Capítulo 19

98 3 0
                                    

Cuando abrí la puerta pude ver a toda mi familia gritando “¡SORPRESA!” a la vez, haciendo que me asustara. Hoy no estaba de humor para fiestas y para que encima me dieran sustos, pero tuve que sacar paciencia de donde no la tenía para aguantar a mi madre con su típica frase de “Qué grande estás ya, creces muy rápido y yo me hago más vieja”, pero bueno, soy su hija y aunque a veces crea que tengo un año la quiero igual.

Después del susto cada uno de los invitados se fue por un lado y se formaron pequeños grupos en los que charlaban. Decidí subir a mi habitación a dejar aquella caja, pero Adele me pilló, así que se lo conté.

-¿Y si la abres?

-Me puede hacer bastante daño.

-¿Estás loca? ¿Cómo te va a hacer daño una caja? –La pobre estaba flipando.

-La caja no, sino lo que hay dentro. Bueno da igual, solo él y yo lo entendemos, o eso creo. –Dije un poco confundida.

-Bueno, olvídate de la caja, guárdala en un trofeo de baloncesto de tu estantería; total, nadie los toca porque le cortas la mano… -Dijo mirándome.

Bajamos y estuvimos todo el día jugando a juegos familiares y rollos así; solo faltaba que mi madre contratara un payaso para que fuera un cumpleaños totalmente infantil. En la hora de los regalos, me dieron Vans, más Vans, pelotas, zapatos y equipajes de baloncesto… Bueno, que la mayoría de regalos eran de baloncesto, excepto algunos que tenían ropa.

Justo cuando se iba a terminar la fiesta, un señor con un bigote me llamó a solas, tenía unos papeles en la mano pero no sabía lo que eran.

-Soy el entrenador del equipo de los Wildtigers, me han dicho que eres bastante buena y en un partido que jugaste contra dos chicos pude comprobarlo desde la grada. Te agradecería si firmaras este contrato para jugar con nosotros, tenemos un equipo de chicas.

El Wildtigers es un famoso equipo de baloncesto que ficha jóvenes talentos y los convierte en estrellas.

-¿Es en serio? Me encantaría, pero no puedo aceptarlo.

-¿Por qué no? Te ofreceremos más dinero.

-No quiero el dinero, para mí el baloncesto es mi vida y nunca jugaría por dinero. Quiero ser veterinaria de mayor, como mi madre. Para mí el baloncesto es un hobby y no estoy en ningún equipo de baloncesto por eso. Lo siento mucho pero no la aceptaré.

-Bueno, no pasa nada. Si alguna vez quieres fichar por el equipo, me avisas. –Dijo tendiéndome una tarjeta con su número de teléfono.

Cuando el tío se fue la tiré a la basura, no quiero pertenecer a un equipo por dinero y fama. Si quieren me pueden echar la bronca, pero yo no soy así, yo juego por diversión y por la tranquilidad que me da el poder jugar al baloncesto.

La fiesta terminó y todos los invitados se fueron, ayudé a mis padres y a mi hermano a recoger todo el desastre y me fui a la cama. Podía ver entre la oscuridad aquella caja dorada que estaba dentro del trofeo que con tanto cariño me entregó Jared, pero no podía abrirla, todavía no. No quiero hacerme daño pero la curiosidad me mata. No lo voy a abrir

No sonó el despertador, miré la hora; las 7:30. Entonces… ¿Qué fue ese ruido? Me levanté y me quedé en la cama sentada, esperando otra respuesta. Al final volvió a sonar y adiviné que el ruido  era de la puerta de la entrada. Me vestí rápido y bajé las escaleras para abrir la puerta.

Brandon estaba en la puerta con cinco perros, cada uno con su correa. Llevaba una camiseta negra que le marcaba todos los músculos, y un pantalón vaquero.  Tenía el pelo alborotado y cuando me vio mostró una amplia sonrisa.

-Buenos días señorita Alex Smith, me preguntaba si tenías un perro para sacarlo a pasear, y así vienes conmigo.

-¿Mi hermano vale? – Dije levantando una ceja.

-No, tu hermano no. –Soltó una carcajada.

-Pues puedo conseguir otro perro. –Me crucé de brazos.

-¿Cuál? – Me miró con curiosidad.

-Un par de calles más abajo hay un perro gordo y feo que me tiene manía, cada vez que me ve me quiere morder.

-¿Te refieres a este? –Tiró de una de las correas y el mismo perro asesino salió de detrás de sus piernas.

-Aleja a ese perro de mí, me quiere morder. –Di unos pasos hacia atrás.

-No muerde, lo que pasa es que le molesta cuando bajas con ese skate, porque no le gustan.

Ahora lo entendí todo, él no quería morderme, solo quería comerse mi skate.

-Bueno, hacemos un trato, te dejo que vengas conmigo pero tienes que pasear al “perro gordo y feo”, como tú lo llamas. –Me dio la correa.

-Está bien. –Me crucé de brazos, pero la acepté. -¿Y por qué no me dejas a ese perro pequeñito tan mono? –Dije señalando al chihuahua.

-Porque te quiero demostrar que este perro te quiere mucho y tú lo tratas mal.

Pues bueno, me tocó sacar a ese perro a dar un paseo, si muero quiero que sepan que les quiero mucho.

De camino se me ocurrió preguntarle a Brandon por qué paseaba perros.

-Simplemente lo hago por diversión, quiero ser veterinario y si empiezo paseando perros aprenderé muchas cosas sobre ellos.

-¿Tú también quieres ser veterinario? –Estaba asombrada.

-Vaya, ya somos dos. ¿Hacemos un juramento?

-¿Cuál?

-Iremos los dos juntos a la universidad y sacaremos la carrera al mismo tiempo. Así si algún día nos ponemos de acuerdo trabajaremos juntos.

-Muy bien, acepto. –Le di mi mano mostrando una gran sonrisa.

Los efectos del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora