CAPÍTULO NUEVE

302 16 0
                                    

Los áureos rayos del sol se colaron por las grietas de la persiana. El calor empezaba a surtir efecto sobre el frágil cuerpo de Amy, que estaba cubierto por varias sábanas. Los rizos le brillaban como el oro. Su respiración entrecortada pero pacífica era lo único que se escuchaba en toda la estancia.

Amy se revolvió sobre el colchón, murmurando algo inaudible entre dientes, y tanteó el colchón en busca del cuerpo de Ashton, pero no lo encontró.

Abrió los ojos, sobresaltada y asustada. ¿Dónde estaba? Lo necesitaba, lo necesitaba con ella.

Se levantó de la cama con las pocas fuerzas que encontró en su interior y se abrazó a si misma. Hacía calor, pero seguía teniendo frío. Se sintió extraña. Salió de la habitación descalza y sin hacer ruido. Sus pasitos no hicieron ruido alguno al chocar contra el suelo. Bajó las escaleras lentamente para no caer. Aún estaba mareada. Cuando se dirigió a la cocina, desde la lejanía pudo ver a Ashton sentado a la mesa con un vaso de leche en una mano, llevándoselo a la boca. Se apresuró a llegar hasta él.

Ashton reparó en que Amy había despertado y se dirigía a él. Dejó el desayuno sobre la mesa y abrió los brazos para recibirla.  

Amy se apretó contra su cuerpo y apoyó la cabeza en su pecho, rodeándole la cintura con los brazos. Ashton le besó la coronilla y la acunó contra él.

―Buenos días, princesa. ¿Cómo te encuentras?

―Bien―contestó ella en un susurro. Se apartó y lo miró a los ojos―. No estabas en la cama. ¿Dormiste conmigo?

―Sí. Duermes como un lirón―rió y le dio un golpecito en la nariz―. ¿Cómo está la mejilla? ―le retiró con cuidado y ternura varios mechones de pelo que le caían sobre la cara y le hizo ladear la cabeza levemente. La examinó con la mirada tan rápido como pudo―Mejor. ¿Aún te duele?

―Un poco.

―En un par de días desaparecerá el corte y el color. No te preocupes.

Amy alzó la cabeza y le besó la mejilla. Jamás podría pedir más de lo que tenía frente a ella. Sólo deseaba estar abrazada a él, en la cama, viviendo momentos como los que compartieron meses antes, entregándoselo todo.

Ashton le acarició la mejilla sana para luego colocar una mano en su nuca y acercar la boquita de Amy a la suya. Y la besó dulcemente, encajando los labios de ella con los suyos y de una manera casi perfecta.

***

Comieron espaguetis caseros. La abuela de Ashton salió a hacer la compra bien temprano, y mientras ellos esperaban, decidieron quitarle un peso de encima y encargarse de preparar la comida. Antes de empezar se aseguraron de protegerse con un delantal, pero de poco les sirvió. Todo comenzó bien. Hirvieron el agua y echaron los espaguetis en la cazuela. El problema llegó cuando tocó echar la salsa. Ashton encontró divertido mancharle la nariz a Amy y minutos después acabaron ambos enzarzados en una pelea amistosa.

Después de comer y obviamente después de darse una buena ducha y quitarse el tomate de encima, se acomodaron ambos en el sofá, preparados para ver una película. Ashton abrió las piernas para que Amy se sentara entre ellas, rodeó su cintura y la apretó contra su cuerpo mientras le besaba la coronilla.

Cinco minutos antes de que la película terminase, Amy comenzó a tensarse. Ashton no dejó de acariciarla, incluso metió las manos debajo de su camiseta y trazó círculos en su vientre, alrededor del ombligo.

Aquellas caricias, aquellos roces y aquellas sensaciones que la piel de Ashton contra la suya le producían le hicieron recordar las noches que pasaron juntos durante el trabajo de campo que realizaron para con el colegio meses atrás.

Extrañaba tanto sentirlo de aquella manera, hundido en su piel, en su cuerpo, saboreándola y susurrándole al oído lo estrecha que era y lo mucho que la quería, que los recuerdos volaron a su mente y empezó a toquetearse los dedos con nerviosismo.

Hasta que Ashton se dio cuenta.

―¿Amy?

―¿Hm? ―ladeó la cabeza hacia atrás para poder mirarle a los ojos. Él le sonrió débilmente y le acarició la barbilla.

―Te quiero.

Ella sonrió de oreja a oreja. Ashton volvió a besarla.

Poco a poco, el beso pasó de ser tierno a convertirse en apremiante. Ashton se las ingenió para agarrar a Amy y hacerla girar sobre él para colocarla cara a cara en su regazo. Se moría de ganas por pasar cada minuto de esa manera, con ella, fundido en su interior.

Amy dejó un reguero de besos por su mandíbula, por su boca, su cuello. Dejó su piel húmeda y le acarició el pecho con la yema de los dedos.

―Amy...―Ashton jadeó.

Amy le mordisqueó la zona entre el cuello y el hombro.

―Creo que... que deberíamos parar―sugirió Ashton, apretando la mandíbula con fuerza cuando Amy le pasó la lengua por la nuez de Adán.

―No, no quiero...―susurró ella.

Ashton la cogió por los brazos y la miró profundamente.

Amy tragó saliva, y con valentía dijo:

―Quiero que me hagas el amor, Ash.  

Disenchanted ಌ Ashton Irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora