CAPÍTULO TRES

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El timbre resonó en todo el edificio. La profesora salió del aula y detrás de ella los alumnos ansiosos por darse un respiro y desayunar.

Amy se levantó de su silla y recogió los libros que tenía sobre el pupitre, dispuesta a salir de allí antes de volverse loca. Se encaminó a toda prisa hacia la puerta, pero una fuerte presión en la muñeca la retuvo.

―Eh, ¿a dónde crees que vas?

Ashton la retuvo por el brazo y la atrajo hacia él antes de perderla de vista por el pasillo.

Amy agachó la cabeza, haciendo que el cabello le cayera por la cara.

―Tengo que guardar estos libros en la taquilla...―murmuró.

Ashton colocó dos dedos bajo la barbilla de Amy y le elevó el rostro, obligándola a que lo mirara a los ojos. Ladeó la cabeza de su chica y ella cerró los ojos, soportando la vergüenza.

La mejilla de Amy aún tenía ese tono rojizo que se mezclaba con el rosa claro y el púrpura. Alguien le había dado una buena bofetada la noche anterior.

―¿Quién te ha hecho esto?

Amy contuvo las lágrimas.

―Tu padre―Ashton agarró su rostro entre las manos sin hacerle daño―. Ha sido tu padre, ¿verdad?

Ella abrió los ojos, empapados en lágrimas, y sorbió por la nariz. No contestó. Simplemente dejó caer los libros y se lanzó a los brazos de Ashton, quien la aferró con fuerza contra su cuerpo y la sostuvo, reconfortándola con la dureza de su pecho y el calor que emanaba de su piel.

―Sólo quería mandarte un mensaje―sollozó, escondida entre sus brazos y llorando desesperadamente―. Sólo quería enviarte un maldito mensaje y mi madre lo vio―Ashton le acarició la espalda y la atrajo más hacia sí, si es que podía. Odiaba verla llorar. Sólo deseaba poder tenerla entre sus brazos el resto de su vida para hacerle entender que él nunca le haría daño y que siempre la querría por encima de todas las cosas. ―Me quitó el teléfono y se lo dijo a mi padre. Él me gritó, me insultó y... Y yo me encaré y... le dije que te quería y que no iban a separarme de ti y entonces...

Ashton no la dejó continuar. Le besó la coronilla y le pidió que se mantuviera en silencio. La abrazó durante cinco largos minutos, luego la llevó a la enfermería para que le echaran un vistazo a la mejilla y le dieran alguna pomada. Regresaron al aula. Allí podrían estar solos durante los veinte minutos que quedaban de recreo.

Ash la sentó en su regazo y la acunó suavemente, permitiéndole llorar tanto cuanto quisiera.

―No es justo―murmuró él con la mirada perdida en la clase y los dedos enredados en el cabello de Amy―. No es justo que nos hagan esto. Somos personas, tenemos derecho a amarnos.

―Sólo quedan tres meses―respondió ella, levantando la cabeza que había mantenido oculta en el pecho del chico todo el tiempo―. Dijiste que en tres meses podríamos ser felices, ¿verdad? Tú lo dijiste―con aquellos ojitos mojados y aquella voz Amy parecía un bebé, y si pudiese, Ashton permanecería acunándola y cuidando de ella el resto de la eternidad.

Le sonrió tiernamente.

―Sí, lo dije. Te lo prometí―contestó―. En tres meses te sacaré de este horrible sitio.

Amy, por fin, consiguió curvar los labios. Gracias a Ashton. Siempre gracias a él. Sus amigos no eran más que porquería. La única persona que podía mantenerla en pie era aquel chico del que se hubo enamorado un año antes.

Jamás olvidaría el cruce de miradas, la tímida voz que escapó de sus labios cuando Ashton le habló por primera vez, el beso que él le robó sin tener ni la menor idea de las consecuencias que sufrirían ambos por ello.

Cuando se enamoraron no sabían que tendrían que luchar tanto por mantener su relación a flote.

Viendo a Amy sonreír, Ashton se derretía. Hacía cuatro días que no se besaban. El último beso fue uno fugaz, en los baños del colegio, alejados del resto del mundo.

El anhelo que sentían el uno por el otro era tan grande que llegaba un punto en el cual decidían tirarlo todo por la borda.

Ashton acercó su rostro al de ella, ladeó durante unos segundos la mirada hacia la puerta para asegurarse de que no había nadie en el pasillo e hizo presión con una mano en el hueco de la espalda de Amy para atraerla más hacia sí.

El corazón de la chica se aceleró cuando se dio cuenta de que Ashton estaba a punto de besarla allí mismo, en el colegio, en medio de la clase. Trató de alejarse. Quería ese beso más que a nada en el mundo, pero el riesgo a ser descubiertos era enorme y ese momento de placer sólo le acarrearía otra mejilla rojiza a la mañana siguiente.

Ashton le impidió separarse. Sólo era un beso. Sólo uno. Lo necesitaba.

Amy cerró los ojos inconscientemente e inclinó la cabeza, acortando la distancia. Los labios de Ash rozaron los de Amy y a continuación, sus bocas se fundieron entre sí, dejando paso a uno de esos besos que tanto extrañaban y que tan poco tiempo habían disfrutado.

La última vez que habían estado juntos como una sola persona fue tres meses atrás, durante un viaje de tres días que se organizó en el instituto.

El beso les llevó a recordar uno de los mejores momentos que habían compartido juntos.

Disenchanted ಌ Ashton Irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora