Los efectos del amor

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CAPÍTULO1

Hola me llamo Alexandra, pero todo el mundo me llama Alex, y esta es la historia de amor que marcó mi vida; mi historia de amor.

Me considero una chica normal, no muy baja, ni tampoco muy alta, tengo 16 años y soy bastante fría en el sentido de mostrar que estoy enamorada de alguien, puesto que ya me rompieron el corazón una vez y no voy a volver a pegar los pedazos por segunda vez. Soy rubia con los ojos de un azul claro intenso, como el mar.

Ultimamente me dedico a lo que más me gusta, el baloncesto. Suelo recorrer los callejones solitarios de Blue Coast todos los días para llegar hasta una pequeña cancha donde reto a varios chicos que buscan diversión. No sé por qué pero siempre acaban mal cada vez que juegan conmigo, y se retiran con cara de asombro y murmurando palabras que no puedo escuchar. La verdad es que se me da bastante bien jugar al baloncesto, cuando era pequeña mi hermano James y yo jugábamos en esta cancha todos los días por la tarde, hasta que estábamos cansados. Ahora mi hermano es el típico tío bueno que juega a fútbol americano en el equipo del instituto, el típico que suele salir con seis tías a la vez en un solo día. Me da asco.

El instituto es como una selva, hay tribus y tienes que irte a una, aunque también puedes quedarte excluida. Están los listos, los tontos, los del equipo de fútbol, las animadoras, las pijas... podría pasarme el día diciendo todos los grupos que hay, pero prefiero contar mi historia. Allá vamos.

Suena el despertador, me cabreo y lo lanzo contra el armario; no me gusta nada que me despierten así, pero mi madre me obliga a tenerlo porque me dejo dormir y paso de ir al instituto para ver a los mismos pesados de siempre. Me levanto con cara de mal humor y nada más abrir la puerta me encuentro a mi hermano con una sonrisa en la cara y preparado para ir al instituto.

-Ya veo que no todos se levantan con los ánimos por el suelo. -Dije con cara de pocos amigos.

-Anda necesitas cepillarte que pareces una bruja.

-Idiota.

Le cerré la puerta en las naríces y me fui a arreglarme un poco. Me duché y decidí cepillarme el pelo.

-Ouch joder, tengo el pelo enredado.

Cuando terminé de cepillarme como pude fui hasta el armario, cogí una camiseta de baloncesto, exactamente de los Lakers, un pantalón vaquero corto, unas Vans amarillas y mi gorra beisbolera, del mismo color pero con las letras en violeta. Bajé las escaleras corriendo y me senté en la mesa al lado de mi hermano.

-Ya llegó la bruja un poco más arreglada. -Dijo mi hermano esbozando su mejor sonrisa.

Como pude le di una patada en la pierna a lo que respondió con un pequeño quejido. Mi madre estaba cocinando y no se dio cuenta de nada. Al darse la vuelta nos dejó los platos y se fue al salón a buscar las llaves para ir a trabajar. Hoy tocaba huevos con bacon, mi desayuno favorito. Vi que James buscaba algo pero no entendía lo que buscaba.

-¿Y papá?-Dijo James con cara de preocupación.

-Papá está trabajando, por si no te has dado cuenta, tonto.-Dije enseñándole la lengua.

-Por lo menos me preocupo por él y no como tú, que no haces más que comer y te vas a poner gorda.

-Para gorda la perra con la que te liaste ayer en el parque.

-¿Me estabas espiando?

-Amor de hermanos.-Me encogí de hombros.

James no dijo nada en todo el desayuno, cogió su mochila y se fue. Vamos, peleas de hermanos, menos mal que mi madre se había ido ya, porque si no nos castiga un buen tiempo. Cogí mi mochila y me fui. Como mi hermano se había ido con el coche, tuve que ir caminando y no tenía ganas, ya que unas calles más abajo hay un perro gordo y feo al que le gusta correr detrás de mí para morderme la mano. Se ve que no le dan de comer y ataca a la gente. Para no tener que correr delante del perro, tuve que coger otro camino, un poco más largo, pero más seguro. Llegué agotada al instituto, y todo porque el estúpido de mi hermano me dejó tirada. Hablando del payaso, está ligando con otra chica delante del instituto. Como iba tan concentrada en las tonterías de mi hermano, no miré lo que tenía delante de mí. Me di de cara contra algo, el golpe fue duro y caí al suelo.

-Joder ¿Qué payaso se dedica a colocar farolas en medio de la entrada del instituto?

-Lo siento, no soy una farola.¿Estás bien?

Era una voz que no conocía, me dio la mano y me ayudó a levantarme. Era... maravilloso.

Los efectos del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora