t r e c e

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Salimos del museo y subimos al auto. Durante todo el camino no parábamos de hablar y de reír, el me contaba anécdotas viejas de su infancia, yo cantaba en ratos y en otros el me mostraba su perfecto acento francés y lo bien que sabía hablar el idioma, me sentía envuelta en una nube de felicidad.

Paramos en una escuela primaria y bajamos del auto, puse mi mirada algo confundida en Timothée y de pronto un timbre sonó y un montón de niños con sus mochilas salieron corriendo hacia sus mamás. Un niño de baja estatura corrió hacia Timothée y lo enroscó entre sus brazos, asumí que eran hermanos.

—Tommy, esta es Sabina. —Dijo Timothée mientras deshacían su abrazo. El pequeño puso su mirada en mi y le lanzó una mirada de aprobación a Tim.
—Tu novia es bonita.
—No es mi novia.—Dijo Timothée rascando levemente su nariz.
—Uh, lastima. Mucho gusto, ¿te gustan los astronautas? Porque a mi si, tengo un montón de figurines con los que podríamos jugar.—Dijo rápidamente el niño el cual ahora sabía se llamaba Tommy, me sonrió y pude apreciar que le faltaban dos pequeños dientes a su dentadura, era una ternura.
—Estas de suerte porque por supuesto que me gustan los astronautas.—Dije divertida, puse mi mirada en Timothée quien hasta el momento se había quedado en silencio, estaba recargado en el auto y nos observaba con una leve sonrisa.
—Bien, suban al auto. Vayamos por un helado.—Dijo Timothée, Tommy soltó un gritito de alegría.

Condujo hacía una heladería, bajamos y pedimos nuestros helados. Tommy era un niño increíble y muy inteligente, los tres estuvimos hablando y riendo. Timothée adoraba a ese niño, podría verlo en su mirada. Supe de alguna forma que el hecho de que Timothée me hubiera presentado a Tommy era su forma de dejarme entrar a su vida, de mostrarme un poco más de él, y ese pensamiento me causó un remolino de emociones, me hizo sentir afortunada.

—Bien, ya es hora de irnos.—Dijo el chico de rizos azabache suspirando con una sonrisa ladeada.
—No, no quiero regresar a casa.—Dijo Tommy haciendo un puchero en tono de súplica.
—Tenemos que amigo, si no estaremos en problemas. —Dijo Timothée acariciando el cabello de su hermano.
—Pero los gritos me dan miedo, ya no quiero escucharlos.—Tommy cruzó sus brazos mientras hablaba y se negaba a irse. Yo estaba solo viendo en silencio, no entendía de que hablaban pero no preguntaría porque asumo que era algo muy suyo.
—Todo esto acabará pronto, cuando menos te lo esperes saldremos de ahí, ¿si? —Timothée le dio una sonrisa para calmarlo, Tommy suspiro con la cabeza gacha.
—Uh, qué tal si vas hoy a casa y si te portas bien, mañana yo te doy una sorpresa, ¿es un trato?—Dije yo, sonriendo levemente mientras extendía mi mano.
—Mmm, bien.—Dijo dudoso pero tomando mi mano y estrechándola. Timothée me susurró un "gracias", asentí.

Subimos al auto, Timothée se ofreció a llevarme a mi casa y acepté porque estaba bastante agotada como caminar. Iba viendo el camino con una sonrisa mientras escuchaba al chico de ojos verdes y a Tommy conversar y reír, de pronto Timothée puso su mano en mi muslo, voltee a míralo y me sonroje un poco porque esto parecía bastante irreal.

Jamás imagine que llegaríamos a ser amigos. El debió sentir mi mirada porque volteó y me sonrió con calidez mientras daba un leve apretón a mi muslo.

Ivy ; TCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora