ver al tatuado convulsionando: sus ojos en blanco, y la saliva saliendo por la comisura de sus labios.

―Mierda, no― susurra, conteniéndose para no tomarlo, maldice de nuevo, pasando una mano por su rostro, lo ve convulsionar, pidiendo en silencio que no vomite, porque de hacerlo la cosa se pondría horrible. Lo detiene cuando está por caer de la cama, Gerard muerde sus labios, tratando de calmarse, y el par de minutos que sigue parece eterno, hasta que ve que poco a poco, Frank deja de moverse con espasmos, quedándose quieto hasta que vuelve a desvanecerse en la cama, Gerard coloca su cabeza sobre el pecho desnudo del muchacho, suspirado inconscientemente cuando escucha los latidos regularse, se queda ahí hasta que Frank se calma completamente; apenas si alcanza a quitarse de encima cuando ve al drogadicto con los ojos abiertos, el tatuado abre la boca para decir algo pero luego se levanta de la cama, corriendo al baño, es patético, sólo alcanza a caer en el pasillo, y vomita. Las paredes largan una carcajada burlona. Iero toma su estómago con fuerza, termina de vomitar y se deja caer a un lado, llorando como desquiciado.

Gerard sale del cuarto varios segundos después, suspirado con pesadez cuando ve al tatuado en el suelo, llorando desconsolado, entonces se acerca a él, tomándole por debajo de las axilas y levantándolo del suelo.

―Ven, vamos a la cama.

―Me quiero morir― solloza el castaño, sin moverse en lo absoluto, Gerard suspira de nuevo, estirado una mano para tocar la frente de Frank, la cual arde.

―No, no quieres, Junkie― susurra, arrastrándolo de vuelta a la cama. Frank sólo solloza en silencio, casi muerto.

―Dame la meta, por favor― susurra el tatuado, con los ojos llenos de terror, Gerard aprieta los labios.

―No puedo.― responde por Mikey.

―M-me estoy muriendo, n-no lo soporto.

―No puedo, ya consumiste tanto que estás así.

―Dámela― gruñe ―Es tu culpa, tuya nada más ¡Quítame los insectos de encima! ¡Me están matando, por favor!― lloriquea desesperado, Gerard desvía la mirada, se levanta de la cama y sale del cuarto antes de colapsar, no puede ver a Frank así, es como ver a Mikey, es... Es horrible...

Horrible, completamente, un asco.

Al bajar a la cocina, se sorprende al ver a un hombre de rojo cabello sentado en el desgastado comedor, fumando un cigarrillo. Frank camina con paso lento hasta en muchacho, quitándole el cigarrillo de entre los labios y dando una calada. La boca la siente seca, se siente exhausto y hambriento, completamente asqueado, pero al menos ya no se siente morir.

― ¿Qué hora es?― Susurra, dándole el cigarrillo de vuelta a Gerard.

―No preguntes la hora, pregunta el día, Junkfuck.

― ¿Día?

―Sí, llevas tres días medio muerto, antier te dejé solo pero... ― se queda callado, pensando en si debe agregar el comentario.

―Tú dijiste que no me dejarías morir, sí, es algo de lo que recuerdo― susurra Frank, viendo el humo que silva el cigarrillo.

―Volví ayer por la tarde, no pensaba hacerlo pero... pensé que podrías necesitar mi ayuda, y sorpresa, hasta convulsionaste de nuevo.― el tatuado hace una mueca de asco, tallando su rostro.

―Soy un puto desastre.

―Lo sé― ríe el pelirrojo, dando otra calada, Frank le sonríe con cansancio, Gerard voltea a verle: tiene marcas en la cara, sin playera se ve más delgado de lo que es, su cabello se acomoda rebelde y la sonrisa es tan sincera que duele. No lo piensa, se inclina en su asiento y le besa los labios.

― ¿Sí recuerdas lo que hicimos?― Susurra, sobre los labios de Frank, el drogadicto suspira contra el beso, cerrando los ojos.

―Te dije que no quería hacerlo, quería recordar cada detalle y no te importó― suspira, empujando su cuerpo a besar de nuevo al pelirrojo, a pesar de que se siente asqueado y hambriento.

―Pero recuerdas algunas cosas.

―Recuerdo que tomaste el control, pero la próxima vez no será así― Frank abre los ojos con pereza, riendo débilmente. Ahí se separan, Gerard le da el cigarrillo casi completamente consumido y camina al refrigerador, viendo de reojo a Frank terminar de consumir el cigarrillo.

―Dime que tienes comida.― el tatuado niega, tirando la colilla al piso. ― ¿Crees poder ir a trabajar?― Frank se levanta, camina hasta Gerard y le toma de la cintura, recargando su mentón en la espalda del hombre.

―Nunca creo poder hacerlo y voy― Gerard siente un beso rasposo en su espalda desnuda, sonríe por lo bajo, sin que Frank se dé cuenta. ―Hoy me siento normal, un poco más asqueado que de costumbre, necesito mucha agua y tragar algo aunque vomite en el intento, pero estoy bien, lo arreglaré con un porro de crack.― el pelirrojo muerde sus labios, sin decir nada, pues aunque se muere de ganas por detenerlo, no quiere preocuparse demasiado por él, demonios, es un hombre, ¡uno que ni siquiera conoce!

―Entonces vamos a desayunar algo, mira, yo me duché anoche mientras dormías, vamos arriba, te bañas y luego vamos al hotel― Frank le deja separarse, sonriendo con extrañeza.

―Eres muy extraño.

―Cállate y ve, Junkie― el tatuado asiente, haciendo la señal de paz para luego caminar escaleras arriba de nuevo. Gerard abre el refrigerador, solo ve un six de cerveza, un pedazo de queso y una llave inglesa, frunce las cejas, sacando la llave y colocándola a un lado, luego toma una cerveza, y se va a sentar en la sala, viendo las manchas de sangre en suelo, preguntándose cómo habrán llegado ahí.

Cuando Frank vuelve a bajar, se le ve demasiado despierto, Gerard muerde sus labios cuando el tatuado se acerca, él también ya se ha cambiado y arreglado, ve al drogadicto sonreír con amplitud.

― ¿Nos vamos?― Susurra Frank, acercándose demasiado al pelirrojo, Gerard no disimula, le toma por el rostro y le ve los ojos, viendo las pupilas dilatadas.

― ¿Qué fue?

―Pff, sólo talco― ríe, dejando un beso en los labios de Gerard.

― ¿De dónde sacas tanta droga?― Frank empieza a caminar fuera de la casa, acomodando su corbata.

―No tengo comida, no pago renta, la tía Lucy me paga el gas, el agua y la luz, no tengo cable, y todo mi salario lo gasto en drogas.― Gerard gira los ojos, abriendo la puerta de su Audi.

― ¿Qué clase de "ayuda a tu sobrino drogadicto a dejar las drogas" es este?

―No lo sé viejo, sólo lo aplica― gruñe Frank, entrando y cerrando su puerta ―Oye, al menos sigo lavando mi ropa.

―A eso iba, no hueles a rosas pero tampoco a mierda―Frank saca la lengua, viéndose en el espejo, se ha hecho demasiadas heridas con ese largo viaje de cristal.

―Me dejan usar la lavandería del hotel, y cuando me quedo sin ropa voy, ¿qué tal?, también gasto en ropa de vez en cuando.

― ¿Tienes alguna camisa que no sea blanca?― Frank asiente, levantando dos dedos.

―Una es de The Doors y la otra es roja― ríe, echando la cabeza hacia atrás. ―También gasto en tatuajes, ¿ves?, gasto en muchas cosas.

―Oh demonios, tatuajes y vicios, todo un economista, señor Junk― Frank vuelve a reír, moviendo las piernas con inquietud, Gerard gira los ojos de nuevo, pensando en cómo empezar a ayudar a Frank, intenta decirse que no lo vale, y que debería seguir vagando por el país mientras folla con cualquier mujer, pero luego voltea a ver a Frank y lo observa rozar sus heridas del rostro con gesto absorto, luego el castaño suelta una risita, y Gerard no puede evitar pensar que en una hora volverá a ser el mismo Junkie de siempre: apagado, asqueado y con ganas de drogarse otra vez. Maldita sea, sí...

Necesita quedarse a ayudarlo...

hotel bella muerte |frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora