3

1.2K 62 4
                                    

El traslador me había dejado en el centro de trasladores del ministerio de Norteamérica. Inmediatamente una mujer se acercó a mí, pidiéndome algunos documentos. Le di lo pedido, junto al de mi contrato con el nuevo bufete de abogados para el que trabajaría. Era una completa extranjera y aunque las cosas en Inglaterra eran más estrictas que en América, aun así, era muy serios con sus leyes.

Me hicieron pasar a una oficina, para que firmara un contrato de permanencia en el país. Al final me establecieron un tiempo. Estaría en Estados Unidos, más precisamente en Nueva York, por dos años y si quería quedarme más tiempo, tendría que venir a firmar un nuevo papel por dos años más, y así sucesivamente.

Me retiré del ministerio después de una hora, a las puertas del lugar un auto negro brillante me esperaba. El chofer preguntó por mi nombre y dijo que el señor Malfoy había solicitado su servicio para mí. Asentí apenas y le agradecí. Había dudado antes de hacerlo, pues los trastos muggles aún me daban algo de mala espina, a pesar de los intentos de Potter porque me integrara al mundo que existía además del nuestro. Pero Draco ya me había dicho lo del auto esperando, asegurando que era mejor para llegar a su departamento ubicado en las afueras de la ciudad y disfrutaría más de la vista que el tan sólo aparecerme.

-Vas a mirar todo y te va a gustar. A mí me gustó la ciudad y fue mejor verlo de un auto. Además, te acostumbraras más rápido a vivir ahí, Norteamérica no es tan tradicionalista como Inglaterra -alegó con firmeza, cuando me negué a lo de un auto.

Acepté sin más protestas, al igual que vivir en su departamento, pero él tenía razón al decir que era mejor que nada estuviera a mi nombre, si por casualidad a Potter se le daba por buscarme. Sonreí sin ganas al escucharlo, Harry Potter jamás me buscaría, simplemente firmaría sin pensar cuando viera mi firma en el acta de divorcio. Y yo lo único que deseaba era largarme ya de Inglaterra. Al día siguiente llegaba Potter de su misión y yo tenía que partir ese mismo día, antes de su llegada.

Al llegar a mi destino, me di cuenta porque había dicho que era mejor. La ciudad era genial, moderna y más concurrida de lo esperado. Y cuando llegamos a la zona, me di cuenta de que no era solo un edificio, eran varios edificios que parecían pequeños rascacielos y deslumbraban a la luz del sol por la cantidad de cristales que tenía. El alrededor estaba llenó pequeños restaurantes y cafeterías con lindas terrazas, también miré unas cuantas librerías y tiendas de ropa.

Sonreí con ganas al mirar todo y más al ver las puertas abiertas del edificio en el que viviría los siguientes tres años.

-Buenas tardes -saludó un hombre de pelo canoso y un pequeño bigote.

-Buenas tardes. Soy Pansy Parkinson -me presenté.

-¡Oh! Claro, el señor Malfoy nos llamó para avisar de su llegada -dijo con entusiasmo.

Lo vi mover las manos e inmediatamente un joven muchacho se acercó al maletero del auto y sacó las maletas con un movimiento de varita.

Me guiaron hacia los elevadores. La estancia principal del edificio era grande y elegante, todo en tonos blancos y plateados, con algunos toques de azul muy oscuro. Vi al hombre pedir el piso 17, que era el último. Cuando las puertas de abrieron, quedé impactada por lo que veía, pues no habíamos aparecido en un pasillo del edificio, sino directamente al departamento. Ese departamento era demasiado grande: la sala era un conjunto de muebles blancos, rodeando una mesita baja de madera casi negra, tenía un comedor para doce personas, un mini-bar de madera oscura con varias botellas detrás, una cocina grande dividido del comedor por una gran barra para desayunar con altos bancos metalizados. Miré el pasillo, pensando que conducía a las habitaciones; Draco había dicho que había tres, la principal era obviamente de él y Astoria, y la otra la utilizaban sus padres cuando iban, que podía escoger la que más me gustara, que no había ningún problema en ello.

Amores dormidos | HansyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora