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Capítulo 23

Sabía que algo había cambiado, podía verlo en sus ojos azules y esa mirada tranquila, en su voz suave, libre de burla o enojo, o en su tenue sonrisa de labios rojos, en sus manos más relajadas a mi lado, en sus facciones sin máscaras de frialdad y en sus hombros y postura sin tensión. Era como volver a ver a esa Pansy a la que invité a cenar por haberle arruinado el vestido en aquella cena, aquella mujer desconfiada de mí, de la invitación y la situación, pero segura de sí misma, sin odiarme, sin guardarme rencor. O eso quería creer.

No sabía que había provocado el cambio en ella, pero estaba algo feliz por el cambio. La última vez que hablamos, la conversación no fue bien y ella había hecho alarde de que ya no me amaba, y eso había sido un día después del cumpleaños de Annie, donde le pedí una vez más explicaciones sobre el imbécil de Ryan Brennan y su relación con él; pero después de ese día, se había sumido en un profundo silencio, haciéndome pensar que habíamos vuelto al frío inicio, donde me ignoraba y me odiaba con dagas en los ojos en vez de pestañas, pero tuve el presentimiento por un momento de que era peor, pues ni siquiera una mirada llena de desdén me dedicaba. Hasta que me di cuenta de que no era que me odiara, sino que estaba pensativa y ausente, y yo ya no tenía manera para saber qué era lo que pasaba por su mente.

Y para mi poca voluntad y fuerza para soportar aquello, la copa de whiskey en la noche se convirtió en dos copas de líquido ámbar y ardiente.

Pero un mes después de aquella fiesta y de su silencio helado, su actitud revivió hacia mí. Parecía más tranquila, más fresca, más suave conmigo. Yo sabía que Pansy no era una mujer tierna, tenía un carácter endemoniadamente encantador, pero si sabía notar los sutiles cambios en su persona. Ahora me hablaba más, me miraba más, me dejaba acercarme más. Y me sonreía, ¡Merlín, bendito! Me sonreía, mi mujer me sonreía y cuando la vi por primera vez haciéndolo, sin que Annie o Teddy fueran los causantes, sentí que el alma me volvía al cuerpo, como si hubiera comido chocolate después de un dementor. Un evento glorioso, una escena preciosa. La había extrañado tanto.

Y lo mejor de todo que su buena actitud no había desaparecido en el transcurso de las semanas, como si fuera la calma antes de la tormenta, parecía real y permanente, si es que no estaba pecando de optimista, tampoco quería ilusionarme y que una vez más ella me rompiera por dentro, pues para eso mi esposa resultó ser tan buena como lo imaginé, o como provoqué. Pero no podía evitar tener esperanza cuando la veía sonreír de aquella manera como antaño. Y esa esperanza se afianzo cuando me permitió abrazarla la vez que vimos a Lily dar dos pasos sin titubear y, aunque se marchó algo desconcertada un segundo después, a partir de ese día había dejado que pudiera tocarla más, como tomar sus manos o abrazarla si es jugamos con Lily.

Nuestra convivencia estaba lejos de ser a la que teníamos antes en nuestro matrimonio, o la que deseaba, pero era un gran avance y no desaprovecharía esta oportunidad que alguien había provocado, devolviéndome una parte pequeñita de mi esposa, de mi Pansy. Ahora menos que nunca tenía que rendirme. No pensaba perderla, dejarla ir de nuevo, lo hice una vez sin saberlo y habían sido los peores meses de mi vida, ni siquiera la guerra contra Voldemort había sido tan espantosa y desgastante como haber vivido sin Pansy. Tenía que convencerla que merecíamos otra oportunidad, hacerle entender que la adoraba y que jamás la traicionaría de nuevo.

A veces me ponía a pensar que era como reiniciar de alguna manera. No podía decir que fue como cuando nos conocimos, pues todo entre nosotros había iniciado más bien por la pasión y la tensión sexual, donde demostrábamos más las ganas de llegar a una cama que hablar entre nosotros. Y aunque extrañaba aquellos momentos, hacerle el amor a mi mujer, me era también muy grato conversar con ella. Y tal vez esa era la manera correcta de regresar a su lado, era una alternativa más tranquila y favorable para ambos, aclarando punto por punto, paso a paso hasta llegar a nosotros. Ya nos conocíamos, sabíamos las debilidades y fortalezas del otro, los sueños y las metas, y por eso mismo sabíamos que no podíamos volver a como iniciamos, tenía que ser de otra manera para no cometer los mismos errores. Volver a encontrarnos, volver a conocernos.

Amores dormidos | HansyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora