Fin

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¡¿Qué hice?!

Me dejé caer al suelo, aun con el rostro detrás de las manos. Había un hoyo en mi interior, que estaba quitándomelo todo y yo era la creadora de ese vacío.

Sólo podía pensar en Harry y sus lágrimas, en Harry y sus gritos, en Harry y sus palabras.

Harry abandonándome en la habitación.

¡¿Qué hice?!

¡¿Qué hice?!

¡¿Qué te hice, Harry?!

Quise gritar y lo hice. Sólo gritar con fuerzas, hasta que sentí que mi garganta ardía.

Me destapé la cara y me limpié el rostro. Tenía las manos sucias y debajo de las uñas la sangre ya se había secado de los dedos con los que me quité el cristal del brazo. Las lágrimas me cubrían por completo el rostro y aun así no paraba de llorar todavía, aunque el movimiento trémulo de mi cuerpo se había calmado, dejándome en un llanto quieto y silencioso.

Miré a mi alrededor, todo estaba roto, destrozado e irrecuperable. Era una ironía que así me sintiera en este momento, tan irreconocible como este salón, tan parecida a como cuando abandoné a Harry.

Estaba segura de que ninguna herida de mi interior se comparaba a lo que sentía por dentro, ni siquiera los huesos me dolían ya; los golpes habían sanado, pero mi corazón seguía roto. Sentía como si algo me hubiera golpeado y cortado por dentro, como si estuviera desangrado lentamente. Era terrible, demasiado terrible. Y estar sentada en el suelo me recordaba al día en que me decidí irme de Inglaterra, después de despedir a Harry para se fuera a esa misión, prometiéndole que estaría esperándolo. Fui tan miserable en prometerle eso cuando sabía que me iría ese mismo día, pero era una simple mentira para poder escapar, para que él no sospechara nada, para no descubrirme, para irme con el orgullo intacto, con mi dignidad sin rasguño. Me sentía como aquel día, los sentimientos eran parecidos, pero a la inversa: en vez de odiarlo, me odiaba a mí; en vez de llorar por mí, de mi desgracia que era por culpa suya, lloraba por él, por su desgracia que era completamente mi culpa.

No sabía qué hacer, no sabía qué hacer ahora que él se había marchado, que ya no me estaba dando oportunidades para regresar, para perdonar, que me había quitado la posibilidad de enmendar mis errores.

No quiero ni puedo seguir luchando por ti, Pansy...

Esa fue su primera frase para despedirse de mí, la primera frase que me dolió de aquella noche.

Porqué él se cansó como dijo Ginevra, como advirtió Millicent; me amaba, eso era verdad, pero se cansó, y ano quería ni podía seguir luchando, y el amor cansado era como estar profundamente dormido, sin escuchar, sin ver. Había sido tan tonta, tan estúpida, tan orgullosa, tan malvada, tan fría y muy idiota. Tuve que actuar antes, tuve que haber hecho las paces conmigo misma desde antes, tenía que haber quitado todas mis barreras y haber encendido de nuevo la vela. Haber despertado de nuevo mi amor por él. Pero no, tuve que abrir la boca y arruinarlo, tuve que pedir algo que ya ni estaba segura de querer ni desear, y lo peor, tuve que congelarme en el peor momento, pensando en lo mucho que cambiaría mi vida otra vez si cedía a los besos y a las caricias, paralizarme justo en ese momento por no poder comprender que eso era lo mejor, que Harry me estaba dando una última oportunidad, una valiosa oportunidad.

Y mi mente, mi mente siempre tan astuta, tan activa, tan metódica, tuvo que encenderse y recordarme todo lo que había hecho durante los dos últimos años, en el momento en que hui y las razones de porque lo hice, hacerme pensar en las consecuencias si lo aceptaba, en si volvía amarlo. Y mientras pensaba, no dejaba a mi cuerpo reaccionar, hasta que el de Harry lo hizo primero y cuando me percaté ya se estaba despidiendo de mí, renunciando a mí, como si yo no sintiera nada de nuevo. Y estaba mal, él estaba muy mal, no era como él creía, no es que no sintiera algo, pues yo estaba sintiendo demasiado, más de lo que esperaba, tanto que me abrumaba, pero quería pensarlo, analizarlo y aceptarlo, que me diera esa oportunidad y no que me acercara al borde y cuando empezara a empujarme apenas él me preguntara si realmente quería saltar.

Amores dormidos | HansyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora