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Sabina estaba haciendo la lista de supermercado que su madre le dejó, le faltaba ir por algunas cosas y terminaba, de pronto escucho gritos y su curiosidad le gano. Asomo su cabeza por uno de los pasillos y vio al chico de rizos que siempre pasaba por su casa, el chico parecía enojado y alterado, estaba gritándole a un hombre.
—¡Déjanos en paz, joder! Aléjate de nosotros y deja de pretender que te importa lo que nos sucede, porque no parecía importarte una mierda cuando llegabas drogado a casa. —Gritó el muchacho al mismo tiempo que soltaba una risa cínica. —¡No eres más que un mocoso irrespetuoso y bueno para nada!—Gritó el hombre mientras se abalanzaba al chico de rizos.
Sabina mordía sus uñas del nerviosismo, no sabía que hacer, por lo que decidió correr hacia uno de los empleados de la tienda e informarle lo que pasaba.
Para cuando llegaron a dicho pasillo, solo quedaba el muchacho tirado en el piso, el hombre de había ido.
—Hey, chico. ¿Que sucedió? ¿Está todo bien? —Pregunto el empleado, mientras le daba un algodón con alcohol para que limpiara la sangre que salía de su nariz y labio. —Uhm si, todo bien. —Dijo el joven, al mismo tiempo que trataba de levantarse, aunque el dolor no se lo permitía.
El empleado se retiró y solo quedaron el muchacho y Sabina, quien durante todo ese rato solo se había dedicado a mirar.
—¿Que sucedió? —Dijo por fin Sabina, agachándose a la altura del chico y viéndolo fijamente. —Nada realmente nuevo, problemas. —Dijo el, haciendo una mueca, estaba por limpiarse las pequeñas heridas que seguían sangrando. —Oh uhm, entiendo. Déjame hacer eso.—Dijo Sabina, no queriendo parecer entrometida, mientras tomaba el algodón de las manos del rizado.
Sabina pasaba lentamente y con cuidado el algodón por el labio inferior del muchacho y por si nariz. El chico por otro lado, la miraba de forma meticulosa, mientras hacía muecas y soltaba gemidos de dolor.
—Soy Timothée, por cierto, Timothée Chalamet. —Le dijo a la castaña mientras ella procedía a levantarse y le daba la mano para ayudarlo a ponerse de pie. —Sabina Crum, un gusto.—Dijo ella bajando la mirada y poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja.
