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—Así que Brennan no resultó ser tan buen tipo como aparentaba —dijo Millicent caminando por mi despacho, viendo las fotos de Annie y adornos del lugar.

Habían pasado dos días desde la fiesta, y ella por fin se había tomado su tiempo para venir a visitarme, pues Blaise estaba muy ansioso mostrándole su mansión y presentándole a su madre, de muy malagana, añadió Millicent cuando me lo contó.

—No. No lo era, aunque al principio sí. En realidad, era algo bueno, hubo un momento en que pensé que sería un gryffindor, ya sabes, todo noble y valiente —dije recostándome por completo en mi silla atrás del escritorio.

Ella giró a verme un momento y elevó la ceja de manera burlona. Sonreí un poco, pues nuestra manera de clasificar a las personas siempre sería nombrar una de las casas de nuestro antiguo colegio. Manías que nunca se quitarían, y más por culpa de Draco y Blaise, quienes eran los que más se aferraban a ella, apenas teniendo amigos que ellos consideraban Slytherin o Ravenclaw, y tolerando apenas a los aparentes Gryffindor.

Millecent negó con la cabeza y giró de nuevo la cara, para seguir observando las fotos.

—Sí. De eso nos habló Draco en la noche, cuando llegamos a su casa, después de que llegaras de atender a Ryan y no los dijeras —dijo y tomó una foto de Annie y sonrió grande al verla— Quiero una copia de esta —pidió. Asentí con una sonrisa y ella la volvió a dejar en su lugar— Draco dijo que leyó su mente cuando fue a visitarte. Tal vez no estabas equivocada al pensar que era noble, pero su amor se volvió obsesión al saberse no correspondido.

—Tal parece que así fue —contesté con cansancio.

Ella caminó de vuelta a su silla, delante de mí y sonrió con suavidad.

—Tal vez eso sea lo que provocas, Pansy. Obsesión. Aún podemos recordar aquel chico que te mandaba chocolates una vez a la semana en Hogwarts, a pesar de que lo rechazabas diariamente y al que rechazaste en pleno Hogsmeade, o aquel tipo que te regalo el brazalete, reliquia de su familia en su tercera cita cuando salimos del colegio —dijo ella con diversión. Hice una mueca disgustada, pues había pasado tanto tiempo de eso que ya no lo recordaba— O a Potter...

—Millicent —pedí con advertencia, apretando los labios.

—Sólo digo lo que veo —dijo levantando una mano.

Negué con la cabeza y bebí de mi copa de vino.

Acababa de contarle a mi castaña amiga todo lo que había acontecido entre Ryan y yo, después de que me hablara como sucedió lo de ella y Blaise, pues necesitaba escuchar su historia completa más que hablar de aquel idiota neoyorquino.

Al parecer fueron unos meses más de ese juego de tira y afloja, encuentros sexuales esporádicos entre ellos y más mentiras de por medio, pues Blaise seguía con la idea de sacarle celos y que fuera ella quien aceptara por fin sus sentimientos por él, cosa que no sucedió claramente. Al final el primero en rendirse fue él y reí mucho con lo de la declaración bajo los efectos del veritaserum por parte de Blaise, quien estaba ya cansado y desesperado de que Mllicent no le creyera en nada, más cuando por fin le dijo que no había más mujer en su vida que ella, cosa que Millicent desecho inmediatamente como una más de sus mentiras. Pero después de que Blaise se tomara el veritaserum, aceptó de buena manera sus sentimientos e igual le confesó a él lo que sentía.

—¿Hasta ese punto dejaste que llegara? —le pregunté divertida e incrédula.

—Mira que es muy buen mentiroso. Además, no le entregaría mi corazón en bandeja de plata sólo por decir que me amaba.

Amores dormidos | HansyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora