IV. DELTA

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Jueves, 12 de noviembre, 1900 h

A 11 días y 0 horas de la primera absorción de energía.

Después del día difícil decidí ir a casa de Naty. Me sentía sola y no tenía otro lugar a donde ir. La preocupación de no saber cuál sería mi próximo paso me tenía fluctuando en medio a nada. Sin piso. Mi madre trabajaba para el gobierno. Era oncólogo e inmunólogo. Tenía la seguridad de que ella formaba parte de ese equipo creador del arma biológica. No tenía recuerdos completos de ella, pero sí recordaba claramente la noche en que ella murió. Era la víspera de mi séptimo cumpleaños. Nadie podía sacarme eso de la cabeza.

Ese día al final de la tarde, mi padre atendió el teléfono en nuestra casa en Beirut. Yo estaba jugando con mi oso de peluche. Mi padre decía que era un perro, pero yo siempre lo llamaba de oso. Mientras él hablaba por teléfono caminé hacia la terraza de la casa y vi a un muchacho a través del vidrio de la puerta. Estaba parado al otro lado de la calle y me saludó con la mano mientras sonreía. Sentí miedo. Salí corriendo y abracé a mi padre por las piernas. Era un italiano moreno muy alto. Hacía varios días que tenía una gripe que no se me pasaba y me limpié la nariz en sus pantalones. Él cogió las llaves de su camioneta, un sobre blanco con documentos personales y me llevó con él al laboratorio donde mi mamá trabajaba. Estuve escondida en un cuarto de limpieza y escuchaba muchas voces argumentando al otro lado de la puerta. Mi mamá salió con los ojos rojos de tanto llorar y me llevó en sus brazos a un cuarto. Todavía podía recordaba el olor de sus cabellos rojos. Me sentó encima de una mesa.

"¿Qué te pasa mamá?" Le pregunté.

"Nada Vivi. Mamá solo tiene un fuerte dolor de cabeza. Ahorita vamos a viajar y necesito que te portes bien." Me dijo mientras arreglaba una maleta pequeña. Yo solo estornudaba.

"¿A dónde vamos?"

"Vamos a ver a la tía Naty. ¡Ella está ansiosa por verte!"

"¡Oba!" Y estornudé nuevamente.

"Vivi, te voy a dar una medicina para esa gripe que tienes, porque no puedes viajar así, ¿está bien?" Sacó una jeringa y yo solo quería llorar.

"¡No mamá! ¡Por favor! ¡Me dolerá!"

"¡Claro que no Vivi! Es como una picadita de insecto."

"¿Un insecto grande o uno chiquito?"

"Un insecto bien chiquitito."

Salí del cuarto casi corriendo pegada a su mano con el brazo adolorido. Mi padre me cogió en sus brazos en la salida y nos montamos en la camioneta. En algún momento del trayecto, fuimos interceptados de frente por un camión. No recordaba más nada. Solo pedazos de ese momento. Recuerdo muchos gritos y estallidos.

Recuerdo a un hombre con un arma en la mano ejecutando a mis padres que estaban aún dentro de la camioneta destrozada mientras yo estaba tirada en el asfalto aferrando mi osito de peluche con mis brazos. El hombre se volteó y me apuntó. Cerré los ojos y no quise abrirlos nuevamente. Escuché más disparos y gritos. Alguien me cogió en brazos y yo aún no quería mirar. "Vas a estar bien Vivi" me decía. Era un soldado americano. Ese día, él se convirtió en mi protector.

Llegué a la casa de Naty con los ojos llenos de lágrimas y decidí aguardar dentro del carro antes de entrar. Limpié mi rostro y abrí la puerta de la Cherokee. El olor de pie de manzana recién horneado me hizo volver a la vida. Lo adoraba. Entré en la casa y me dejé caer en el sofá.

"Sabía que vendrías."

"Tráeme por favor la torta entera con un tenedor." Le dije.

RADIOACTIVA - BlackoutsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora