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No podía descifrar lo que pensaban Ron y Hermione tan sólo al verlos a las caras. Después de que les contara lo que había hecho Pansy, hacia una semana, ellos simplemente se habían quedado en silencio, aparentemente sin saber que decir. De hecho, prefería que fuera así, no quería escucharlos para nada, ni siquiera su consuelo, pues después de todo, a ellos nos les agradaba mi esposa, la tensa relación de enemistad fueron motivos de peleas entre ellos tres, entre Pansy y yo, o entre mis amigos conmigo.

Con el pasar de los meses, Hermione se acostumbró a su presencia y hablaban mucho, si es que no tocaban ningún punto de su trabajo, pues Hermione creaba leyes que para Pansy resultaban una estupidez y pérdida de tiempo, y no temía expresárselo a mi amiga, y Hermione decía que mi esposa era una persona demasiado intransigente y dura con todos. En cambio, con Ron, peleaban desde que se veían y a veces podía asegurar que era su manera de divertirse, aunque en ocasiones resultaban demasiados molestos al final.

Ron era lo más difícil de tratar en mi relación desde el inicio; él había entendido que con su hermana no tenía más futuro, pues Ginny le había expresado lo mismo. Sabía que los dos no seriamos felices al lado del otro, y eso le molestó al principio, pero nada podía hacer si fuimos ambos que terminamos de mutuo acuerdo, fue triste para ambos, pues seguía queriendo a Ginny y ella a mí, pero no lo suficiente ya. Pero cuando les conté que estaba viéndome con Pansy Parkinson, más que para tratar casos de los aurores que requerían de un abogado, él había gritado exageradamente, llamándome traidor por unirme con una horrible serpiente sabiendo todo lo que nos había hecho en el pasado.

Esperaba eso de él y aunque defendía a la chica de sus insultos, pude entender su rabia, después de todo, Pansy no fue agradable con nadie durante el colegio, pero tampoco nosotros lo fuimos con ella; Hermione fue otro cantar, simplemente se aseguró si era lo que quería y haciéndome jurar que me cuidaría y que, por favor, no terminara con el corazón roto. Su última petición la olvidó cuando seis meses después les dije que estaba enamorado como un idiota, que la quería y me iba a casar con ella. Ron no se lo creía y Hermione volvió a preguntar si era lo que deseaba.

—Más que a mi vida —contesté sin titubear, pues así lo sentía.

Había encontrado algo sorprendente en esa mujer, y aunque por mucho tiempo deseé un remanso de paz, una vida tranquila ya, obviamente al lado de ella no había encontrado eso, había descubierto una pasión que a veces me hacía rabiar, una lava caliente entre las manos, pero que no podía soltar, un amor activo, explosivo como volcán. La había encontrado a ella, siendo tan distinta a la mujer de mis sueños, pero que se había convertido en eso precisamente, en un nuevo sueño, mucho más atractivo del que había tenido antes. Era tan distinta a lo que había esperado, pero era lo que más deseaba en aquel momento y en los siguiente dos años.

Y ahora también, la seguía deseando como un condenado a su libertad.

Ahora simplemente me encontraba esperando sus reacciones ante la nueva perspectiva de mi vida. Yo no los había llamado, ellos se habían preocupado cuando había faltado toda la semana al trabajo, sin decir nada a nadie. Y exigieron que les dijera lo que había sucedido. No pude decirlo en voz alta al principio, simplemente señalé las paredes vacías y las mesillas sin jarrones, y ellos mismo se dieron cuenta de que algo faltaba.

—Falta ella —les dije cuando se sentaron y me veían de manera confundida— Me ha dejado, ha firmado los papeles del divorcio y se ha marchado sin decirme nada.

Sentí un nudo formarse en mi garganta, como cada vez que hablaba, pero más que un nudo parecía ser una piedra que me arañaba la garganta y golpeaba mi pecho. Había pasado la semana entera encerrado en mi habitación, aun destruida por mi culpa, sin siquiera comer bien y durmiendo casi todo el día. La extrañaba con un mendigo, quería verla, tocarla, hablarle, rogarle que se quedara conmigo, decirle que estaba perdido, más desorientado que después de salir de la guerra, que había perdido mi brújula y no sabía a donde ir, porque ella era mi única dirección.

Amores dormidos | HansyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora