CAPÍTULO SEIS

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―Fue mi culpa. Yo la besé.

El señor Hoffman, director del centro, los observaba atentamente desde detrás del escritorio. Parecía estar haciendo caso omiso a las palabras de Ashton.

―La forcé. Si va a ponernos un castigo, yo soy el único que se lo merece.

El señor Hoffman rió por lo bajo y negó con la cabeza rotundamente. Bajó la mirada hasta el escritorio de madera caoba y entrelazó las manos sobre la mesa. Amy se estremeció cuando escuchó aquel leve murmullo. No abrió la boca en ningún momento. Temblaba. Estaba pálida y atemorizada, y lo peor aún no había llegada.

―Debido a la situación que se nos presenta y al incumplimiento de varias de las normas del colegio me veo obligado a llamar a sus padres.

Ahí estaba.

―¡No! ―gritó Amy, poniéndose en pie― No, no, por favor. Señor Hoffman, lo siento. ¡Lo siento de verdad! ¡No volverá a ocurrir! ¡Esto solo fue...! ¡Yo sólo...! ¡Yo no...!

―Son las normas, Señorita.

―No, por favor, no le diga nada a mi padre...―las lágrimas se derramaron por su rostro. Las súplicas las hizo casi sin voz.

El director resopló y por un momento Amy pensó que había conseguido convencerlo, pero un segundo después se recompuso y el corazón volvió a caerle a los pies. El hombre descolgó el teléfono y marcó el número de sus padres para seguidamente echar fuera de su despacho a Amy y a Ashton.

Él se acercó a ella en cuanto salieron del cuarto, pero ella estiró un brazo, abrió la mano y la posó en su pecho, deteniéndolo.

―No me abraces, Ashton... Por favor―le pidió. Necesitaba sentirse rodeada por sus brazos más que nada en el mundo, pero no podía permitirse ese lujo en aquel lugar en aquel momento―. Dios mío...―se llevó las manos a la cara y se echó a llorar.

A Ashton se le rompió el corazón. Si ella le pidió que no la abrazara, no se acercaría. No quería hacerle daño. Sin embargo, rodeó su delgada muñeca con sus largos dedos.

―Tres meses―le susurró―. Tres meses y estaremos en una preciosa playa, juntos, solos. Tú y yo, ¿recuerdas?

Amy sorbió por la nariz y alzó la mirada húmeda hacia sus ojos verdes. Él le sonreía con debilidad, ella era su debilidad. Estaba tan roto como ella.

―Prométemelo.

Ashton dio dos pasos para poder pegarse a ella, aun manteniendo las distancias necesarias.

―Te prometo incluso la luna.

               ***

Fueron el punto de mira del resto de sus compañeros cuando entraron en el aula. Algunos rieron bajo sus miradas hipócritas. Amy se limitó a agachar la cabeza y a regresar a su asiento. Ashton los fulminó con unos ojos acechantes y cargados de fuego y los obligó a callar antes de perder el control.

La profesora de historia no dijo nada. Se limitó a mirarlos por encima del hombro y continuó con la clase.

Cerca de veinte minutos después, unos fuertes gritos procedentes del pasillo alteraron a los alumnos. La mayoría de ellos alzó la vista de sus libros y esperaron atentos a que se abriera la puerta de la clase.

Se abrió con fuerza, y el padre de Amy, con las facciones contraídas por la furia, apareció tras ella.

Amy sintió como toda esperanza, toda llama de vida era arrancada de lo más profundo de su ser. Sus venas se cargaron de terror. Sollozó frente a todos sus compañeros.

―Pa... Papá...

―¡Sal ahora mismo de clase!

―Pero...

―¡Sal de clase! ¡No lo repetiré, Amy!

Con cada fibra de su ser tiritando, se levantó, con las piernas flaqueándole. Su padre la cogió con fuerza por el brazo y casi la arrastró al pasillo.

Disenchanted ಌ Ashton Irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora