"Bigote"

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Dulce subió a la habitación, cada vez que se alejaba más de sus hombrecitos, se iba derrumbando poco a poco y para cuando llego a su habitación las primeras lágrimas estaban saliendo a la luz.

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Por que cuando todo parecía más tranquilo volvían a aparecer ellos. Tome aquella foto que estaba en mi mesita de noche, en aquella foto tomada por Fernando, fue la primera fotografía de Alex, unas horas después de haber nacido. En ella aparecía yo, aun con la bata del hospital mirando fijamente embelesada un pequeño bultito enredado en una frazada azul de cochecitos.

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Estaba sentada en el lujoso sillón de cuero negro de el departamento mansión de Francisco, mi novio, el estaba estudiando Arquitectura y era mayor que yo dos años, sus padres eran muy ricos, ellos le habían regalado ese departamento, se podría decir que ya tenía la vida asegurada.

Cariño, toma tu té —Francisco apareció frente a mí con un vaso de té helado, mientras el se sentó a un lado de mi con su copa de vino tinto. Me abrazo por los hombros y me acerco a él.

Gracias —lo tome entre mis manos y di un gran sorbo, tenía la garganta seca. Era hora de decir la verdad. Sentía que el bolso que estaba a mi lado estaba a metros de distancia de mí.

— ¿Segura que no quieres una copa de vino?

Segura. —Sabía a donde nos llevaría esa copa de vino, a un lugar de su habitación, además necesitaba estar sobria para la noticia que le iba a dar.

Estas muy tensa— Francisco empezó a pasar su nariz acariciándome la mejilla, pronto los roces se convirtieron en besos por mi mejilla mi oreja y mi cuello. Francisco giro mi rostro y me beso, desesperadamente dándome a entender lo que quería, los nervios no me dejaron seguirle el ritmo.

Paco —intente detenerlo, pero él me volvió a besar, esta vez sí le correspondí, se separo de mi y se quito la camisa. Se subió al sillón e hizo lo mismo conmigo, me volvió a besa frenéticamente mientras sus manos se fueron a mi blusa intentando quitarla, yo me tense — Francisco espera, necesito decirte algo. —me separe completamente de él.

— ¿Que pasa nena? Lo que sea puede esperar. —intento volver acercarse a mí, me separe de él, se sentó molesto en el sillón con los brazos cruzados, bufo.

Necesito decirte algo —hable nerviosa, a partir de ahora nuestro futuro cambiaria.

Pero si es algo tonto de la universidad puede esperar —hablo aburrido.

Me voltee hacia mi bolso y lo abrí sentí que tenia metros y metros de profundidad y que las dos pruebas que traía conmigo estaban hasta el fondo. Los toque con las manos, ahí estaban las pruebas, las pruebas que había revisado cuatro veces si las traía conmigo, dos al salir de casa y dos veces al llegar al departamento después de ocho intentos de tocar la puerta y quedarme con la mano suspendida.

Saque la primera prueba, un sobre amarillo con los análisis, la puse sobre mis piernas.

— ¿Estas enferma?

Negué con la cabeza, mientras seguía escondiendo la cabeza casi dentro del bolso, tome la segunda prueba aquel bastoncito que me confirmo todo por primera instancia. Escondí la prueba bajo mi manga.

No, no es eso.

— ¿Entonces qué es?—le extendí el sobre amarillo y él lo vio con curiosidad. Mi corazón latía furiosamente. Francisco me mío receloso mientras tomaba el sobre y lo abría, aunque fueron unos segundos para mi fueron como horas, leyó lentamente toda la hoja hasta al final para leer el resultado que yo me sabía de memoria.

Él Pequeño de MamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora